Granada, 2 de enero de 1492. Hace 532 años. Las tropas cristianas de las coronas castellanoleonesa y catalanoaragonesa, comandadas por el rey Fernando II de Catalunya y de Aragón, entraban en la ciudad y culminaban la empresa militar de conquista del reino nazarí de Granada, el último dominio musulmán de la península Ibérica. El reino nazarí de Granada, totalmente rodeado por los dominios de la corona castellanoleonesa (reinos de Murcia, Jaén y Córdoba), estaba en la zona de proyección geográfica, exclusivamente, de los reyes de Toledo. Y eso había llevado a la historiografía tradicional española a sostener que aquella empresa había sido obra, exclusivamente, de las tropas castellanoleonesas y del genio de su soberana, Isabel I de Castilla y de León.

Sin embargo, si bien es cierto que el antiguo dominio nazarí fue incorporado al edificio político castellanoleonés (como el resultado de la proyección geográfica de los dominios de los reyes de Toledo); también lo es que en las fases central y final de aquel conflicto la participación de los catalanes que acompañaban a su rey fue muy destacada. La investigación moderna desmiente categóricamente la versión tradicional y revela, por ejemplo, que en el asedio, el asalto y la toma de Granada los catalanes formaban el 40% de los 5.000 efectivos del rey Fernando y que fueron los primeros que entraron en la ciudad. Ahora bien, si el Principado de Catalunya o la corona catalanoaragonesa no tenían ningún interés expansivo en aquella campaña, ¿qué hacían aquellos catalanes en aquella guerra?

Grabado de Granada (siglo XVI). Fuente Cartoteca de Catalunya
Grabado de Granada (siglo XVI) / Fuente: Cartoteca de Catalunya

Los catalanes en el sur peninsular

El estrecho de Gibraltar había quedado cerrado a la navegación de las potencias cristianas europeas desde que los árabes habían puesto el pie en la península Ibérica (711). Con la pujanza económica bajo-medieval (siglos XI en XV) las clases mercantiles genovesas, venecianas, pisanas, provenzales y catalanas habían recuperado la ambición de surcar el Estrecho y navegar el Atlántico. Y eso explicaría la creciente presión cristiana en el mar de Alborán. Solo para poner algunos ejemplos, vemos los grupos navales catalanes (con los genoveses, los venecianos y los pisanos) en la conquista leonesa almeriense (1147), en la conquista castellanoleonesa de Tarifa (1292) o en la destrucción de la piratería musulmana de Ceuta (1339). Por lo tanto, no tiene que extrañar la presencia catalana en la guerra de Granada.

Las fuentes documentales revelan que, ya con anterioridad, los catalanes están presentes, incluso, en las operaciones de conquista y repoblación del bajo Guadalquivir. Por poner otro ejemplo, en la conquista de Sevilla (1248), el rey Fernando III de Castilla y de León contó con un decisivo contingente de caballeros catalanes, comandados por el infante Alfonso (hijo primogénito del rey Jaime I). Una vez ganada la ciudad y su territorio, se procedería al reparto del botín y a los caballeros catalanes les correspondería la ciudad de Qwara, que a partir de aquel momento (1252) se denominaría Coria del Río. Las fuentes documentales revelan que Coria fue repoblada con un contingente de ciento cincuenta familias catalanas que son el origen remoto de la actual población.

Coca catalana. Fuente Museo Naval de Barcelona
Coca catalana / Fuente: Museo Naval de Barcelona

¿Quiénes eran los catalanes de Fernando?

Pero en la guerra de Granada (1482-1492) jugaron otros elementos, producto de las circunstancias sociopolíticas que habían afectado Catalunya durante el siglo XV. Y una de estas circunstancias (probablemente, la más importante) había sido la guerra civil catalana (1462-1472) que era como una especie de matrioska rusa que ocultaba, en su interior, los formidables conflictos de la Revolución Remensa y de la crisis de la Biga y de la Busca. En aquel escenario de conflictos, los Trastámara de Barcelona (el estamento de la corona) se vieron en la necesidad de defender el trono que habían ganado en Caspe (1412) en los campos de batalla, contra las fuerzas de la Generalitat (en aquella época controlada por la aristocracia terrateniente).

La corona —es decir, Alfonso V, Juan II y Fernando II— confió su destino a una alianza formada por la reunión de sus tradicionales aliados (clases mercantiles y pequeña nobleza, que eran, en definitiva, los enemigos ancestrales de la aristocracia terrateniente) y la de un nuevo elemento (los remensas sublevados contra los barones feudales; es decir, el mísero y oprimido campesinado de la Catalunya Vella en pie de guerra contra las opulentas clases aristocráticas terratenientes del país). El resultado de la guerra, favorable a la corona y a sus aliados, abriría un paisaje sociológico totalmente inédito. Aquella parte de la pequeña nobleza catalana que había dado apoyo a la corona sería sobradamente recompensada. Sería la que acompañaría a Fernando el Católico en la guerra de Granada.

Maqueta de la conquista cristiana de Sevilla. Font Museo Naval. Sevilla
Maqueta de la conquista cristiana de Sevilla / Fuente: Museo Naval Sevilla

¿Por la cruz o por el bolsillo?

La existencia de catalanes en la guerra de Granada puede conducir a la falsa percepción de que los súbditos de Fernando estaban en aquella campaña por el sacrosanto ideal de cruzada contra el último dominio islámico de la Península. Incluso, a algún inocente se le puede ocurrir que estaban allí por el sacrosanto ideal de la unidad de una España que no sería tal cosa hasta después de 1714. Nada más lejos de la realidad. La realidad nos dice que después del conflicto civil catalán, la pequeña nobleza (tanto la que se había aliado con la corona, como la que se había alineado con la aristocracia) había quedado totalmente arruinada. Y Fernando presentó a los suyos la guerra de Granada como una gran oportunidad para obtener numerosos botines y resarcirse patrimonialmente. Esta fue la realidad.