Jordi Portals ganó el Premio de Literatura Erótica Vall d'Albaida con La confessió, un libro que ahora publica la editorial Bromera. Portals, que había ganado numerosos premios de narrativa corta y había publicado varias obras de ensayo y teatro. La confessió, en el fondo, es la recuperación de un tema clásico de la novela erótica: el inicio a la sexualidad de una persona que hasta entonces se ha mantenido al margen de ella de forma encarnizada. Pero Portals le da la vuelta a la historia.

Un mundo por descubrir

Si en Justine del marqués de Sade, y en tantas obras pornográficas posteriores, el protagonista de la obra era una chica joven que era empujada a la sexualidad por hombres mayores que ella, el protagonista de La confessió es un sacerdote. Y ya mayor. En la primera página del libro el personaje, que escribe en primera persona, lo expone abiertamente: "Digámoslo de entrada: tengo más de sesenta años y soy virgen". La explicación viene acto seguido: el personaje es un sacerdote. En un tiempo donde se multiplican las revelaciones de escándalos sexuales en el seno de la Iglesia, Portals hubiera podido retratar a un personaje pervertido, un auténtico sátrapa, y nadie hubiera dudado de su credibilidad. Pero el personaje se escapa completamente de este cliché. El protagonista de La confessió es un cura vocacional, que ha mantenido el celibato, y que si bien ha tenido tentaciones, siempre ha luchado para superarlas con el fin de dedicarse plenamente al sacerdocio.

La confesión

La plácida existencia de este cura, que se dedica atentamente a una feligresía en franca crisis, se ve repentinamente rota por una mujer. Esta va a confesarse y le explica con pelos y señales una relación adúltera que mantiene y que le provoca problemas de conciencia porque es muy católica (aunque sabe que su marido la ha estado engañando durante años). La mujer no puede dejar la relación y periódicamente volverá a la iglesia y le explicará al confesor los progresos de su relación. Portals no retrata a una modelo espectacular, sino a una mujer madura y discreta, pero eso no saca que el cura vaya cogiendo una fijación en su experiencia sexual y acabe totalmente obsesionado por ella, hasta el punto de escribir un diario sobre sus confesiones y la excitación que le provocan, descubriéndole un mundo que le había permanecido oculto.

Control

Jordi Portals consigue hacer una obra muy mesurada, que justamente por eso se hace muy verosímil. La espiral de obsesión del cura por su feligresa y por el sexo irá en aumento de forma exponencial a lo largo de las 100 páginas de este pequeño libro cargado de grandes pasiones. Si no hay nada más erótico que la caída de lo imposible, la perversión de un honesto sacerdote de 60 años, sin duda, supera récords. Y, además, escapa a los esquemas a menudo demasiado reiterativos del género. El juego entre la confesión del sacerdote, que explica al lector sus pecados de pensamiento, y la confesión de la feligresa explicando sus pecados de obra, resulta muy logrado.