Estos últimos días ha vuelto a llover con tantas ganas que, de repente, muchos lugares de Catalunya se han convertido por momentos en una escena de Blade Runner. Por fin, después de semanas de calor asfixiante, el sábado pasado el verano se transformó de un día por el otro en una primavera de invierno que habría hecho las delicias de Joan Salvat-Papasseit. Excepto ese 0,2% de la población catalana que aprovechó el temporal para grabar vídeos y hacer fotografías que después enviarían a El Temps de TV3 con la emoción del que planta una lenteja en algodón dentro de un tarro de yogur, el resto de los mortales nos dedicamos a hacer mil cosas diferentes y coincidimos –exceptuando Jordi Sierra Fabra- a no hacer exactamente una tarea en concreto: aprovechar la tormenta de lluvia para emular a Mary Shelley y procurar escribir una obra maestra de la literatura universal.

Mary Shelley Viquipedia
Mary Shelley, con un rostro nada sospechoso de novelista de terror, dibujada por Richard Rothwell el año 1840. (Wikipedia)

La fabricación de un mito moderno

Para ir bien, habría que empezar diciendo aquello de "en un lugar muy lejano, hace mucho y mucho tiempo...", pero en realidad el lugar lo sabemos perfectamente, al igual que la fecha. Cologny, Suiza, verano de 1816. El poeta Lord Byron, acompañado de su médico John Polidori, se establece durante los meses estivales en la Villa Donati, junto al lago Léman. Una noche llegan a la mansión el también poeta Percy Bysshe Shelley y su promesa, Mary Wollstonecraft Godwin, que entra a Suiza como Mrs.Shelley y que, a pesar de no saberlo todavía en aquel momento, pasará a la historia de la literatura como Mary Shelley. Les acompaña Claire Clarmont, hermanastra de Mary y antigua amante de Byron, que acepta verla con la única condición de que sea, siempre, con la presencia también de los Shelley. A pesar del enclave innegablemente bucólico de la casa y unos primeros días de paseos en barca por el lago y caminatas por el bosque, una incesante lluvia que parece no tener fin obliga a los cinco protagonistas de este Gran Hermano literario avant lettre a confinarse dentro de la casa, pasándose el día leyendo en voz alta historias de fantasmas. Tres días después del primer chaparrón, en una noche de tormenta digna de novela gótica, Lord Byron propone un reto a sus invitados: escribir el cuento más misterioso y terrorífico de todos los tiempos.

Villa Diodati Lord Byron
La Villa Diodati en el regazo del lago Lèman, en Suiza, donde el año 1816 nació Frankenstein. (Wikipedia)

La ganadora del juego, por unanimidad de todos los asistentes, es Mary Shelley y su fascinante relato sobre un científico capaz de crear, artificialmente, un monstruo que cobra vida propia. El nombre del protagonista de la obra es conocido por todos: Dr.Víctor Frankenstein, que en un intento de rivalizar con Dios y su poder de creación, decide jugar a ser un Prometeo moderno creando un ser con vida propia, pero que en ningún caso se puede considerar un humano. El monstruo, una especie de golem, no tiene nombre y, por lo tanto, no existe. De su padre no recibe ningún tipo de amor, al igual que tampoco el Dr. Frankenstein había recibido el amor de sus padres, por eso el monstruo, asqueado de no ser como el resto de humanos, acaba matando a un familiar de Frankenstein. Falto de afecto, le pide a su creador que invente otro monstruo igual a a quién poder amar de tú a tú, pero el científico no accede a sus peticiones y huye al polo Norte, donde acaba muriendo. El monstruo, después de haber asesinado tantos familiares de Frankenstein como ha encontrado a su camino, al enterarse de la muerte de su padre decide quitarse la vida y se suicida.

Frankenstein Manuscrito
El manuscrito del cuento de Frankenstein, escrito para|por Mary Shelley de puño y letra. (Wikipedia)

Todo se perderá, como lágrimas en la lluvia

Quien también se suicidaría unos cuantos años más tarde es el doctor John Polidori, uno de los primeros oyentes del conocidísimo relato de Frankenstein. Lord Byron moriría a los 36 años luchando a favor de la independencia de Grecia contra el imperio otomano. Percy Shelley moriría de forma trágica cerca de La Spezia, el año 1822 y en el golfo de Génova, al naufragar su bote "Don Juan" en una noche de tormenta tanto o más fantasmagórica que la de aquella noche de 1816. De las cinco personas presentes la noche que Frankenstein nació, Claire Clermont fue la única que no murió joven, ya que lo hizo en Florencia con ochenta años. La creadora del mito, Mary Shelley, no se salvaría de la maldición que había condenado Byron, Polidorio y su marido, diñándola a los cincuenta años por culpa de un tumor cerebral. La historia acaba aquí, con Mary Shelley muriendo sin saber que dos siglos más tarde su relato es uno de los textos más conocidos de todos los tiempos y que, seguramente, si estuviera viva hoy, ella habría hecho como tú y tampoco habría dedicado una noche de temporal a escribir un cuento.

Frankenstein Llibre
Una escena de Frankenstein (1931), de James Whale, la primera adaptación al cine del mito. (Wikipedia)

Se habría dedicado a otros hedonismos low cost. Por ejemplo, a hacer un gin-tonic o abrir una botella de Pardas Sus Scrofa en el porche de casa, acurrucada del agua. En caso de vivir en un piso sin porche ni balcón, se habría dedicado a mirar por la ventana los rayos, procurando cazarlos con alguna foto para enviarla a Tomàs Molina. Se habría dedicado a mirar alguna serie de Netflix, o quizás mejor a recuperar Blade Runner en Filmin, preguntarse qué parte de Frankenstein hay en el film de Ridley Scott y emocionarse con el monólogo final de Roy Batty, probablemente uno de los fragmentos más literarios de la historia del cine. En caso de que se hubiera marchado la luz, se habría dedicado a mirar Instagram para matar el rato y escribir tuits preguntando alguna cosa tan absurda como "tenéis luz"?. Quién sabe. Quizás se habría dedicado, también, a escuchar alguna canción de Els Pets de las que abrigan cuando hace frío, a rebuscar en el fondo del armario aquella colcha de verano que hacía semanas que había guardado o, sencillamente, se habría dedicado a tumbarse en la cama con la ventana medio cerrada y disfrutar del sonido de la lluvia, uno de los placeres sencillos más extremos que uno puede vivir en verano. Quizás, incluso, se habría dedicado a leer algún artículo innecesario como este con su teléfono móvil, un monstruo más inteligente, y quien sabe si más malvado, que el androide creado por el Dr. Frankenstein.