En la primera escena de Alias Charlie Sheen, una maquilladora se concentra en la cabeza rapada de Jon Cryer, el coprotagonista de aquel fenómeno seriéfilo llamado Dos hombres y medio. Inmediatamente después, habla el actor: “Trabajé durante ocho años con él. Y cuando me preguntan por mi experiencia siempre digo que, cuando empezamos, yo tenía pelo”. Interrumpido por las clásicas risas enlatadas características de las sitcom de toda la vida, Cryer continúa: “Dudaba en participar en este documental, en parte porque con Charlie todo es cíclico: la caga enormemente, toca fondo, y después se recupera y hay mucha positividad en su vida. Y entonces vuelve a caer, y no puede evitar quemar la casa entera. Y yo no quería formar parte de este ciclo. No quiero ni divinizarlo ni tampoco destrozarlo”.
El tortuoso camino que ha hecho convivir el enorme éxito de una superestrella de Hollywood con la oscuridad más absoluta
Dirigido por Andrew Renzi, este documental de dos episodios, ya disponible en Netflix, repasa el tortuoso camino que ha hecho convivir el enorme éxito de una superestrella de Hollywood con la oscuridad más absoluta. El caso de Charlie Sheen es el de alguien que ha sobrevivido a experiencias que muchos otros no han podido contar porque les llevaron directamente a la tumba. Un infierno de adicciones al alcohol, al sexo, a la cocaína y al crack. Resulta difícil averiguar si Alias Charlie Sheen es una operación de reparación o un lavado de cara. Probablemente convivan ambas voluntades, porque es evidente que quien fuera protagonista de clásicos como Platoon o Wall Street se abre en canal. Y confiesa sin tapujos algunos episodios de violencia y de nula profesionalidad, también aspectos menos conocidos, como sus experiencias homosexuales y su condición de seropositivo.
Resulta difícil averiguar si Alias Charlie Sheen es una operación de reparación o un lavado de cara. Probablemente convivan ambas voluntades
Repleta de imágenes grabadas en pleno colocón, demacrado y pasadísimo de vueltas, y con una narrativa ilustrada por noticiarios de la época que mostraban el imparable descenso al abismo del actor, o de entrevistas televisivas que ahora le hacen avergonzarse profundamente, esta película de dos partes cuenta con los testimonios de familia (su hermano Ramon Estevez, su hija Lola, su hijo Bob), ex parejas (Denise Richards y Brooke Mueller) y amigos cercanos (los actores Sean Penn y Chris Tucker, el compañero de infancia Tony Todd o incluso Marco, su camello de confianza). Y sabe jugar muy bien con fragmentos de películas caseras de infancia que rodaba en super-8 con su hermano Emilio Estevez, y también con algunos momentos de ficción, films y series, que compartió con su padre, el gran Martin Sheen. Ninguno de los dos últimos quiso participar en el documental. Pero su presencia, sobre todo la del patriarca y su apoyo incondicional invadido de dolor, es constante.
Tres escalones en el descenso al infierno
"Lo que explicaré aquí juré verbalizarlo solo en mis sesiones de terapia", advierte un Charlie Sheen decidido a saldar cuentas consigo mismo. Y no rehúye ninguna pregunta de Renzi. Es posible que alguna de las respuestas no resulte muy convincente, pero estamos ante un innegable ejercicio de agradecimiento a todos aquellos que evitaron que el protagonista del documental sea ahora mismo un cadáver, y de una voluntad de pedir perdón. Y eso solo puede llegar si se aceptan los pecados y la penitencia.
Alias Charlie Sheen está estructurada en tres partes definidas por él mismo: las fiestas, las fiestas problemáticas y los problemas (ya cuando la fiesta ha perdido toda razón de ser, si es que en algún momento la ha tenido)
Alias Charlie Sheen está estructurada en tres partes definidas por él mismo: las fiestas, las fiestas problemáticas y los problemas (ya cuando la fiesta ha perdido toda razón de ser, si es que en algún momento la ha tenido). Y el espectador es testigo de dos caminos paralelos: el ascenso del actor al estrellato y el de una creciente pérdida de papeles hasta volverse absoluta. Sabremos que las drogas aparecieron en su adolescencia, con cómplices como su hermano Emilio y sus amigos Chris y Sean Penn. Conoceremos cómo pudo protagonizar Karate Kid (1984), cómo con 20 años ya era padre de su primera hija, cómo le cambió la vida apareciendo en una única escena de la magistral Todo en un día (1986), cómo le “robó” el rol protagonista de Platoon (1986) a su hermano Emilio, cómo firmó el contrato para hacer Wall Street (1987) en una servilleta como si fuera Leo Messi, la oportunidad que supuso protagonizar Hot Shots! (1991), la colección de producciones lamentables que aceptó hacer para pagarse todo lo que consumía (ojo con el episodio del cubito de hielo metido en el culo durante el rodaje de Asalta como puedas, en 1998), y la nueva salvación que supuso sustituir a Michael J. Fox en la serie Spin City: Loca alcaldía (2000), preludio de su aterrizaje en Dos hombres y medio, tres años después.

