Podría haberse hecho la foto y colgarse la medalla de una reforma, la del mercado de Sant Antoni, que todo el mundo coincide en decir que es espectacular. Pero no, Ada Colau ni se ha hecho ninguna foto, ni se ha colgado ninguna medalla. De hecho, ni siquiera ha anunciado que visitaría el nuevo mercado.

A escondidas y sin hacer mucho ruido, la alcaldesa de la ciudad ha sido de las primeras en pasear por las reciente estrenadas instalaciones; una visita, reitero, que no formaba parte de la agenda municipal -sí que estaba prevista en cambio, la atención a los medios por parte de su segundo, Gerardo Pisarello.

¿Por qué la presencia de Colau no se ha publicitado con bombo y platillos? ¿Por qué ha ido cuando el mercado estaba casi vacío? ¿Por qué no se ha dejado estimar, besar y abrazar por los millares de ciudadanos que horas más tarde han paseado por el mercado? ¿Colau no tiene quien la quiera? ¿Tenía miedo de encontrarse un barrio enfadado por la gentrificación, el turismo y el desorbitado precio del alquiler? Pues a pesar de entrar de incógnito, la alcaldesa ha tenido que coger a las críticas de los que están preocupados por la expulsión del vecinos del barrio y de los que le piden una razón para volver a votarla. Sí sólo dos opiniones pero en hora punta habrían estado centenares. Yendo de hora ha podido probar olivas sin atragantar-se.