"El muro no lo derribó el punk", me insiste David Granda. "El muro lo derribó Mijaíl Gorbachov. De hecho, el muro ya había caído, la cuestión era saber la fecha en que se oficializaría". En Hungría el Telón de acero estaba abierto desde septiembre de aquel 1989 y, en aquellos mismos días, los exteriores de la embajada de Checoslovaquia en Berlín Este estaban ocupados por alemanes orientales que habían huido. Sólo había que saber cuándo pasaría. Finalmente, fue el 9 de noviembre de 1989 cuando se oficializó el final de la Guerra Fría y consecuentemente la caducidad de los dos grandes bloques. "De hecho, un mes antes de la caída, hubo una reunión para establecer como se gestionaría el flujo de gente de una lado a otro en el transporte público. Fue Gorbachov. Si no hubiera querido no habría pasado. Los soviéticos ya habían reprimido la sublevación de la Alemania del Este el año 1953. De la misma manera que evitaron la caída del Telón de acero en 1956 en Budapest y en 1968 en Praga. No quiero quitar ningún mérito a todas las sublevaciones populares que se produjeron en la RDA, muchas de ellas a partir de los hechos de Zionskirche. Pero fue Gorbachov".

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Dos años antes de la caída del muro de Berlín, el 17 de octubre de 1987, la iglesia protestante de Zionskirche (la misma iglesia que en sus intestinos escondía la biblioteca de libros prohibidos por el politburó Umweltbibliothek), en la parte oriental de la ciudad, se convertía en una improvisada sala de conciertos (no era la primera vez) acogiendo la actuación clandestina de dos bandas de punk: Die Firma y Element of Crime. Los primeros eran una de las formaciones destacadas de la escena musical underground de la RDA. El segundos, que cruzaron el muro furtivamente, un grupo fundamental del género en el Berlín Occidental. La velada, que reunió a más de 2000 personas, acabó cuando un grupo de 30 skinheads neonazis del Berlín comunista irrumpieron en la parroquia y agredieron decenas de los punks allí congregados con una violencia aterradora bajo la mirada cómplice de la policía.

portada planas|llanuras para conquistar berlin
Planes para conquistar Berlín

David Granda, periodista madrileño establecido en Viena, revive todo lo que pasó en aquel concierto, noche que avanzaba el colapso de la RDA (y con ella el resto de la Europa soviética) en Planes para conquistar Berlín, un libro extraordinario, publicado por Libros del KO (su catálogo es oro puro) que, a partir del testigo de decenas de protagonistas involucrados en el relato, bascula entre el ensayo histórico más riguroso y la novela de espías más adictiva. "Hoy me he puesto a repasar correos antiguos, y empecé a trabajar en esta historia el año 2016. Han sido cinco años de trabajo muy intenso. Un libro que, más allá de la historia que explica, tiene la intención de ser un homenaje a la ciudad de Berlín", indica por videollamada al autor.

Punks del Berlín Est en Alexanderplatz 1981
Concentración de los primeros punks del Berlín Este en el emblemática Alexanderplatz el año 1981 / Foto: SUBstitut Archiv (Berlín)

Historiador y periodista, Granda incide en el que hecho que le interesaba era dibujar el juego de espejos que había entre las culturas disidentes de Berlín Oriental y Berlín Occidental, "con personajes como Blixa Bargeld, fundador del grupo (de rock y electrónica industrial) Einstürzende Neubautenue que pasaban completamente de lo que se hacía al otro lado del muro, y de otros, como Jakob Ilja, guitarrista de Element of Crime, en contacto permanente con la escena cultural alternativa del Este. Lo mismo que su compañero de grupo, el cantante y ahora novelista de éxito, Sven Regener".

David Bowie y sus héroes de Berlín

"Ahora ya han pasado más de 30 años de su caída, pero soy de una generación que tiene muy presente el muro, aunque la primera vez que fui a Berlín ya era una ciudad totalmente diferente a la que aparece al libro". Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta el año 1989, Berlín no era una ciudad, eran dos ciudades, eran dos países, eran dos continentes políticos no sólo diferentes entre ellos sino que enfrentados políticamente. De esta fascinación por Berlín y la suma a la ecuación de otra de las pasiones de Granda: la música, nacía Planes para conquistar Berlín.

Bowie en Berlín
David Bowie con Tony Visconti y Brian Eno en los Hansa Tonstudio de Berlín

"Me adentré en los archivos de la Stasi buscando información sobre David Bowie", evoca. Era el año 1976 y el gran camaleón del rock llegó a Berlín intentando buscar un refugio en que desintoxicarse de la cocaína y tomar distancia de la vida de estrella que practicaba en Los Angeles. El Duque Blanco se instaló en un piso del barrio de Schöneberg que compartía con su colega Iggy Pop. Vivió ahí hasta 1978, y durante aquella etapa grabó tres de los mejores trabajos de su discografía, La llamada Trilogía de Berlín, que inició con la publicación el 1977 de Low y cerró con Lodger en 1979, un trabajo,  que aunque se ha incluido dentro de esta etapa se grabó entre Suiza y Nueva York. En medio de los dos discos, Heroes, su obra berlinesa, también aparecida en 1977, por excelencia. Bowie grabó este disco en los legendarios Hansa Tonstudios; enclave fundamental en la historia de la música del siglo XX, con una nómina de clientes que incluye nombres como Nick Cave, Depeche Mode, R.E.M., Pixies o U2.

