Después de más de veinte años de gestación, Paul Thomas Anderson, uno de los cineastas más fascinantes de su generación, director de filmes como Magnolia, Licorice Pizza, Puro vicio, El hilo invisible o Pozos de ambición, ha estrenado (hoy ha llegado a las salas) finalmente Una batalla tras otra, una sátira política y familiar que adapta libremente la novela Vineland (1990) de Thomas Pynchon. El cineasta californiano vuelve a caminar por la cuerda floja que tanto le apasiona: unir la grandeza visual y narrativa con un radiografía incómoda de la sociedad norteamericana. El resultado es, sin correr el peligro de resultar exagerado ni hiperbólico, la mejor película del año y una de las grandes candidatas a llevarse un saco de premios Oscars en la próxima gala de la Academia de Hollywood.
La película, definida por su protagonista, un Leonardo DiCaprio que, nuevamente, vuelve a comerse la pantalla, como "un reflejo del extremismo del mundo en que vivimos", se sitúa entre la comedia negra y el drama épico. DiCaprio interpreta a Bob Ferguson, un exrevolucionario desgastado por los excesos y las drogas, que se ha retirado al anonimato, hasta que se ve obligado a reanudar la lucha para salvar su hija Willa (Chase Infiniti). A su lado, Benicio del Toro encarna a Sergio —o Sensei, según el tono de cada escena—, un inmigrante que ayuda migrantes a esquivar el ICE en la frontera de California. El némesis de Bob, interpretado por Sean Penn, reaparece después de dieciséis años para ajustar cuentas, convirtiendo la trama en un viaje caótico de huida, reconciliación y resistencia.
Humor y tragedia
A pesar de la carga política —racismo, inmigración, radicalismos—, Anderson sitúa el corazón del relato en la relación entre padre e hija. “Es una película muy entretenida, con tres personajes que tienen mucha humanidad”, destacó DiCaprio en la presentación mundial en Ciudad de México. La joven Chase Infiniti, que pese a debutar en la pantalla grande deja muchas pistas de que estamos ante una magnífica actriz, aporta energía y fragilidad al personaje de Willa, una voz generacional que despierta en Bob la esperanza y la necesidad de redimirse. Anderson, consciente del riesgo de caer en la parodia, opta por un humor absurdo que no trivializa el dolor. “Camina por una cuerda muy floja”, reconoce Del Toro, “pero logra que sea divertido sin burlarse”. Para el actor puertorriqueño, el film también fue un ejercicio de liderazgo: “Leo y yo teníamos que guiar un reparto lleno de no actores. Paul nos hizo responsables de crear química y confianza”.
Este constante contraste entre exaltación y vacío, comunidad y soledad, es lo que transforma la película en algo más que un panfleto político
El guion de Una batalla tras otra despliega personajes complejos y defectuosos, desde el Bob paranoico hasta Perfidia (Teyana Taylor), una madre dividida entre su familia y la necesidad de huir. “Lo más difícil fue entender un punto de vista sobre la maternidad tan diferente del mío”, confiesa Taylor, que recuerda cómo una de las escenas más dolorosas de su carrera fue tener que dejar atrás a su bebé y a su pareja

Este constante contraste entre exaltación y vacío, comunidad y soledad, es el que transforma la película en alguna cosa más que un panfleto político. Anderson ve una mirada al futuro: "Me siento optimista cuando veo a Chase y otros jóvenes. Creo que el cine está en buenas manos".
Lejos de ser un manifiesto ideológico, Una batalla tras otra invita al espectador a adentrarse en una pesadilla satírica que refleja el mundo actual sin ofrecer respuestas fáciles
Lejos de ser un manifiesto ideológico, Una batalla tras otra invita al espectador a adentrarse en una pesadilla satírica que refleja el mundo actual sin ofrecer respuestas fáciles. “No hay creencias políticas que quiera imponer al público”, apunta DiCaprio. “Es como decir: este es el mundo en que vivimos, venid a dar un paseo loco con nosotros”. Entre el humor y la tragedia, Anderson logra que el espectáculo conecte con la actualidad más candente sin perder el latido humano. Un logro nada menor en un cine norteamericano cada vez más atrapado entre la corrección política y la fórmula comercial.