Arnold Schwarzenegger ha dedicado parte de su madurez a asumir riesgos en proyectos como Sabotage, Una historia de venganza o Maggie. Pero como vivimos una era de nostalgia y de revivals sin freno, los iconos están condenadas a hacer lo que se espera de ellos. FUBAR (ya en el catálogo de Netflix), su primera serie de televisión, es un intento de recuperar al Arnold de las comedias de acción (o de las películas de acción con toques de humor) que tan buen resultado dieron durante los años 80 y 90. Y más concretamente, es un exploit nada disimulado de Mentiras arriesgadas.

FUBAR, su primera serie de televisión, es un intento de recuperar al Arnold de las comedias de acción (o de las películas de acción con toques de humor) que tan buen resultado dieron durante los años 80 y 90

Como en aquel gran filme de James Cameron, en la serie interpreta a un agente secreto que lleva media vida mintiendo a su familia sobre su verdadera profesión. Incluso aparece el actor que interpretaba al compañero de fatigas de Schwarzenegger, Tom Arnold. La variante consiste en el hecho de que el protagonista descubre, en plena misión, que su hija también trabaja para la Agencia y que, peor todavía, tendrán que trabajar juntos para detener a un individuo peligroso. A partir de aquí, padre e hija se verán condicionados por las mentiras que se han estado diciendo durante años, pero también tendrán una oportunidad única para conocerse de una vez por todas.

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Arnold Schwarzenegger, el último héroe de acción

FUBAR, un placer culpable

Si un baremo para medir la calidad de la serie es la diferencia entre pretensiones y resultados, no hay duda que FUBAR es un producto coherente y efectivo. Lo que quiere es ser una serie "de" Schwarzenegger apelando al glorioso pasado del protagonista y guiñando el ojo a sus incondicionales. No sobresale particularmente en nada, porque las escenas de acción son tirando a convencionales, los capítulos duran demasiado (la trama habría sido más funcional como película) y te parece que buena parte de los chistes ya te los habían explicado. Con todo esto, ¿cómo es que FUBAR acaba convirtiéndose en un buen placer culpable? Pues para empezar porque entra en esta categoría tan desarmante de la "serie simpática".

Si un baremo para medir la calidad de la serie es la diferencia entre pretensiones y resultados, no hay duda que FUBAR es un producto coherente y efectivo

No brilla, no innova, pero te da la impresión que pedirle más sería absurdo. Es entretenida, es consciente de sus limitaciones y funciona perfectamente como producto de evasión. Eso se debe, en gran manera, al aspecto que mejor le funciona: los personajes. Las dinámicas entre ellos tienen alguna cosa entrañable e invitan a sonreír de complicidad, sobre todo cuando juega a ser una parodia de Alias y derivados. Y en el centro de todo, el gran Schwarzenegger, un hombre que siempre ha sido muy consciente de la imagen que proyecta y ha actuado en consecuencia.

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Schwarzenegger, un personaje siempre dispuesto a reírse de él mismo

En el centro de todo, el gran Schwarzenegger, un hombre que siempre ha sido muy consciente de la imagen que proyecto y ha actuado en consecuencia

Se nota que ya no está para grandes coreografías (la acción recae más en la notable actriz que interpreta a su hija, Monica Barbaro), pero sigue siendo único a la hora de reírse de él mismo. Por momentos te parece estar viendo la versión crepuscular de Commando, con aquella niña convertida ya en una agente y el protagonista aceptante que ya tocaría ir hacia casa. La miras con un punto de escepticismo, pero cuando la acabas te das cuenta de que FUBAR te ha divertido y se ha parecido un poco a la experiencia de alquilar una película al videoclub porque te gustaba la carátula.