Plymouth (Inglaterra), 1 de noviembre de 1501. Hace 521 años. Catalina de Aragón, la hija menor de Fernando II de Catalunya-Aragón y de Isabel I de Castilla-León; que, pocos días antes, había llegado a Inglaterra después de un accidentado viaje de seis semanas de duración, era oficialmente recibida por las autoridades del país. El discurso que leyó el obispo católico de Bath "Congratulatory adress on the arrival of Catherine of Aragon for her marriage" y que se conserva en los Archivos Nacionales de Inglaterra; pone de relieve que, en torno a aquella niña de quince años y de la boda que le habían concertado con Arturo, heredero al trono de Londres, se habían creado grandes expectativas, que el tiempo y los acontecimientos se encargarían de disipar. No obstante, Catalina representó un papel de importancia primordial en aquella Inglaterra emergente del siglo XVI.

¿Quién era Catalina?

Catalina era la quinta y última hija de los reyes Fernando e Isabel, y había nacido en Alcalá de Henares (Corona castellanoleonesa) a finales de 1485. No obstante, nunca fue identificada con el denominador "de Castilla". A diferencia de su hermana Juana, mal nombrada "la Loca"; siempre llevó el denominador "de Aragón". Incluso, durante los años en Inglaterra, como esposa del heredero Arturo y del rey Enrique VIII (1501-1536). Este detalle es muy importante, sobre todo cuando sabemos que en las Capitulaciones de Cervera (1468) y en la Concordia de Segovia (1475), se había pactado y confirmado que las dos coronas conservarían su independencia. El denominador que acompañó a su nombre; las relaciones que cultivó, los intereses que defendió; y la lengua que a menudo utilizó; la definirían como la reina "catalana" de Inglaterra.

Enric y Ferran. Suegro y padre de Caterina. Fuente National Portrait Gallery, Londres y Kunsthistorisches Museum, Viena
Enric y Fernando. Suegro y padre de Catalina. Fuente National Portrait Gallery, Londres y Kunsthistorisches Museum, Viena

¿De dónde venía Catalina?

Catalina había sido educada en la austeridad de la corte hispánica. Pero, según las fuentes documentales, esta austeridad no estaba reñida con la familiaridad y la intelectualidad que, también, presidieron a aquella corte. Las mismas fuentes aseguran que, a diferencia de lo que pasaba en la mayoría de las cortes europeas de la época, la familia real hispánica funcionaba, realmente, como una familia. Un detalle que no explica el trato inhumano que Fernando dispensó a todas sus hijas, especialmente a Juana, mal nombrada "la Loca". En cambio, la intelectualidad de la que hacían gala sí quedaría como un sello de distinción de aquellos últimos Trastámara. Cuando menos, en el caso de Catalina, que fue políglota (hablaba catalán, castellano, francés, inglés y latín) y mantendría correspondencia y amistad con las principales figuras de la intelectualidad de la época.

La Inglaterra que conoció Catalina

A caballo entre los siglos XV y XVI, Inglaterra ya no era aquella isla tenebrosa, siniestra y salvaje de la Edad Media. Con la apertura de las rutas de navegación atlánticas —que habían conducido hasta el continente americano— y árticas —que buscaban el camino más corto hacia el Extremo Oriente; Inglaterra se había convertido en una estratégica plataforma de proyección de expediciones y en un prometedor mercado de distribución comercial. Al mismo tiempo, Inglaterra había perdido la Guerra de los Cien Años (1337-1453) I la derrota inglesa se había traducido en una revolución que había precipitado una serie de cambios dinásticos (los históricos Plantagenet dejaban paso a los Lancaster y estos no habían podido evitar el ascenso de los Tudor, impulsados por las clases mercantiles de Londres y de Brístol); y en una sustancial alteración del campo de proyección (del continente hacia el océano).

Artur y Enric, primero y segundo esposo de Caterina. Fuente Royal Collection, Londres y Museo Tyssen Bornemisza, Madrid
Arturo y Enrique, primero y segundo esposo de Catalina. Fuente: Royal Collection, Londres y Museo Tyssen Bornemisza, Madrid

De oca a oca: de Arturo a Enrique

Dos semanas después de su llegada (14 de noviembre de 1501) se ve efectivo el compromiso matrimonial que habían pactado las cancillerías hispánica e inglesa y fue casada con Arturo Tudor, hijo de Enrique VII y heredero al trono. Pero el Príncipe de Gales moría cuatro meses y medio después (2 de abril de 1502) a causa de una enfermedad infecciosa (probablemente el "sudor inglés", una especie de Peste Negra local). Inesperadamente, y con tan solo dieciséis años, Catalina se convertía en la princesa-viuda de Gales; y en un auténtico quebradero de cabeza diplomático. Su suegro Enrique VII se resistía a devolver la novia y la dote matrimonial (200.000 ducados; el equivalente a 200 millones de euros), y la retuvo esperando que Fernando e Isabel se avinieran a casarla con Enrique, el hermano pequeño del difunto Arturo y futuro rey Enrique VIII; que entonces solo tenía 10 años.

Catalina embajadora

Los hechos posteriores revelan que a Fernando le convino más mantener Catalina en Londres que recuperar la dote. Los Católicos aceptaron comprometerla con Enrique y la casaron pasados siete años (1509) cuando el nuevo heredero ya tuviera edad para echarse con su excuñada. Pero, durante aquella espera Catalina no fue un simple elemento decorativo y pintoresco de la corte Tudor. Fernando, que conocía perfectamente las capacidades y las habilidades de Catalina, la nombró embajadora de la monarquía hispánica ante Enrique VII. Y las fuentes documentales revelan que, en varias ocasiones, el rey inglés lamentó no haber facturado la viuda y la dote a la muerte del heredero. Catalina cumplió con creces: trabajó intensamente en beneficio de los intereses políticos de Fernando... y comerciales de los catalanes establecidos en Inglaterra.

Mapa de Inglaterra (1542). Fuente Cartoteca de Catalunya
Mapa de Inglaterra (1542). Fuente Cartoteca de Catalunya

El enigma Catalina

El porqué el destino de Catalina se escribe en Londres está explicado por el papel que Inglaterra representa en aquel nuevo contexto geopolítico. Pero hay unos cuantos detalles que, si los relacionamos, arrojan luz sobre el enigma Catalina. No podemos pasar por alto el misterioso papel del obispo de Bath, que no era el diocesano de Plymouth, en la recepción de Catalina. Bath era una importante diócesis que abarcaba el puerto de Brístol, un importante núcleo de apoyo a los Tudor y donde, cuatro años antes (1497), Cabot había iniciado el primer viaje exploratorio inglés al continente americano. Cabot, expulsado del proyecto colombino (1491); no había ido a Brístol porque sí, sino porque era un puerto estratégico y la base de destacadas estirpes mercantiles catalanas; como los Botoner, los Torell o los Spert, que hicieron las funciones de puente entre Enrique VII y Fernando II.