El Observatori Europeu de Memòries, de la Fundació Solidaritat de la Universidad de Barcelona, con el acuerdo del Comisionado de Programas de Memoria del Ayuntamiento de Barcelona, han preparado un programa para recordar memorias incómodas de la ciudad. En este marco han presentado la ruta "La herencia de la esclavitud en Barcelona". Una ruta que empieza en la Gran Vía esquina Rambla Catalunya, en el monumento al traficante de esclavos Joan Güell i Ferrer (1800-1872) y acaba en la plaza dedicada a otro personaje sospechoso de haber sido negrero, Antonio López, que muy pronto será renombrada.

Rastros de un pasado oculto

El historiador Jordi Guixé, director del Observatori, lamenta que en la ciudad haya todavía algunos monumentos de exaltación de negreros. El Observatori cree que las ciudades tienen que ser conscientes de todo su pasado, y que hay que poner de manifiesto todos los episodios de la historia de un país, incluso los más negativos. La ruta que propone el Observatori pasa por la plaça Catalunya, donde Clotilde Cerdà, la hija de Ildefons Cerdà, organizó actos abolicionistas, por el edificio de la Compañía de Filipinas, creada con el dinero procedente del tráfico de esclavos, por la plaza de la Catedral, que había sido un mercado de esclavos, por el palacio donde vivió Antonio López...

La polémica de la memoria

Hace algunos días, un artículo de la profesora Anna Caballé, en El País, reclamó que se mantuviera la plaza en Antonio López y que no se tocara el monumento a Joan Güell i Ferrer, a los que calificaba de "dos hombres de negocios que fueron decisivos para el desarrollo de la Catalunya financiera, industrial y cultural" y afirma que se va contra ellos por "resentimiento ideológico, clasista y sectario". El comisionado para la memoria historia del Ayuntamiento de Barcelona, Ricard Vinyes, le respondió con otro artículo, en el Ara, en el que confirmaba la implicación de Güell en el tráfico de esclavos y apuntaba que la cuestión de fondo "no es la pureza de una conducta, sino qué hegemonías representa una ciudad". Y recuerda que "los nomenclátores los carga el diablo".