También nos contarán con detalle sus peripecias con Nicolas Cage, colocados hasta límites insospechados (una de ellas, a bordo de un avión, es tan sensacional como escalofriante). Sheen lo explica así: “Nuestra amistad es el trampolín simbólico hacia el siguiente capítulo de caos total. Nos hicimos amigos por las fiestas, por las emociones pero también porque nos respetábamos mutuamente. Pero sobre todo por las fiestas. Tomábamos cocaína y bebíamos mucho. Popper, éxtasis, el menú estaba lleno de opciones. Íbamos a mil por hora. Éramos un tren descarrilado”. Fliparéis con episodios como aquella pistola que se disparó, hiriendo a Kelly Preston, su novia en 1990.
Clint Eastwood, el niño llorica y las prostitutas de lujo
O con la intervención que organizó su familia y que, tras una llamada de Clint Eastwood, lo llevó a ingresar en un centro de desintoxicación. La primera vez de unas cuantas, símbolo de una recuperación que inevitablemente venía acompañada de una recaída, que cada vez lo hacía descender un escalón más en el camino hacia el infierno. También resulta fundamental su participación en el mediático juicio a Heidi Fleiss, la célebre madame del Hollywood de finales del siglo pasado (su aparición en el documental es bien reveladora), que gestionaba los encuentros sexuales de Sheen con prostitutas, una afición que le hizo gastar cientos de miles de dólares: el actor declaró contra ella para salvar el culo. “A Robert Mitchum lo arrestaron por posesión de marihuana, y cuando le preguntaron por su camello no abrió la boca. Pero Charlie no hizo lo mismo, es un niño rico llorón. No le habrían hecho nada, era famoso y estaba en su momento más álgido”, razona Fleiss.
Seremos testigos de un puñado de intervenciones de los servicios de urgencias para salvarle la vida, de los constantes esfuerzos de un Martin Sheen cada vez más exhausto por sacarlo del pozo, y, a partir de un momento dado, de sus tormentosas relaciones con su segunda esposa, la actriz Denise Richards (conocida por films como Starship Troopers), y con la tercera, Brooke Mueller. Ambas tuvieron hijos con Sheen (la primera dos niñas, y la segunda dos niños), y ambas dan detalles tan jugosos como tristes de sus relaciones mucho más que tóxicas.
Charlie es un icono de la decadencia. Oyes su nombre y todo el mundo sabe lo que significa
Y en todo este pastel resultan capitales los ocho años en los que Sheen se convierte en el actor favorito de Estados Unidos gracias a la serie Dos hombres y medio. Su compañero, Jon Cryer, explica: “Charlie es un icono de la decadencia. Oyes su nombre y todo el mundo sabe lo que significa. Te esperas un mujeriego, alguien ocurrente, que se pasa la noche de fiesta y llega tarde, pero es el tipo más cool allá donde va. Pero te das cuenta enseguida de que esconde muchas cosas, que es un nido de miedos. Cuando entendí eso, entendí a Charlie. Pero va y viene a la hora de ser capaz de llevarlo de manera sana y después de una manera increíblemente destructiva, con las drogas y las fiestas”.
Creada por Chuck Lorre, rey Midas de la sitcom norteamericana gracias a este fenómeno pero también al de Big Bang Theory, el productor y guionista le dio el papel de su vida, el que lo hizo el intérprete mejor pagado de la historia de la televisión, y fue protagonista involuntario de uno de los episodios más desagradables de la época más decadente de Sheen. El documental lo explica con detalle, y todo acabó con el despido del actor y con el enésimo descenso dos pisos más abajo en el desastre.
La recta final de Alias Charlie Sheen se reserva algunas sorpresas, y mantiene la espeluznante sensación de juguete roto del actor, de víctima de una personalidad tremendamente autodestructiva, de alguien adicto a sustancias de todo tipo pero sobre todo a boicotearse a sí mismo. Pero deja margen a la esperanza en un epílogo que apuesta por el perdón, la catarsis y el renacimiento. Y que se remata, de nuevo, con la mención que Charlie hace hacia alguien fundamental en su supervivencia: “Hay personajes secundarios mucho más importantes que yo en esta historia. No puedo imaginarme siendo mi padre. Hemos discutido mucho durante todos estos años, pero ya hace mucho tiempo que no pasa. Hemos llegado a un punto bonito, enriquecedor. Lo resumiré en una palabra: gratitud”.