"Mirando atrás, ya son 16 años y 17 ediciones. Recuerdo especialmente una de las primeras conversaciones con Marc Rius, cuando tuvimos la idea de hacer un festival de música en Sabadell. Rápidamente lo hablamos con mi hermano, Pol, porque necesitaríamos a alguien que se encargara del diseño si el proyecto salía adelante. El otro gran impulso nos lo dio Julià. Fuimos los tres —bueno, cuatro— quienes arrancamos el primer Embassa’t. Desgraciadamente, Julià ya no está, pero su hijo sigue vinculado al proyecto". La mallorquina Maria Jaume dará mañana a partir de las 20:45 h, en la Fàbrica de Creació L’Estruch, las primeras notas del Embassa’t 2025, prólogo de las tres jornadas que, desde el jueves 15 —con Els Pets celebrando su 40 aniversario— hasta el sábado 17, convertirán Sabadell en el kilómetro cero de la música en directo en nuestro país. Con uno de los carteles más sugerentes de su historia, huyendo del barcelonacentrismo y apostando por propuestas surgidas desde los márgenes de la escena local, la programación incluye este año nombres como Mujeres, Fades, Júlia Colom, La Élite, Ouineta o Remei de Ca la Fresca, entre muchos otros. El Embassa’t se ha consolidado como una de las citas imprescindibles en el cada vez más saturado calendario de festivales musicales de verano. Entrevistamos a su director, Arnau Solsona. “Fuimos al Ayuntamiento y nos dijeron que teníamos que constituirnos como entidad y que ya nos buscarían un lugar. Al final, no fue el Parc Catalunya, aunque se propuso, sino la balsa de Sant Oleguer. De ahí nació el nombre: Embassa’t.”
¿Qué festivales era vuestros referentes entonces?
Nos llamábamos Festival Independiente del Vallès (FIV), como una broma con las siglas del FIB, el Festival Internacional de Benicàssim. Y precisamente el FIB era un referente para nosotros, porque habíamos pasado veranos fantásticos allí. Otros festivales como el Primavera, que entonces se celebraba en el Poble Espanyol, todavía no tenían el recorrido que tienen hoy. Pero el referente real fue el PopArb de Arbúcies. La realidad en Cataluña no era la de un gran grupo inversor como el que había detrás de Benicàssim, sino la de festivales más pequeños como el Altaveu, el Faraday o el propio PopArb. Nos sentimos herederos de ese espíritu y de su legado.
La realidad en Cataluña no era la de un gran grupo inversor como el que había detrás de Benicàssim, sino la de festivales más pequeños como el Altaveu, el Faraday o el propio PopArb. Nos sentimos herederos de ese espíritu y de su legado
¿Recuerdas cuál fue el primer grupo que contratasteis?
Creo que fue Julià, que conocía a Lluís Rueda, un músico de Sabadell que tocaba con un grupo emergente llamado El Petit de Cal Eril. Me hace ilusión pensar que cerramos aquel primer concierto por reconocimiento y afecto. Es uno de los grupos que hemos visto crecer junto al festival y nos sentimos muy unidos a su esencia honesta. Han vuelto varias veces y nos hace muy felices ver lo bien que les va.
También habéis vivido momentos complicados.
En 2015 tuvimos que reaccionar muy rápidamente por culpa de una “tormenta perfecta”. El festival estaba previsto en L’Estruch y tuvimos que cambiarlo todo en solo tres días. Todo lo que habíamos trabajado durante un año tuvo que adaptarse en tiempo récord. Fue un año muy duro, pero también hubo conciertos memorables: Adrià Puntí, Is Tropical, Octo Octa, Núria Graham... Cosas muy bonitas. Después nos trasladamos a Can Marcet, donde había mucha proximidad con el público. Allí dimos un paso adelante para preparar la décima edición, en 2018, cuando volvimos a la balsa e invitamos a grupos que habían pasado por el festival durante los primeros diez años. Todos se volcaron. Fue muy especial.
Hacer el festival en la balsa no siempre ha sido viable.
En 2019 tuvimos que ir al pabellón, junto a la pista cubierta. Allí volvimos a reinventar el festival, adaptándolo a un espacio más sólido. Pasaron por allí Novedades Carminha, Kazy Lambist, Cala Vento, El Petit de Cal Eril otra vez... Fue una edición que parecía marcar el comienzo de una nueva etapa. Hay anécdotas cada año. Los primeros años en la balsa fueron muy curiosos, especialmente porque lo descubríamos todo desde dentro. Antes éramos público y de repente éramos organizadores. Aprendíamos sobre la marcha, con mucha ilusión y un punto de amateurismo honesto. También recuerdo los años en los Jardinets, con el Museu del Gas, donde multiplicábamos escenarios con bandas quizás pequeñas, pero muy talentosas. Allí vivimos conciertos preciosos: Anímic, Berlinist, Lasers, Valius... Fueron años duros, pero llenos de aprendizaje y buenos momentos.

