Hace años, cuando el telediario informó por primera vez del caso Altsasu, me encontraba yo tomando un café en el bar de mi pueblo y en la mesa de al lado, mientras jugaban al dominó, un señor dijo: "¿Pero lo de Euskadi no se había acabado ya?". Visto con perspectiva, en un país donde "M.Rajoy" en los papeles de Bárcenas parece que no es Mariano Rajoy, donde el "Señor X" de los GAL parece que no es Felipe González y donde el CNI parece que no tiene ningún tipo de relación con los atentados de la Rambla, ¿era plausible creer que una pelea en un bar de Altsasu puede ser terrorismo?

Desde aquel día, todo el mundo sabe que la noche del 15 de octubre de 2016, durante las fiestas de Altsasu (Navarra), algunos jóvenes abertzale increparon a un par de agentes de la Guardia Civil que se encontraban dentro de un bar del pueblo con sus parejas, iniciando una reyerta que poco a poco iría subiendo de tono. Según las víctimas, un sargento y un teniente de paisano, la discusión con los jóvenes derivó en una riña violentísima y de trasfondo político donde los dos agentes acabarían brutalmente golpeados por el solo hecho de ser policías, provocándoles lesiones físicas y traumas psicológicos. No todo el mundo sabe, sin embargo, que uno de aquellos jóvenes condenados, Iñaki Abad, grabó con su móvil la llegada de la Policía Foral navarra después de la tangana: en el vídeo, el agente supuestamente agredido, la misma noche del 15 de octubre de 2016 en la cual él mismo afirmó haber recibido una brutal paliza por la cual temió perder la vida, camina sin problemas y viste una camisa blanca, impoluta como la leche y sin una brizna de sangre.

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Jon Olivares en el papel de Urko, uno de los protagonistas de la serie. (TV3)

Tampoco recuerda todo el mundo que la responsable de aclarar cuál de las dos versiones de los hechos coincidía con la realidad fue la jueza Carmen Lamela, o sea, la misma que poco tiempo después enviaría a prisión preventiva a Jordi Cuixart y Jordi Sànchez acusándolos de sedición por disolver una manifestación encima de un coche de la Benemérita. Por este motivo, seguramente, la noche que TV3 estrenó la serie Altsasu, los jóvenes detenidos por el caso Altsasu no se encontraban en su casa cenando una tortilla, sino que sumaban ya 1.527 días en prisión acusados de una paliza a dos guardias civiles que no todo el mundo sabe si se produjo en realidad.

La convivencia frágil

Precisamente aportando más luz a la oscuridad de este caso que hace pocas semanas llegó al Tribunal de Estrasburgo, TV3 estrenó ayer el primero de los cuatro capítulos de una serie vendida como "una ficción inspirada libremente en hechos reales" y que, de momento, no está prevista estrenar en el estado español, quizás porque conociendo mínimamente la historia reciente de Euskal Herria, no hay que ser demasiado astuto para adivinar que el relato oficial del caso Altsasu tiene más ficción que realidad. Lo que no esperábamos los teleespectadores catalanes era que Altsasu fuera desgraciadamente una serie que busca mostrar la cara oculta de la verdad a partir de situaciones tan poco verosímiles como ver a guardias civiles hablando catalán.

Estrenada hace meses en Euskal Telebista, esta coproducción de EiTB y Televisió de Catalunya se rodó con diálogos en euskera y castellano, pero en una decisión desafortunada, la versión catalana de la serie ha decidido uniformizar la lengua y diluir, de esta forma, el peso de las dos lenguas antagónicas como metáfora de la confrontación entre dos visiones de la realidad vasca: la euskaldún, por un lado, y la de las fuerzas de seguridad españolas viviendo en un territorio todavía hoy hostil, por el otro. Mientras que en la versión original los vecinos de Altsasu hablan únicamente euskera y los agentes de la Guardia Civil lo hacen exclusivamente en castellano, en la versión emitida en nuestro país vemos picoletos doblados con voces que articulan unas vocales neutras que harían llorar de emoción a cualquier catedrático de Filología Catalana.

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Una imagen promocional de la serie 'Altsasu'. (TV3)

Este es el principal problema estructural de la serie en la versión estrenada en Catalunya: que si aquel buen hombre que jugaba al dominó quiere captar su esencia, tendría que verla en versión original con subtítulos, algo complicado para una persona mayor que lleva unas gafas de culo de botella, como él. En primer lugar, porque los diálogos se hacen poco creíbles, ya que ver a un Guardia Civil hablando catalán, ni que sea en una serie doblada, es más extraño que ver a la Fiscalía del Estado actuando con imparcialidad en un juicio con trasfondo político. Pero, sobre todo, porque debilita uno de los pilares fundamentales para comprender bien qué pasó en aquel bar de Altsasu y disminuye las posibilidades que como espectadores, en nuestra casa, entendamos el trasfondo que pretende mostrar la serie: que lo que convirtió una pelea dentro de un bar en una acusación de terrorismo y un montaje policial fue precisamente la identidad nacional de sus protagonistas.

