Hablar de Roberto Bolaño (1953, Santiago de Chile – 2003, Barcelona) hoy significa rascar y hurgar en la superficie de un mito. La fuerza de su literatura, la juventud furiosa en México, la vida precaria en Catalunya y, sobre todo, la larga enfermedad y los últimos años de agonía han creado, en torno al escritor chileno, una neblina que hace que los lectores se acerquen como si se acercaran a una sustancia que no dista mucho de ser sagrada. O como mínimo llena de misticismo.
Este magnetismo, etéreo y oscuro, ha potenciado el reconocimiento de una obra que, cuando se cumplen veinte años de su muerte en Blanes, sigue atrayendo e inspirando lectores, escritores y estudios
Este magnetismo, etéreo y oscuro, ha potenciado el reconocimiento de una obra que, cuando se cumplen veinte años de su muerte en Blanes, sigue atrayendo e inspirando lectores, escritores y estudios. En el caso de Bolaño, además, hay otra circunstancia añadida: su éxito literario llegó mientras vivía en Catalunya y eso ha dejado un rastro de anécdotas, vida y recuerdos que todavía es posible rastrear a través de los lugares que frecuentaba, con una carga vital y espontánea que completa deliciosamente la mitificación del autor.
La juventud salvaje
Decía Jorge Herralde que 2666, la novela póstuma de Bolaño, era "el sueño de cualquier editor". Publicada el 2004, vendió en pocos años más de 100.000 ejemplares a los Estados Unidos, mientras recogía elogios prácticamente unánimes por parte de la crítica, que comparaba el impacto a Cien años de soledad. Fue su consagración definitiva. Bolaño es aclamado hoy como uno de los mejores escritores de su generación, a la vez que provoca una fascinación que no está al alcance de muchos de sus compañeros, con una obra de calidad similar.
Bolaño es aclamado hoy como uno de los mejores escritores de su generación, a la vez que provoca una fascinación que no está al alcance de muchos de sus compañeros, con una obra de calidad similar
El autor de Los detectives salvajes era hijo de un transportista ex-boxeador y de una profesora de matemáticas chilenos. Durante su infancia, se dice que un médico le recetó que dejara de leer porque lo hacía de forma demasiado compulsiva. Pero lo siguió haciendo toda la vida. Los que lo conocieron en Blanes, explican que siempre estaba leyendo. Incluso dicen que se lo había visto en el cine con un libro abierto en el pasillo de la sala, mientras miraba la película. A pesar de nacer en Santiago de Chile, Bolaño pasó su adolescencia en México D.F., donde llegó en 1968, poco antes de las revueltas estudiantiles que tendrían un éxito más que notable en la ciudad. Pasaría los años formativos de adolescencia y juventud, que no solo le confirmarían la vocación literaria, sino que lo pondrían en contacto con una serie de escritores mexicanos con los cuales fundaría un movimiento literario: los infrarrealistas. Este movimiento poético, contracultural, contestatario y punk, directamente impregnado del espíritu del '68, no solo es clave para explicar su introducción al mundo literario, sino también una de sus obras más conocidas Los detectives salvajes. Situada en el México de medios y finales de los setenta, la novela ficciona la trayectoria de este grupo, sobre todo a través de las figuras de Arturo Belano y Ulisses Lima, sus fundadores y líderes.
Belano y Lima son en realidad los alter egos del propio Bolaño y de Mario Santiago Papasquiaro, otro poeta mexicano compañero del chileno, con quien fundaría el movimiento. Los personajes se pasean por las calles, los cafés y las aulas del México D.F., de París y de Barcelona, bebiendo, escribiendo y leyendo, tratando de revolucionar la escena literaria mexicana con happenings y performances y execrando sus tótems más sagrados, como el escritor Octavio Paz. La novela es una crónica hilarante, conmovedora y absurda a partes iguales, construida a través de los dietarios de algunos de los protagonistas del particular grupo poético.
La novela es una crónica hilarante, conmovedora y absurda a partes iguales, construida a través de los dietarios de algunos de los protagonistas del particular grupo poético
El protagonismo de la poesía, por otra parte, no es casual. Y es que si bien la mayor parte de su producción literaria fue en forma de novelas, el primer amor literario de Bolaño fue la lírica. Como él mismo explicaba, es posible encontrar el rastro de estas artes a sus textos en prosa. Y también más allá del papel: "Siempre había admirado las vidas desmesuradas de los poetas, tan arriesgadas..", explicaba el autor.
