Alfredo González-Ruibal es un arqueólogo gallego, adscrito al Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit) del CSIC. Ha realizado numerosos estudios sobre guerras, colonialismo, dictadura y capitalismo en los siglos XX y XXI. Muchas de sus investigaciones y excavaciones giran en torno a la guerra civil y a la dictadura franquista, aunque también ha realizado investigaciones sobre el colonialismo en Etiopía y sobre la dictadura en Brasil. Ha venido a Barcelona para asistir, como ponente invitado, a “Reflejando el futuro”, el 24 Congreso de la Asociación Europea de Arqueólogos.

¿Qué ha venido a explicar a este congreso?

Di una conferencia plenaria sobre las relaciones entre arqueología y política, porque en este momento la situación es complicada. Con el auge de la ultraderecha en Estados Unidos, Inglaterra, Francia y España, ha cambiado mucho el mundo. Y el modelo con que funcionaba la arqueología, basado en el diálogo y el consenso, ya no funciona. Estamos en una sociedad muy polarizada, y la arqueología ya no puede flotar, tiene que tomar posición política, y esto implica entrar en conflicto con la gente. Yo puse como modelo la arqueología de la guerra civil y de la dictadura, porque es imposible hacer arqueología sobre este período sin entrar en conflicto, como se ve en el caso del Valle de los Caídos. La gente está muy polarizada, y hagas lo que hagas entrarás en conflicto con alguien. Cuando en España hay gente que defiende a Franco, no puedes esperar que todos hablemos el mismo idioma.

Es imposible hacer arqueología de la guerra civil sin entrar en conflicto

¿En qué consiste este congreso?

Es un gran congreso que cubre todos los temas de arqueología imaginables, desde el paleolítico inferior hasta la actualidad, y aunque se titula de arqueólogos europeos, se presentan trabajos sobre arqueología de todo el mundo. Es una reunión profesional que se abre a todas áreas. Es un punto de encuentro de los especialistas, que es todo un referente en nuestro campo.

La arqueología parece que es una ciencia que avanza a todo ritmo. ¿En qué medida se ha beneficiado últimamente de los avances tecnológicos?

Realmente la arqueología, dentro de las humanidades, es una de las ciencias más punteras, porque dependemos mucho de las ciencias naturales y tenemos que estar muy al día de lo que se hace en otros campos, como en química o en genética… Y las técnicas que utilizamos son las penúltimas que utilizan nuestros colegas de ciencias puras, como los estudios sobre el ADN o los isótopos estables, que nos son de gran utilidad.

¿Qué importancia tiene hoy la arqueología como herramienta de divulgación del pasado y de atracción de turismo?

La arqueología cada vez es más usada en acciones de divulgación histórica. Eso tiene una parte positiva. La arqueología ayuda a la gente a conocer el pasado de una forma activa, con un contacto directo con él. Pero también tiene su parte negativa. Por una parte, la sobrecarga de turistas perjudica a los yacimientos; por otra, hay una cierta tendencia a trivializar el pasado, a convertir los yacimientos arqueológicos en parques de atracciones. Compiten entre ellos para atraer a más turistas…

Una fosa común con 40 personas con una bala en la cabeza es un dato muy evidente, que no puedes ignorar

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Excavación de una fosa de la guerra civil en Estépar (Burgos). Foto: Mario Modesto Mata.

¿Qué importancia tiene la arqueología en un tiempo en qué la memoria está más discutida que nunca?

En mi caso, en el estudio de la guerra civil y el franquismo, la arqueología ha tenido un papel muy relevante a la hora de ofrecer pruebas de la represión. Y está cumpliendo fielmente con esto, ya que ofrece datos muy incontestables. Una fosa común con 40 personas con una bala en la cabeza es un dato muy evidente, que no puedes ignorar. Pero la arqueología también puede participar en debates de memoria histórica sobre cosas no tan recientes: la esclavitud, el colonialismo… Son fenómenos que han existido, que ya no existen, pero que tienen consecuencias en el presente. Y la arqueología puede ayudar a explicarlo.

Usted se dedicó a excavar fosas comunes de la guerra civil. ¿Cómo está, a nivel estatal, la problemática de los muertos en las cunetas?

Yo excavé fosas de represaliados en 2012, participando en las exhumaciones del campo de concentración de Castuera, en Badajoz. Encontramos allí los cuerpos de unas 200 personas. Ahora la situación está parada, en una cierta transición. Se espera que el PSOE reactive el tema de las exhumaciones después de 6 años de un vacío absoluto, en que el gobierno español no ha apoyado las exhumaciones ni las reivindicaciones de los familiares.

Usted tuvo un incidente hace algún tiempo en el Valle de los Caídos. ¿Qué le pasó?

