Quawra (entonces distrito de Ixbilia de l'Imperi almohade), año 1265. Las tropas del rey Alfonso X de Castilla y León (llamado "el Sabio"), conquistaban aquella pequeña ciudad andalusí en el arenal del Guadalquivir y a quince kilómetros al sur de Sevilla. Qawra, que a partir del hecho pasaría a llamarse Coria fue vaciada: su población -de remoto origen hispanorromano, pero islamizada y arabizada durante la etapa andalusí- fue expulsada (como en tantísimas operaciones de la mal llamada "reconquista", tanto castellano-leonesa como catalano-aragonesa) y sustituida por 150 familias (entre setecientas y ochocientas personas) originarias de Catalunya.

Mapa de la Baja Andalucía (1579). Fuente Cartoteca de CatalunyaMapa de la Baja Andalucía (1579) / Fuente: Cartoteca de Catalunya

¿De dónde salieron aquellos catalanes?

Diecisiete años antes (1248), las tropas del rey Fernando III de Castilla y León (llamado "el Santo") -padre y antecesor de Alfonso X- habían conquistado Sevilla. La empresa sevillana del "rey santo" había requerido un gran esfuerzo: se puede decir que la depuración y sustitución de la población de la vieja Hispalis (la Ixbilia árabe) había agotado -transitoriamente- los viveros demográficos tradicionales castellano-leoneses (Galicia, Asturias y Vizcaya). Por este motivo, Alfonso X recurrió a su suegro, el conde-rey catalano-aragonés Jaime I, que le cedió un contingente de colonos catalanes que se convertirían en la base primigenia de la actual población de Corai del Río.

¿Por qué catalanes, y no portugueses o franceses?

La colonización catalana del nuevo dominio castellano-leonés de Coria no sería un fenómeno aislado. La aparente buena relación entre yerno y suegro que explica aquella empresa, se repetiría el año siguiente (1266) en la conquista castellano-leonesa del reino de Murcia. Según los Llibres de Repartiments, las tres cuartas partes de la repoblación murciana se efectuó con colonos catalanes. En estas iniciativas, se adivina la influencia de la reina Violante, esposa del castellano Alfonso e hija del catalán Jaime. No obstante, Violante no participaría nunca de ningún tipo de ideología hispanista: renunció a ser sepultada en el panteón de los reyes castellanos; y pidió ser enterrada en Vallbona de les Monges.

Representació de un miembro de la embajada Keicho (1614). Font Sociedad Geográfica EspañolaRepresentación de un miembro de la embajada Keicho (1614) / Fuente: Sociedad Geográfica Española

El catalán, la primera lengua de Coria

Aquella repoblación catalana tuvo una importancia decisiva en la formación medieval y moderna de Coria. Tanto es así que el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1850), obra de Pascual Madoz, y considerado el primer vademécum antropológico español de la historia; en el apartado referido a Coria lo cita como un acontecimiento de extraordinaria importancia. Otra cosa es lo que pasó con la lengua de aquella comunidad. La documentación local de los siglos posteriores apunta a que aquellos pioneros catalanes se mezclaron con población castellanohablante del entorno y perdieron su lengua y su identidad de grupo.

Los japoneses

La colonización catalana no se el único fenómeno singular de Coria. Ni siquiera el más exótico. Lo que pasó a inicios de la centuria de 1600, cambiaría de nuevo la fisonomía y la historia de la ciudad. El año 1614, llegó a Sevilla -en aquel momento la grande capital comercial de la monarquía hispánica- una embajada procedente del Imperio del Sol Naciente. Aquella embajada, formada por personajes tan singulares como samuráis, mercaderes y marineros llegó en Sevilla con el propósito de entablar relaciones políticas y comerciales con la monarquía de los Habsburgo. Se puede decir que era la primera vez que los japoneses rompían su ancestral aislamiento y se abrían al mundo.

La embajada japonesa

Aquella embajada no era fruto de la casualidad. La Iglesia Católica ya había iniciado las primeras maniobras de aproximación. Desde que el vasco Francisco de Jaso y Azpilicueta (más conocido como san Francisco Javier) había puesto los pies en Japón (1548), jesuitas y franciscanos habían desplegado tímidas -pero efectivas- misiones evangelizadoras. Cuando la embajada Keicho, liderada por el samurái Hasekura Tsunenaga, puso los pies en Sevilla (1614), la sociedad japonesa estaba inmersa en un debate apertura-reclusión donde la figura del misionero jesuita Joan Santa Marta (Praderas, Baix Camp, 1578 – Kyoto, Japón, 1618) había adquirido un papel extraordinariamente relevante.

Vista de Sevilla (1588). En|A el fondo y a la izquierda Co-Ría del Rio. Font Universidad de Sevilla

Vista de Sevilla (1588) En el fondo y a la izquierda Coria del Río / Fuente: Universidad de Sevilla

El fracaso de la embajada japonesa

Aquella cumbre se resolvió con sonado fracaso. Ni el poder japonés ni el poder hispánico fueron capaces de superar las diferencias ideológicas y religiosas que los separaban a pesar de la predisposición favorable de la legación nipona. Todo indica que algunos de aquellos embajadores tenían conocimiento de la lengua castellana e, incluso, practicaban la religión católica; en buena parte gracias a las misiones evangelizadoras. Y esta debió de ser, muy probablemente, la causa que animaría a buena parte de aquel grupo a quedarse en Andalucía. Es muy revelador el hecho de que cuando en Japón supieron que la embajada había fracasado, encarcelaron (1615) y decapitaron (1618) a Joan Santa Marta.

Los japoneses de Andalucía

Aquel grupo de japoneses que no siguieron el camino de retorno no se establecieron en Sevilla, sino en Coria. Y se casaron con mujeres de la ciudad. La semilla japonesa se esparció por todos las calles y las plazas; y, en la actualidad, más de 700 personas de un total de 31.000 vecinos, se apellidan Japón. Muy probablemente, la descendencia de aquellos japoneses que renunciaron a devolver a su patria y arraigaron en el arenal del Guadalquivir abarque un número mayor de personas. En cualquiera de los casos, lo que si se puede afirmar es que, en la actualidad, los vecinos de esta ciudad andaluza son, en buena parte, el sorprendente y enigmático resultado del mestizaje entre catalanes y japoneses.