La conmemoración, el 2 de enero, de la caída de la ciudad de Granada en el año 1492, es un hecho que suele enfrentar a los seguidores de la historia mítica de España, que fundamenta en los Reyes Católicos la esencia eterna de una nación que tendría quinientos años de antigüedad, con los defensores de la diversidad, que ven con malos ojos celebrar una victoria militar que supuso el fin del último reino musulmán de la península Ibérica y dio salida a un proyecto uniformizador que, con los siglos, intentó cerrar un proyecto nacional de unificación religiosa, cultural y lingüística que a pesar de todo, no ha salido bien.

En la actual situación política, el episodio ha sido todo un caramelo para el españolismo, que haciendo suyo el mito de la reconquista se ha volcado en celebrar un acto que, a su parecer, sirvió para "derrotar el último reducto islamista" y para "consumar la reconquista ante el terror islámico", entre otras perlas.