"Ha habido un momento, durante el tercer maridaje entre el rosado y el queso de oveja, que he notado lo mismo que siento cuando me encuentro delante de una obra de arte en un museo". Pasaban dos minutos de las ocho y cuarto de la noche cuando uno de los asistentes al acto del Club El Nacional de ayer por la noche hizo esta confesión tan personal, pero tranquilos, por mucho que les sorprenda, esta crónica no tratará de arte contemporáneo, sino de vino. Eso sí, les aviso que si se aventuran a leer qué pasó ayer en el Celler Gelida, es posible que sufran una dosis extrema de gula y un irrefrenable deseo de visitar el Penedès. Los artículos, por desgracia, todavía no permiten teletransportarnos físicamente a ningún lugar, pero ayer la sumiller de ElNacional.cat, Meritxell Falgueras, dejó claro que el Penedès puede visitarse a través del paladar.

A las siete de la tarde se había dado el pistoletazo de salida a la Cata de vinos DO Penedès, una experiencia vinícola exclusiva de pequeño formato que llenó con una veintena de personas la sala de cata de la histórica tienda de vinos del barrio de Sants, en Barcelona. Concebir el vino como una creación artística y de autor es uno de los valores que desde hace años están poniendo de manifiesto varias bodegas de la Denominación de Origen Penedès, motivadas a demostrar que el legado de más de 2.700 años de tradición vinícola es una herencia convertida en un don: bodegas donde la calidad tiene más importancia que la cantidad y vinos no sólo capaces de expresar el terruño del Penedès, sino también de emocionar a través de la nariz o los labios.

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Una polifonía de sentidos

Los franceses tienen una expresión preciosa denominada coup de coeur, que en castellano podríamos traducir como una "punzada inesperada" o "enamoramiento instantáneo" que produce una emoción. Y pues, ¿puede un vino poner la carne de gallina? ¿Puede producir un escalofrío? ¿Puede ser un coup de coeur? Eso es lo que ayer experimentaron los socios del Club El Nacional degustando cinco vinos de gama alta DO Penedès maridados con productos llegados todos ellos de las tierras penedesencas.

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El primer maridaje lo protagonizaron un Clàssic Penedès de la bodega Mas Bertran (Sant Martí Sarroca) con unas nueces de macadamia tostadas Torra. Mientras la salinidad de la fusión entre las nueces y las burbujas del vino espumoso Argila se fundía en el paladar de los asistentes, Falgueras aprovechó para explicar que el Clàssic Penedès es la categoría de vinos espumosos con sello DO Penedès: vinos elaborados únicamente en el territorio del Penedès, con más de 15 meses de crianza y 100% ecológicos.

Acto seguido se dio el salto a los vinos tranquilos, con la degustación de un monovarietal xarel·lo de la bodega biodinámica Parés Baltà (Pacs del Penedès), Calcari, que se ligó con un queso de cabra joven seleccionado y afinado por la quesería vilafranquina Xerigots. El xarel·lo, variedad estrella y única del Penedès, expresó a rajatabla la acidez mediterránea de unas uvas de prestigio internacional y que se han convertido en una metonimia del propio Penedès.

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La frontera entre los blancos y los tintos llegó con el tercer maridaje, que tuvo como elementos de fusión un queso de oveja curado ―también afinado por Xerigots― y un Gran Caus rosado 2018, de Can Ràfols dels Caus (Avinyonet del Penedès), uno de los vinos rosados con más personalidad y prestigio de Catalunya. Un vino de color cereza con aromas de fresa, frambuesas y fruta fresca que supo armonizar a la perfección con un queso de los que perviven en boca durante un largo lapso de tiempo, como los recuerdos que no se quiere dejar escapar nunca.

El primero de los vinos tintos de la cata fue un joven, el Can Feixes Negre Selecció 2018 de la bodega Can Feixes (Cabrera de Anoia), un vino joven con mezcla de tempranillo, merlot, cabernet sauvignon y petit verdot y que, como detalló Falgueras, aporta notas de bosque mediterráneo en nariz y fruta roja y regaliz en boca. Para acompañarlo, los miembros del Club disfrutaron de unas carnosas e incomparables olivas empeltre negras Blai Peris (Sant Pere de Riudebitlles), pequeños elaboradores de aceitunas y paté de olivas tradicionales con los campos de olivos y el obrador en la Terra Alta y las oficinas en el corazón del Penedès.

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La ruta enogastronómica por el Penedès se cerró por la puerta grande con un vino magistral y un chocolate de personalidad propia. Abrir una botella de Mas la Plana, de Familia Torres (Pacs del Penedès), no es algo que se haga cada día, pero casarlo con chocolate 85% cacao Simón Coll convierte el maridaje de este legendario vino de finca en una experiencia sensorial. El chocolate de la histórica familia chocolatera de Sant Sadurní d'Anoia, elaborado con ingredientes naturales de gran calidad y fabricado siguiendo el proceso de selección y tostado tradicional del grano de cacao, se fundió con las notas elegantes, afrutadas y profundas del Mas la Plana, uno de los vinos más prestigiosos del estado español.

Una armonía de placeres

Toda polifonía es fruto de una capacidad para armonizar varios elementos, y en eso consistió la cata exclusiva guiada por Meritxell Falgueras: al acompañar de palabras lo que no es nada más que líquido o materia. El cuerpo y el deseo, el número y la música o el vino y la comida. Desde que el mundo es mundo, diversos han sido los elementos que, fusionados, han permitido al ser humano acercarse a la catarsis, aquel estado del alma en el cual la vida deja de vivirse para pasarse a vivir disfrutando. Ayer, sin sufrir retrasos de Rodalies o sin tener que pagar el peaje de Martorell, los miembros del Club El Nacional descubrieron la esencia del Penedès sin moverse de una sala de cata de Barcelona, al igual que ustedes espero que lo hayan descubierto ahora leyendo esta crónica. Al fin y al cabo, esta es la magia de la poética del vino: poder viajar y transportarse a otros lugares con el único billete de una copa acercándose a los labios.