En el odiometro de cantantes de rock, pocas figuras generan tanta animadversión como Enrique Bunbury (¿Loquillo?). Es su voz, a medio camino entre el cantante de jota aragonesa, Jim Morrison de karaoke de prostíbulo de carretera de los Monegros y Bambino de finales del siglo XX. Es su ademán. Son sus opiniones de militante destacado del oxidado colectivo conspiranoico liderado por Miguel Bosé.

Bunbury carga, pero en una escena colmada de figuras anodinas, músicos que suben al escenario vistiendo de Inditext como si fueran el vecino del lado; Enrique Bunbury, y por extensión el resto de miembros de Héroes del Silencio, han sido de las pocas y verdaderas estrellas que ha habido en 1000 kilómetros a la redonda, con todas las virtudes y defectos, excesos y carencias, tópicos y típicos que eso comporta.

Igual, si no más importante, protagonizaron multitudinarias giras por todo el mundo y grabaron un buen puñado de discos entre notables y muy notables. Desgraciadamente, Héroes: Silencio y rock & roll, el documental que intenta descubrirnos su ascenso y caída, es entre malo y muy malo.

Héroes del leyenda

Formados a mediados de la década de los 80 en una Zaragoza que, musicalmente, vivía a remolque de lo que sucedía en ciudades como Madrid, Barcelona o Vigo; bajo el influjo de los sonidos oscuros The Cure para acabar aproximándose al hard rock de herencia más clásica de Led Zeppelin; Héroes del Silencio, formación donde, junto con Bunbury, encontrábamos a Juan Valdivia (guitarra), Joaquín Cardiel (bajo) y Pedro Andreu (batería), se convertirían en uno de los grupos más relevantes en la historia de la música estatal del siglo XX. Aún más, fueron de las poquísimas aventuras que consiguiron triunfar en el continente europeo, muy especialmente en Alemania, donde llegaron a despachar más de 250.000 copias de Senderos de traición (EMI, 1990), el álbum que los elevó al estatus de estrella.

Heroes del Silencio Senderos de Traicion

Imagen promocional de Heroes del Silencio de su disco Senderos de traición

25 años después de la aparición de su última referencia, el disco de despedida en directo Parasiempre (EMI, 1996); dos trabajos nos recuerdan la trayectoria de los zaragozanos, el libro Héroes de leyenda: La historia de una banda de rock mítica: Héroes del Silencio, escrito por Antonio Cardiel, hermano del bajista del grupo; y este Héroes: Silencio y rock & roll, documental dirigido por Alexis Morante, cineasta que en el pasado ya había rodado El camino más largo, film centrado en la gira que Bunbury realizó el año 2009 por Estados Unidos (muy probablemente en este hecho encontramos el motivo por el cual el cantante ha participado del documental y no del libro), y que ya podéis ver en este contenedor de residuos audiovisuales sin reciclar que es Netflix.

Leed el libro

Uno de los errores más comunes a la hora de analizar un documental sobre la trayectoria de un artista o de un grupo, es valorando la obra y relevancia de la figura protagonística y no decodificando el filme. Nadie cuestiona las proezas de Héroes del Silencio, todo lo contrario, es triste que la historia de una banda tan relevante se explique a través de un documental tan menor como Héroes: Silencio y rock & roll. Es cierto que la película no obvia ni elude ninguno de los capítulos importantes en la trayectoria del cuarteto, ni los buenos ni los malos, aquellos episodios de agotamiento, divergencias y tensiones internas que acabaron provocando su separación, pero lo hace desde la máxima pobreza formal -tampoco hurga hasta tocar hueso en las cuestiones más delicadas (es el problema de ser amigo de la parte contratante)-.

Héroes del Silencio - EFE
Héroes del Silencio (sin Enrique Bunbury) con el cineasta Alexis Morante en la presentación del documental Héroes: Silencio y rock & roll en Zaragoza. Foto: EFE.

Cinematográficamente, la cinta de Alexis Morante es pobre y nada imaginativa. Vaya, poco más que intranscendente. Como un insípido menú de hospital: cena sosa, pescado hervido y yogur natural, Héroes: Silencio y rock & roll es la insípida concatenación de imágenes de archivo alternadas con declaraciones relativamente trascendentes de los miembros del grupo y de una escasa nómina de amigos y colaboradores pollaviejas: todos ellos hombres de no menos de 50 años. Producción naftalínica, es como una película rodada en 1984, año que se formó el grupo, y que no se ha estrenado hasta ahora. Haceos un favor y leeos el libro.