Bolaño y la Barcelona del boom
De Ciudad de México a Barcelona. Tanto la capital catalana como Blanes, son dos lugares atados íntimamente a la biografía del escritor chileno fuera de las fronteras de América Latina. En la ciudad condal, lo recuerda una pequeña placa en el número 45 de la calle Tallers, en el edificio del minúsculo piso donde vivió a finales del setenta. La geografía del Raval también está llena de los lugares que solía frecuentar, sobre todo en compañía de Bruno Montané, también poeta infrarrealista (que aparece como Felipe Müller en Los detectives salvajes), y los escritores Antoni Garcia Porta y Jaume Benavente, compañeros de aventuras en Barcelona.
Tanto la capital catalana como Blanes, son dos lugares atados íntimamente a la biografía del escritor chileno fuera de las fronteras de América Latina
Al bar Tra-llers iban a jugar al futbolín y se entretenían con charlas de todo tipo. También en la Granja Parisien, un bar de toda la vida en la misma calle Tallers. En la librería Canuda, uno de los míticos establecimientos en la ciudad por los libros de segunda mano, Bolaño se pasaba horas perdido, buscando ejemplares de valor, aunque también frecuentaba la Documenta de Josep Cots. Y en el Drugstore Liceo, local emblemático de la Rambla de los años setenta acababan las noches. Barcelona era, en aquel momento, the place to be, en palabras aproximadas de Mario Vargas Llosa. Había sustituido París como ciudad donde había que ir para convertirse en escritor y, además, era especialmente hospitalaria con los autores latinoamericanos, en plena era post boom de esta literatura. En palabras de Bolaño, se trataba de "una ciudad en movimiento, con una atmósfera de gozo donde todo era posible. Se confundía la política con la fiesta, con una gran liberación sexual y un deseo de hacer cosas constantemente".
El encuentro con el éxito
"Rechazos de Anagrama, Grijalbo, Planeta, cono toda seguridad / también de Alfaguara, Mondadori. Un no de Muchnik, / Seix Barral, Destino..." escribía Bolaño en su poema Mí carrera literaria en 1990. Pero su suerte estaba a punto de cambiar. El 1996 Seix Barral le publicaba La literatura nazi en América, que a pesar de no ser ni mucho menos su primer libro, sí que supuso un primer salto en su notoriedad. Cuando la editorial le contestó diciendo que habían aceptado el manuscrito, llamó hasta dos veces incrédulo para confirmar la noticia. La tendencia continuó con la publicación dos años después de Los detectives salvajes, que ganaría el Premio Herralde de novela. Significaría la rápida consolidación literaria del escritor, que vería ampliado tanto el reconocimiento de la crítica como su fama. En aquel momento, ya hacía más de diez años que se había establecido en Blanes, donde convivía con Carolina López, su pareja. Atrás empezaban a quedar los años en los hacía de vigilante de seguridad al camping 'Estrella de mar' de Castelldefels.
El autor, sin embargo, seguiría sin perder su visión crítica y desencantada de su condición de artista: "El oficio de escribir está poblado de estúpidos, que no se dan cuenta de la fragilidad inmensa y cómo es de efímero. Yo puedo estar con veinte escritores de mi generación y todos están convencidos de que son buenísimo y perdurarán", diría en una entrevista. En las calles, bares y establecimientos de Blanes, el escritor se convertiría en una presencia habitual y conocida. Tal como pasa con Barcelona, la geografía de la ciudad de La Selva está llena de los lugares que el escritor frecuentaba. Lo recuerdan especialmente, por ejemplo, en Jocker Jocs, el establecimiento de juguetes donde Bolaño solía ir a jugar a juegos de mesa de estrategia militar. Estos inspirarían, de hecho, la escritura de El tercer Reich, la última de sus novelas.
Una herencia literaria que perdura
Blanes sería también el escenario de su agonía física. Bolaño sufría una insuficiencia hepática crónica que le habían diagnosticado a mediados de los noventa y que, poco a poco, fue marchitándolo físicamente. Solo lo podría haber salvado un trasplante que no llegó nunca, mientras el autor escribía para asegurar el futuro económico de sus dos hijos. Veinte años después de su muerte, Bolaño y su obra siguen inspirando literatura. Como prueba, Mohamed Mbougar Sarr, el ganador del premio Gouncourt 2021 por La memoria más secreta de los hombres. La brillante novela del escritor senegalés es en realidad una reescritura de Los detectives salvajes, protagonizada, en este caso, por un grupo de jóvenes escritores senegaleses que también se mueven buscando a un misterioso autor desaparecido.
Veinte años después de su muerte, Bolaño y su obra siguen inspirando literatura
Su búsqueda es prácticamente igual de trágica, absurda y cómica que la de Belano y Lima a Los detectives salvajes. Y en realidad, seguramente como la búsqueda misma de la vida, a ojos de Bolaño. Pero eso, claro está, no era una excusa para claudicar: “Escribiendo hasta que cae la noche / con un estruendo de los mil demonios. / Los demonios que han de llevarme al infierno, / pero escribiendo”