Dídac tiene 16 años y hace un viaje en bicicleta por el Danubio con su familia. En medio del calor, paisajes fluviales y calma verde, aparece un chico misterioso entre las aguas del río. Su presencia no solo despierta algo nuevo dentro de Dídac, sino que altera las relaciones familiares, especialmente con su hermano y su madre. Este es el punto de partida de Extraño río, ópera prima de Jaume Claret Muxart (Barcelona, 1998) que se estrena este viernes, postulándose como una de las cintas catalanas del año.
Un poema visual
Preestrenada en la sección Orizzonti del Festival de Venecia —dedicada a las nuevas voces y las propuestas más creativas—, el film ha captado la atención por su frescura, sensibilidad visual y una voz cinematográfica que habla más por atmósferas que por guiones estrictamente convencionales. Coescrito con Meritxell Colell, otro de los nombres más sugerentes de la nueva hornada de realizadoras y realizadores del cine catalán, Extraño río no pretende ser una obra autobiográfica, aunque Claret extrae el espíritu de los viajes que hacía de pequeño con su familia, especialmente en bicicleta por los ríos. Es de la experiencia de estas travesías que nace la pulsión narrativa de la película. El paisaje natural y el ritmo del río se convierten en ejes simbólicos: el Danubio es espacio de transformación, lugar del misterio y de la introspección.

No solo es una película sobre el descubrimiento de la sexualidad, sobre traumas o conflictos sociales explícitos, sino sobre la incertidumbre, la belleza de no saber y la tensión entre lo que somos, lo que queremos ser y lo que podemos llegar a ser
Una de las aportaciones más interesantes de Extraño río es que rehúsa muchos de los tópicos y códigos de los films coming of age. No solo es una película sobre el descubrimiento de la sexualidad, sobre traumas o conflictos sociales explícitos, sino sobre la incertidumbre, la belleza de no saber y la tensión entre lo que somos, lo que queremos ser y lo que podemos llegar a ser. En esto, la naturaleza juega un papel formidable: la lluvia, la tormenta, el viento, el color de las hojas... son más que un trasfondo escénico, forman parte activa del relato, transformando personajes y escenas. Del mismo modo que la decisión de rodar en 16 mm aporta una textura visual especial, que envuelve el film de una calidad sensorial transportando al espectador dentro de la atmósfera. Destacar, igualmente, el trabajo de los intérpretes en este viaje sensorial. Nausicaa Bonnín, como siempre notable, y Jordi Oriol como los padres; Jan Monter como Dídac (después de superar un casting con más de 800 jóvenes), Bernat Solé, Roc Colell y Francesco Wenz entre los hermanos y otras figuras que confluyen en la trama, conforman un reparto que mezcla actores consolidados y jóvenes promesas.
Extraño río es una película y una declaración de intenciones de su realizador: cine intimista, poético y radicado en la experiencia personal, pero con escala para hablar de la adolescencia universal, del cambio, del contacto humano con la naturaleza, descubriéndonos un director con una voz emotiva que rueda con la mirada pero también con el corazón. Un largometraje, cinta que se alza como uno de los títulos más relevantes de este curso en nuestro cosmos filmográfico, que, cada vez más, apuesta por la exploración de un realismo onírico huyendo de los formatos previsibles y los dogmas encapsulantes.