La franco-marroquí Leïla Slimani ganó el premio Goncourt, quizás el más prestigioso de las letras francesas, en el 2016 con Chanson douce. Ahora, el editorial Bromera lo publica en catalán, Una dolça cançó, con una traducción de lujo de Lluís-Anton Baulenas (en castellano lo ha publicado Cabaret Voltaire como Canción dulce). A través de esta historia, esta joven autora nos retrata la vida de los excluidos, aquellos que son transparentes, que no son visibles... Una trama trágica, que desde el principio se sabe como acaba, con el asesinato de dos niños, Adán, un bebé, y Mila, una niña de cuatro años, por parte de su canguro, Louise.

Vidas sin vida

En realidad Canción dulce es una aproximación en profundidad a la vida de Louise, una mujer atenta, eficaz... Alguien que ha resuelto la vida de Myriam y Paul, que les ha ordenado la vida doméstica, que les ha facilitado el triunfo profesional, que ha educado a sus niños, que ha contribuido decisivamente a que su matrimonio funcione... Una Louise, descrita púdicamente como "asistenta a tiempo completo", y que se convierte en un elemento clave de la vida burguesa de Myriam y Paul, pero de una forma absolutamente asimétrica. Ellos no saben nada de ella: ni dónde vive, ni qué relación tiene con su familia, ni qué sentimientos alberga, ni qué hace en su reducido tiempo libre... Ella tiene la obligación de saberlo todo de ellos; ellos le pagan para no tener que preocuparse en absoluto de ella (ni de sus hijos, ni de llenar su nevera, ni de la suciedad de debajo del sofá, ni de la ropa por planchar...) . La vida de Louise acaba siendo una prolongación de las vidas de Myriam y Paul: está a todas horas a su disposición y todo su universo acaba pivotando en torno a la familia que la contrata... Pero al mismo tiempo todo depende de un contrato de trabajo: vacaciones, amor, sentimiento, comprensión... Slimani explora, a lo largo de toda esta novela, la vida oculta de Louise, una vida que a nadie importa, pero que está inevitablemente imbricada con la vida de los que la contratan, a pesar de que estos no quieran ni saberlo.

Reflexión sobre la modernidad

La novela de Slimani, en el fondo, no sólo pone de manifiesto un caso trágico, que podría ser real. Lo que evidencia es la difícil conciliación entre vida familiar y vida profesional. Y denuncia la dificultad que implica sustituir la atención familiar a las personas por unos servicios profesionales, aunque en una sociedad neoliberal parece que todo se pueda comprar. En un tiempo en que la conciliación familiar es cada vez más difícil, aquellos que pueden empiezan a apostar por vientres de alquiler, por cuidadores de abuelos latinoamericanos y por una multiplicación de las actividades extraescolares como un sistema para almacenar a los niños... Los que no pueden pagar estos servicios se convierten, justamente, en los que se ofrecen para resolver la vida privada de los que tienen muchas obligaciones profesionales. Si en el siglo XX, con la invención de la lavadora y el lavaplatos, parecía evidente la práctica desaparición de mayordomos, marmitones, institutoras, planchadoras y niñeras, los incrementos de las desigualdades en el siglo XXI anuncia su recuperación y la aparición de nuevos tipos de empleados al servicio de la vida doméstica de los potentados. Se esperan nuevas Louises. Nuevas vidas sin vida propia.

Leïla Slimani (cropped)

Leïla Slimani. Thibaut Chapotot/Ministère de la Culture et de la Communication.

El jardín del ogro

Leïla Slimani nació en Marruecos, hija de un banquero marroquí y de una médico franco-argelina. A los 18 años se fue a estudiar a Francia y se quedó a vivir allí. Se formó en literatura y en periodismo y empezó a escribir en diferentes medios, como L'Express o Jeune Afrique. Pero Slimani decidió dejar el periodismo para dedicarse a la escritura. En el 2013 escribió un libro de viajes, sobre Dakhla, la antigua Villa Cisneros, en el Sahara Occidental: La Baie de Dakhla: itinérance enchantée entre mer et désert. Este libro, publicado en Marruecos, pasó muy desapercibido. Su primera novela, Dans le jardin de l'ogre, del 2014, ya despertó mucho interés de la crítica, y fue finalista de algún premio, pero también generó una cierta polémica, porque se centraba en la adicción de una mujer al sexo. Con Chanson douce ganó el Goncourt. Algunos meses más tarde publicó Le diable est dans les détails, un libro corto en que combinaba los cuentos con textos periodísticos, como un ataque contundente contra los terroristas islamistas escrito el día después del atentado contra el Bataclan.

Sin sensiblería

Canción dulce es, sin duda, una historia extremadamente dura. La muerte de un niño es especialmente dolorosa, y en esta novela, con un final anunciado mediante un flashback inicial, el asesinato de los niños está siempre presente. El lector se familiariza, al mismo tiempo, con los niños asesinados y con la mujer asesina. Pero Slimani sabe evitar, con elegancia, la excesiva sensiblería y la truculencia sanguinaria. Al fin, la autora, a partir del drama del infanticidio, retrata otra drama, mucho menos vistoso, mucho más cotidiano: el de la asesina. Una obra magistral que, a pesar de anunciar el final desde desde el principio, consigue mantener la tensión del lector hasta el último momento. Y consigue hacer que este acabe entendiendo a la autora de un crimen horroroso. La genialidad de Slimani es que lo que en un principio parece tan incomprensible se acabe volviendo absolutamente lógico. Y trágico. Y triste.