El 16 de junio de 1904 uno de los personajes más famosos de la literatura universal vagaba durante horas por la ciudad de Dublín y convertía su odisea en un punto y a parte en la historia de la narrativa contemporánea. La caótica aventura de Leopold Bloom narrada en Ulises aquel 16 de junio no sólo catapultó a James Joyce como uno de los grandes nombres de la historia de las letras universales, sino que convirtió su magna obra en un libro mítico que más de un siglo más tarde de su publicación sigue generando la misma controversia y atracción que ya despertaba hace casi cien años, cuando se publicaron por primera vez algunos de sus fragmentos en catalán.

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Primera edición de Ulises, el año 1922. (Viquipedia)

La estirpe de los joycianos catalanes

El coronavirus ha impedido que también hoy miles de joycianos llegados de todo el mundo se citen en Dublín vestidos de época para rememorar los pasos de Leopold Bloom y Stephen Dedalus, los dos protagonistas de la obra y alter ego respectivamente de Joyce grande (Leopold) y de Joyce joven (Stephen). El Bloomsday, la festividad literaria más singular y atractiva del planeta, fue el escenario el año 2010 de Dublinesca, una de las mejores novelas d'Enrique Vila-Matas y en la cual el escritor barcelonés, uno de los catalanes más reconocidos en el panorama actual de las letras internacionales, narraba el periplo de un editor barcelonés y sus amigos por Dublín durante un Bloomsday.

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Enrique Vila-Matas con una estatua de James Joyce en Dublín. (jorgehurtado.wordpress.com)

Como acostumbra a pasar en toda la obra de Vila-Matas, donde la ficción y la realidad se entremezclan sin una frontera nítida, Dublinesca relata la fundación de la "Orden del Finnegans", una sociedad literaria secreta dedicada a la veneración de la obra de Joyce y que existe en realidad, con sus estatutos, sus miembros y su lema, que no es ningún otro que «Thank you. ¡How grand we are this morning»! última frase del capítulo VI de Ulises. Mucho antes de Vila-Matas, sin embargo, hubo una serie de joycianos que sin haber tenido la suerte de recorrer las calles y los pubs de la capital irlandesa en un día como hoy, fueron los primeros receptores de Joyce en nuestro país: los fundadores de la revista vilafranquina helix, así, en minúscula y sin acento. Uno de ellos, Manuel Trens, publicó el año 1930 la primera traducción al catalán de algunos fragmentos del Ulises en esta revista fundada un año antes por un grupo de intelectuales catalanes, la mayoría de ellos penedesencs, que a buen seguro hoy en día querrían formar parte de la "Orden del Finnegans" fundada por Vila-Matas y sus amigos.

De Vilafranca al mundo

Uno de los máximos exponentes de helix fue Juan Ramon Masoliver, que años más tarde explicaba las motivaciones para fundar esta revista vanguardista diciendo que "la intencionalidad de helix era luchar contra el provincianismo: el Orfeón Catalán, la sardana, las cuatro barras, la barretina y el flautín, es decir, la Catalunya provinciana". Los promotores de esta publicación eran mayoritariamente un grupo de estudiantes en Barcelona como Rodolf Llorens, Anna Maria de Saavedra, Pau Boada, Pere Grases o Lluís Maria Güell, en los cuales se sumaron compañeros de universidad barceloneses como Jaume Vicens Vives, Miquel Batllori, Xavier de Salas o Juan Ramon Masoliver.

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Uno de los primeros ejemplares de la revista helix

Influenciados por la concepción claramente europeísta y universal de profesores como Jordi Rubió i Balaguer, este peculiar grupo de alumnos siguió las huellas de una corriente artística revolucionario y rompedor en nuestro país como era el vanguardismo, que durante la década de los años veinte había aparecido gracias a manifiestos como Contra los poetas en minúscula, de Joan Salvat-Papasseit, Contra la extensión del tifisme en literatura, de Sebastià Sánchez Juan o el más rupturista de todos, los Manifiesto amarillo de 1928 firmado por Salvador Dalí, Lluís Montanyà y Sebastià Gasch.

Un souvenir penedesense para Joyce

La aparición de fragmentos del Ulises de Joyce en Hélice no fue la primera traducción al catalán de la obra del irlandés, ya que años antes Josep Millàs-Raurell había publicado la traducción de un cuento de Dublinesos a  D'ací i d'allà, pero indudablemente la aparición de un fragmento en catalán de la novela más rompedora de la primera mitad del siglo XX en la revista vilafranquina convierte helix, a pesar de su brevísima vida -duró nada más que un año-, en una de aquellas publicaciones primordiales para comprender la historia de los movimientos artísticos y estéticos en nuestro país, sobre todo si se tiene en cuenta que editar una revista que tenía a Luis Buñuel como colaborador en Vilafranca, "un pueblo de curas" -como afirmaba Masoliver- era un auténtico reto.

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Celebración del Bloomsday en Dublín, el año 2012. (Wikipedia)

Años antes de trasladarse a París, de conocer en Paul Eluard o Ezra Pound, de afiliarse a Falange o de convertirse en uno de los periodistas y críticos literarios más reconocidos durante el franquismo, Juan Ramon Masoliver fue y seguirá siendo el único catalán que conoció personalmente a James Joyce. Fue el año 1930, en París, y Masoliver le regaló un ejemplar de la revista helix al autor de Ulises. Años más tarde este ejemplar sigue formando parte del archivo James Joyce Collection en la Universidad de Buffalo, y gracias a aquel encuentro, por muy sorprendente que parezca, un reducido grupo de personas sigue reivindicando que cuando se habla de Vilafranca del Penedès es lícito recordar que es la ciudad donde murió Pere el Gran, donde nació Torras i Bages, donde se inventaron las catànias o donde los castellers son una religión, pero también la ciudad de helix, el pueblo donde hace casi un siglo una tropa de literatos acercaron a Catalunya la obra James Joyce, el culpable de que ya nunca más ningún 16 de junio sea un día como cualquier otro.