Se presenta, en la Fundació Tàpies, hasta el 15 de enero, la exposición 1989. Después de las Conversaciones de Argel. Delirio y tregua. Se trata de una reflexión sobre los efectos del terrorismo en el arte y la producción cultural. Esta exposición forma parte del macroproyecto Tratado de Paz, vinculado a San Sebastián 2016, Capital Europea de la Cultura. Tratado de Paz partía de dos grandes exposiciones, en el Museo de San Telmo y en el Koldo Mitxelena Kulturunea, sobre la paz y la guerra, y una quincena de exposiciones complementarias más. Algunas de ellas eran estudios de caso, como 1989, una exposición comisariada por Carles Guerra, director de la Fundació Tàpies, y patrocinada por Telefónica, que inicialmente se expuso en el museo Artium de Vitòria-Gasteiz. 1989 es, probablemente, la exposición más politizada e incómoda de las que forman el Tratado de Paz, porque hace referencia a un conflicto no cerrado y muy próximo. Cuenta con material de archivo y con obras de Ibon Aranberri, Lluís Claramunt, Joan Miró, Jon Mikel Euba, Iñaki Garmendia, Jeff Koons, Asier Mendizábal, Jorge Oteiza, Asier Pérez González, Xavier Ribas, Allan Sekula y Antoni Tàpies.

Antoni Tàpies. A la memoria de Salvador Puig Antich, 1974. Colección Fundació Antoni Tàpies, Barcelona.

Sin paz, sin guerra

Esta exposición, como la del conjunto de Tratado de Paz, explora la situación vasca a partir de la existencia de un conflicto que si bien ha dejar de ser armado, no se ha sellado. 1989 explora el periodo comprendido entre las conversaciones de Argel de 1989 y el cese definitivo de la actividad armada de ETA, en 2011. Y explora como las imágenes y los objetos cambian de significado por la violencia sufrida. Se inicia con las conversaciones de Argel, de las que no tenemos ni una sola imagen, y de las que nos ha llegado una información fragmentaria. Es una de las "fotografías no hechas" de la historia". Para algunos Argel fue una ocasión fracasada de consolidar la paz. A partir del fracaso de esta iniciativa en Euskadi se estableció, según el comisario, "Un estado de excepción política y judicial", que es lo que se pretende explorar. El comisario reclama que el proceso de paz no pertenece exclusivamente al Estado, sino a toda la sociedad. Y en este sentido, la exposición reivindica el papel de la cultura, como canalizadora de las inquietudes sociales. Destaca, por ejemplo, el papel del Guggenheim de Bilbao, como un instrumento por desencializar el debate vasco.

Del objeto a la reflexión

La exposición recoge algunos documentos artísticos directamente surgidos del conflicto vasco, como las magníficas fotografías del fotoperiodista navarro Clemente Bernard, o la mesa con objetos cotidianos que sirven para preparar una bomba de Ibon Aranberri. Pero la exposición no quiere reforzar los iconos ya existentes, y por eso no se limita a estos elementos, y también incorpora objetos que adquieren su valor justamente por la mediación de la violencia, como el USB con que la banda ETA anunció el cese definitivo de la violencia, que ocupa un espacio central de la exposición. O el retrato de Unamuno que presidía el despacho del ministro de Cultura hasta hace poco tiempo: un personaje que fue reivindicado tanto por el franquismo como por la primera ETA. Evidentemente, en la exposición tienen un espacio importante las obras de Antoni Tàpies, como Asesinos, las litografías expuestas en la galería Maeght en 1974, para denunciar la condena a muerte de Puig y Antich. Pero también hay espacio para recordar a otros catalanes implicados en el conflicto vasco, como el periodista Xavier Vinader, que murió recientemente.

USB recibido el 20 de octubre de 2011 en la redacción del diario Berria que recoge el anuncio del cese definitivo de la actividad armada de ETA, publicado al día siguiente en el mismo diario. Argazkia / Fotografía: Olatz Irigarai.

Las actividades paralelas

La Fundació Tàpies ha preparat varias actividades relacionadas con el conflicto vasco coincidiendo con la exposición 1989. Habrá varias proyecciones de películas, una conferencia de Edurne Portela, la autora de El eco de los disparos: Cultura y memoria de la violencia (publicado por Galaxia Gutenberg), y otra de David Castillo sobre Oriol Solé Sugranyés, el catalán muerto de un tiro en 1976 tras la fuga de Segovia.

Nuevos tiempos

Alguien definió el horror como aquel estado en que no hay espacio para el humor. Quizás se podría, en la definición, intercambiar humor por arte. Durante mucho tiempo cualquier muestra cultural vasca quedaba impregnada del conflicto y sólo era interpretada en base a este. Ahora, la literatura y el arte vascos empiezan a explorar el pasado, sobre todo en un intento de romper con la "binarización" de la sociedad, derivada del conflicto. Carles Guerra afirma que abordar el conflicto vasco es un tema "delicado", pero justamente por su delicadeza es necesario. Y, a pesar de todo, la multiplicidad de narrativas diluye el discurso hasta atomizarlo, dificultando la transmisión de los mensajes (y esto se refuerza por la diversidad de estilos, materiales, narrativas y discursos). Pero este ya era un elemento característico de las exposiciones centrales de Tratado de Paz, en San Sebastián. 1989. Tras las Conversaciones de Argel. Delirio y tregua, pese a todo, tiene la virtud de abrir las puertas a una reflexión fresca y rompedora sobre el conflicto vasco.

 

Fotografía de portada: Néstor Basterretxea. Maqueta para Izaro, 1982. Ipiña-Bidaurrazaga Bilduma / Colección Ipiña, Bidaurrazaga.