David Bowie 'Heroes'

"I, I can remember (I remember) Standing, by the wall (by the wall) And the guns, shot above our heads (over our heads) And we kissed, as though nothing could fall (nothing could fall) And the shame, was on the other side Oh we can beat them, for ever and ever Then we could be Heroes, just for one day", dice uno de los versos de la canción que da título al álbum, referencia directa al muro que el Starman podía ver desde una de las ventanas del estudio. "A diferencia de muchas otras estrellas que vivieron en Berlín, David Bowie a menudo cruzaba  al otro lado de la ciudad".

Una obra coral única

Por casualidad, por una de aquellas serendipias del destino, buscando información sobre los años berlineses de Bowie en los archivos de lo Stasi, David Granda dio con la historia del concierto del 17 de octubre de 1987 a la iglesia protestante de Zionskirche. "Esta historia es una obra coral única. En este relato puedes encontrar todos los elementos para entender la complejidad de las dos ciudades de Berlín en aquellos años: una banda punk del Berlín occidental que cruza el muro clandestinamente, una banda de punk del Berlín oriental, una iglesia, un cura protestante progresista que permite actividades 'ilegales' en su templo, skinheads neonazis de la Alemania comunista, la policía criminal (que no era el Stasi) en la puerta del concierto sin actuar ante la agresión...".

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Punks del Berlín Est a inicios de los años ochenta / Foto: SUBstitut Archiv

Un concierto en una iglesia protestante del Berlín Oriental que es reventado por un grupo de skinheads neonazis en un país que no admite la existencia de elementos fascistas dentro de sus fronteras. Una buena historia por explicar que acaba siendo un relato extraordinario cuando el autor empieza a adentrarse en las interioridades del caso. Es entonces que el ensayo histórico se transmuta en la más adictiva de las novelas de espías al estilo de John le Carré. Una película todavía no rodada a medio camino entre Goodbye, Lenin! y La vida de los otros. "Durante la investigación, un hecho me llevaba a otro, y cada descubrimiento era más sorprendente que el anterior. Quise conservar esta estructura en el libro: voy narrando a medida que voy descubriendo hechos, y eso me permite ir trazando la conexión entre los personajes".

Spoiler: a partir de aquí el lector descubrirá elementos claves del relato, por lo que puede dejar de leer el artículo y zambullirse directamente en el libro o, si no lo importa que se le revelen detalles fundamentales del caso, seguir con la lectura de esta pieza.

Infiltrados y delatores

Aquella noche del 17 de octubre de 1987 había dos confidentes de la Stasi sobre el escenario de la iglesia. Dos figuras esenciales de la contracultura del Berlín Este, que durante años pasaron informes a la agencia de inteligencia de la RDA sobre sus amigos y conocidos de la escena underground de Prenzlauer Berg, punto neurálgico de disidencia cultural en la parte oriental de la ciudad.

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Foto de la ficha policial de punks del Berlin Est detenidos por la Stasi / Foto: SUBstitut Archiv

¿Punks haciendo de esbirros de la policía secreta pasando información de sus camaradas en el underground? Sorprendente de inicio, nada excepcional cuando ya has leído más de la mitad de Planes para conquistar Berlín. Durante décadas la Stasi mantuvo miles de infiltrados e informadores en todos los sectores sociales de la RDA, centenares de ellos dentro de los movimientos contraculturales. Todo para mantener el orden y los valores estalinistas en sus villas y ciudades.

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Jana Schlosser, cantante de la banda seminal Namenlos, fue una de las punks más represaliadas por la Stasi / Foto: SUBstitut Archiv

"Durante los años noventa hubo una caza de brujas en Alemania para descubrir y señalar a los delatores. A veces con motivo y de forma muy justa. En otros casos se aprovechaba estos vínculos con la Stasi para acabar con la carrera de los confidentes. Eran confidentes, sí, pero también habría que ver las motivaciones porque lo hacían cada uno de ellos. Mi objetivo nunca ha sido juzgar a los confidentes que aparecen en el libro. Yo lo que perseguía era ponerles la grabadora delante y que dieran su versión de los hechos. Ahora bien, una cosa es no establecer juicios de valores y la otra dejar de interpretar los hechos". Y los hechos y Planes para conquistar Berlín dicen que no, que el muro no lo derribó el punk, que fue Mijaíl Gorbachev. Sin embargo, aunque la escena contracultural Prenzlauer Berg era un hormiguero de infiltrados y delatores, sí que fue una acelerador para hacerlo caer.

¿Qué queda el año 2022 de aquel espíritu trangresor de la disidencia cultural del Berlín Oriental de los años 80?
En los años noventa irrumpió el techno y las drogas vinculadas con la música electrónica. Nada fue lo mismo en Berlín, excepto el espíritu transgresor y contracultural, que se mantuvo. Desde los años sesenta, la ciudad fue una obra de ingeniería politicocultural. Para la RFA era una pecera capitalista en un mar rojo que había que mantener viva como fuera. Todavía ahora, 40 años después, sigue siendo un lugar único donde pasan cosas increíbles.