¿Se habría iniciado la trifulca si las supuestas víctimas no fueran parte de un cuerpo policial que lleva décadas preguntando "¿Qué pone en tu DNI?" o pronunciando mal el nombre de miles de jóvenes vascos, por no enumerar otras actitudes nada amables? Seguramente no. ¿Habría existido una condena tan dura si los presuntos agresores, en vez de ser jóvenes abertzales, hubieran sido un grupo de turistas andaluces, manchegos o asturianos de fiesta en Altsasu que se hubieran enganchado con dos agentes de paisano? Posiblemente, tampoco.

El relato de los que no tienen relato

El día antes de su estreno en ETB, hace semanas, tanto el Partido Popular como Ciudadanos exigieron que la serie no se emitiera, ya que no era digna de la parcialidad necesaria para abrazar un tema como el del caso Altsasu. Lo que quizás no sabían estos dos grupos políticos, sin embargo, es que es difícil alcanzar cualquier cuota de imparcialidad si los creadores de la serie, a pesar de intentarlo una vez tras otra, no consiguieron hablar con la Guardia Civil ni los dos agentes implicados con el fin de conocer su visión de los hechos. Tampoco hacía falta, mirándolo bien, ya que el relato de los policías y el de la Fiscalía acabó siendo el mismo, por lo tanto, los guionistas sólo tuvieron que basarse en las transcripciones y las imágenes del juicio para saber cuál era la versión oficial de los hechos por parte de las presuntas víctimas. Para conocer la versión de los presuntos agresores, sin embargo, Asier Urbieta, el director de Altsasu, sí que ha confesado haber hablado con cada uno de los condenados por un delito que algunos de ellos reconocen ni haber vivido en primera persona.

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Una imagen de las calles de Altsasu, con pancartas y pintadas en solidaridad con los condenados. (Nicolas Tomás)

Después de un año 2020 donde el conflicto armado vasco ha generado más productos audiovisuales que nunca, tanto en la televisión como en las plataformas de pago, uno de los aciertos de Altsasu es ser la primera serie donde los que siempre son los buenos no parecen tan buenos, y donde los que siempre acaban siendo los malos no sufren la demonización que, por desgracia, sí que sufrieron en la realidad los ocho jóvenes de Altsasu: días después de la pelea, COVITE (Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco), actuando como acusación, relacionó a los detenidos con ETA por el solo hecho de que en Altsasu el movimiento Ospa! disfruta de gran popularidad y, según parece, algunos de los protagonistas de la reyerta en el bar Koxka formaban parte del colectivo, que reclama echar los cuerpos policiales españoles con la frase "Alde hemendik", un eslogan que ETA había articulado cuando la banda terrorista estaba en activo. Si la serie La línea invisible (Movistar +) quitaba el polvo a los orígenes históricos de ETA, la docuserie El desafío: ETA (Amazon Prime) servía para destripar toda la maldad de la banda terrorista y la serie Patria (HBO) pretendía bailar sin conseguirlo en la equidistancia y vender una idea final de reconciliación, Altsasu se erige no en una serie de ficción, sino de metaficción, ya que ficciona un montaje de ficción y se atreve a poner en duda si lo que en teoría pasó es, en realidad, lo que pasó de verdad.

Porque a pesar de las clamorosas irregularidades en todo el proceso judicial, a pesar de las pruebas gráficas y audiovisuales que desmienten el relato de los hechos, a pesar de que la misma camarera del bar Koxka declarara en el juicio en la Audiencia Nacional que la discusión en ningún caso podía considerarse una pelea y a pesar de que la otra jueza del caso fuera Concepción Espejel, esposa de un Guardia Civil y condecorada hace poco con la "Orden del Mérito de la Guardia Civil", todavía no se ha aclarado cuáles son los límites de la ficción en el relato oficial de un caso que, como demuestra el personaje interpretado por Sergi Mateu en la serie, apesta a chamusquina desde el primer día. Porque a pesar que oír a la Guardia Civil hablando catalán sea pura ciencia-ficción, el caso Altsasu y todo el dolor que todavía genera es, desdichadamente, muy real.