El año pasado visité el Valle de los Caídos con un grupo de estudiantes americanos, y cuando pasé por la tumba de Franco, vi que un señor depositaba un ramo de flores, hacía el saludo fascista y seguía caminando. Esto vulneraba la Ley de Memoria Histórica, porque lo que hizo este señor era un homenaje político a Franco. Ante la inacción de los guardias, yo saqué el ramo de flores y lo dejé en una silla. La guardia que estaba allí me vino a sermonear sobre la actitud que hay que tener en el Valle de los Caídos, e incluso me dijo que si no me gustaba Franco que no fuera allí. Me sorprendió que trabajadores del Patrimonio Nacional tuvieran una visión tan equivocada de lo que debería ser el Valle de los Caídos según la ley. Aunque no se equivocaban en la práctica, porque el Valle, hoy, es eso, un monumento de homenaje a Franco. Al final, me echaron. Curiosamente la persona que infringió la ley siguió la visita sin ningún tipo de problema.

Ciudadanos muestra un desconocimiento de la historia increíble

¿Qué opinión le merece la propuesta de Ciudadanos de convertir el Valle de los Caídos en el Arlington español?

Revela un desconocimiento de la historia increíble. La historia de Estados Unidos y la de España son muy diferente. La forma en que se han resuelto los conflictos civiles es muy distinta en los dos países. La política de reconciliación de Lincoln, al fin de la Guerra de Secesión, no tiene ninguna relación con lo que hizo Franco al final de la guerra civil. La forma en que se ha tratado a los caídos en las guerras de Estados Unidos no tiene nada que ver en cómo se les ha tratado en España. Querer hacer un Arlington sin resolver los conflictos del pasado implica blanquear la historia, tratar de cerrarla en falso.

¿Y qué piensa de la propuesta de Pedro Sánchez?

Evidentemente, hay que desacralizar el Valle de los Caídos y hacer una transformación radical de él. Pero convertirlo en un cementerio civil no es una solución. No deja de ser una normalización de una cosa que no es normal. El Valle es una fosa común creada por un dictador. No valen las medias tintas. Hay que tomar medidas radicales.

El Valle de los Caídos es un paisaje de poder tremendo, sofisticado, muy bien concebido. Se ha de pensar como transformar esto

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Foto: ACN.

¿Qué haría usted?

Creo que se deberían hacer bastantes cosas. Sería necesario hacer algo creativo, muy contundente, a cargo de buenos artistas o arquitectos. Se tiene que romper el impacto visual que tiene ahora. El Valle de los Caídos es un paisaje de poder tremendo, sofisticado, muy bien concebido... Se ha de pensar cómo transformar esto; no es fácil transformar un monumento así. Es necesaria una rotura del discurso, pero también una rotura física. Además del elemento visual, hay un elemento discursivo, sobre la historia del Valle, que lo han de construir los sociólogos, los arqueólogos, los historiadores, los historiadores del arte, los antropólogos… Se ha de crear un relato distinto que ponga más el foco en la represión, en la megalomanía de las dictaduras, en los trabajos forzados…

¿Y que se debería hacer con los muertos?

El Valle de los Caídos es una fosa común disfrazada de monumento de glorificación al dictador. Es una fosa común, pero no vemos la fosa: sólo vemos la arquitectura monumental a honor de Franco. Se deberían visibilizar a los muertos, como se ha hecho en Camboya, en Ruanda, en Etiopía… Ver los huesos cumple una función pedagógica. Franco no quería que viéramos los huesos, el crimen que fundamentaba su régimen. Lo que se ha de hacer es exponer el crimen: sacar los huesos a la luz.

La arqueología podría servir para dar a conocer la cara siniestra del imperio español, como la de cualquier imperio

Usted también ha trabajado un tema mucho más olvidado, la arqueología colonial. La ha practicado en Etiopía, pero parece mentira que no se hay trabajado este tema en el caso español, por ejemplo, en el Rif…

Llevo años pensando en organizar un proyecto sobre la arqueología del colonialismo español en el Norte de África. No se ha hecho. Y ahora es urgente: cuando se hacen defensas del imperio español, se ha de mostrar la otra cara del imperio español. Cuando hay glorificaciones del imperio, muy franquistas, debería hacerse una crítica del imperio que llegara a la gente… Y la arqueología podría servir para dar a conocer la cara siniestra del imperio español, como la de cualquier imperio. Además, la arqueología del colonialismo en el Rif serviría también para hacer también una arqueología de la guerra civil española… Porque ahí está el embrión de lo que luego sufrimos en la Península.

La arqueología a principios de siglo XX, especialmente en el mundo colonizado, tenía más de coleccionismo de tesoros que de investigación al servicio de las sociedades de la zona. ¿Qué relación tiene actualmente la antropología con las sociedades del lugar donde se excava?

La práctica y la mentalidad de los arqueólogos ha cambiado radicalmente. Un arqueólogo de 1900 no se reconocería en uno de 2018. Ahora somos mucho más conscientes de lo que es tratar con otras culturas, con las antiguas colonias… El trabajo ahora es mucho más respetuoso con las comunidades, se intenta colaborar con ellas… Actualmente se trata de construir nuevos relatos, más sensibles a las realidades locales. Las cosas han cambiado mucho.

 

Fotografía de portada: Rui Gomes Coelho.