Tengo la sensación de que la edición del año pasado con Antònia Font fue un punto de inflexión.
Sí, definitivamente. La edición de 2023 fue una gran fiesta. Ya hacía tiempo que cambiábamos de década, con más experiencia, y nos vimos obligados a reinventarnos durante la pandemia. En 2020 hicimos una edición de otoño en Fira Sabadell, que llamamos “Resposta Antròpica Sonora”. Fue una experiencia muy emotiva. Artistas, técnicos y público estaban con la piel de gallina. Pero el verdadero momento de inflexión fue en 2021, con el paso al Parc Catalunya, que es sin duda el espacio ideal para nosotros. Aquel sábado con Rigoberta Bandini y Manel, diez años después, fue el clic definitivo. Además, aquel 2021 coincidió con la consolidación de la apertura de la entidad y la incorporación de mucha más gente joven, que nos dio un impulso a los veteranos, haciendo del equipo actual una suma de todo. Pero sí, el concierto del año pasado de Antònia Font fue muy especial para Sabadell y para nosotros. Una especie de reconciliación.
¿Alguna vez habéis tenido la tentación de iros...?
Sí, tentaciones ha habido. Pero nos gusta mucho estar en casa. Sabadell es la esencia del Embassa’t. Hemos luchado mucho. Hacer el festival aquí no es fácil, pero creo que hemos sabido darle la vuelta. Nos quedamos porque nos gusta, porque somos de aquí y porque tiene sentido. Con el Ayuntamiento hemos establecido una muy buena relación. Nos ha acompañado desde el principio. Marta (Farrés), la actual alcaldesa, era concejala de Juventud cuando empezamos. Ahora estamos en Cultura, que es donde nos corresponde, pero sigue siendo un área muy infradotada. También contamos con apoyo de la Generalitat y la Diputación, pero siempre se podría hacer más.
En un contexto de gran competencia, ¿cómo se mantiene el equilibrio entre crecer y no perder la esencia?
Cuidando cada detalle. No queremos convertir el festival en una feria de patrocinadores. Somos bastante quisquillosos con eso. No somos una empresa que se dedique al 100% y quizás podríamos tener más apoyos, pero preferimos dormir tranquilos. Nos gusta ser coherentes con lo que defendemos.

De hecho, siempre os habéis definido como un festival de pequeño formato, con precios populares y un cartel centrado en música independiente catalana.
Totalmente. Y añadiría la coherencia. Nos gusta hacer las cosas con sentido. Eso también intentamos transmitirlo a través del proyecto Fàbrica Embassa’t, que es una plataforma para nuevos talentos. Recibimos muchísimas propuestas y las finales del concurso siempre tienen un nivel espectacular. Este año, por ejemplo, los ganadores, GIN, lo han tenido muy difícil porque el nivel era altísimo.
Con tantos festivales y cachés inflados, ¿cuesta mucho hacer el cartel?
Mucho. Pero tenemos un equipo de contratación y booking excelente. Es cierto que el sector está muy especulado, y nosotros somos pequeños. Nos movemos dentro de nuestras posibilidades. A veces acertamos mucho y otras cometemos errores, pero musicalmente casi siempre somos coherentes.
Hay mucha especulación en el sector, y nosotros somos pequeños. Nos movemos dentro de nuestras posibilidades. A veces acertamos mucho y otras cometemos errores, pero musicalmente casi siempre somos coherentes.
El año pasado comenzasteis con Antònia Font. Este año con Els Pets. ¿Un reconocimiento a los clásicos del país?
Y antes lo hicimos con Adrià Puntí, Quimi Portet o Albert Pla. Nos gusta reivindicar el legado musical del país y, al mismo tiempo, combinarlo con propuestas más alternativas. Creemos que forma parte de nuestro trabajo.
Y tú, como director, ¿puedes disfrutar del festival?
Cada vez más. Pero en mayo ya se duerme poco, te preocupas por el tiempo, por los detalles... Todo tiene que salir bien. Con los años lo vivo de una manera más tranquila, pero igual de intensa. Queremos mucho al festival.