La piel es un órgano vivo en continua regeneración, pero a partir de los 25 o 30 años comienza a reducir su capacidad de renovación de forma imperceptible. La sequedad, la pérdida de elasticidad y el cambio de textura son propios del envejecimiento de la piel debido al paso de los años. No obstante, es posible controlar diversos factores para ralentizar este proceso. En este artículo se describen cuáles son los resultados de los años en la piel, qué factores aceleran su envejecimiento y qué hay que tener en cuenta para su cuidado.

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El paso de los años sobre la piel

Cuando la piel envejece, la red que trama el microrrelieve cutáneo se pierde de forma progresiva y da paso a unas arrugas poco profundas que, en principio, se orientan en una dirección y más tarde se cruzan entre sí y aumentan en profundidad. Las denominadas arrugas de expresión son huellas de movimientos faciales repetitivos. Estas líneas, que se desarrollan más en pieles secas y deshidratadas, se forman con el tiempo por la pérdida de colágeno y elasticidad.

Las manchas se deben, sobre todo, a los efectos acumulativos del sol, que alteran los ritmos de producción de los melanocitos, las células de la epidermis encargadas de producir la melanina que da color a la piel. Las manchas aparecen por una acumulación excesiva de este pigmento en determinadas zonas y se denominan lentigos o manchas solares.

 

El sol, los años y otros enemigos habituales de la piel

La piel envejece por el paso del tiempo y por el sol, los principales factores que se deben contrarrestar para ralentizar su degeneración, afirma el especialista.

El primero, producto del paso de los años –cronoenvejecimiento-, es más difícil de evitar, puesto que es genético, depende de cada individuo y explica por qué algunas pieles envejecen antes que otras, a partir de los 25 años.

 

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El principal enemigo de la piel es el sol. Al tener memoria, el daño se acumula tras cada año de exposición a los rayos solares. Es un factor que se debe tener en cuenta, no solo para contar con una piel más tersa, brillante y firme, sino también para frenar las cifras ascendentes de casos de cáncer de piel: las consultas a consecuencia del exceso de exposición solar aumentan a un ritmo del 10% anual y los datos apuntan que en torno al 50% de los ciudadanos mayores de 65 años desarrollará cáncer de piel. Además, en verano, este órgano se seca y se escama más por efecto de los rayos solares. Por este motivo, al finalizar la época estival, aumenta el número de tratamientos dermatológicos para intentar devolver la luminosidad, sobre todo, a la piel de la cara y las manos.

La contaminación es otro enemigo destacado, así como una dieta desequilibrada y el exceso de alcohol. También el estrés, la falta de sueño, los hábitos de vida sedentarios y los cambios hormonales, como los sucedidos en la menopausia, aceleran el proceso de envejecimiento de este órgano.

 

Cómo cuidar la piel

Para cuidar la piel, es recomendable una dieta equilibrada, beber mucha agua, hacer ejercicio de manera regular, hidratar la piel y protegerse del sol con cremas con factor de protección entre 30 y 50 «de marcas reconocidas». El uso de protector solar es obligado e importante en todas las actividades al aire libre.

Hay otras conductas habituales erróneas que, si se corrigieran, ayudarían a ralentizar el envejecimiento prematuro de la piel. En primer lugar figura la higiene. Sin sobrepasarse en ningún caso por exceso, hay que lavarse la cara con productos que no sean agresivos y es muy importante ir a dormir tras haberse desmaquillado o lavado la cara, para eliminar cualquier impureza acumulada durante el día. Gesticular en exceso es una costumbre de muchas personas que entornan los ojos para mejorar la vista o fruncen el ceño para concentrarse. Repetir estos gestos de forma constante genera líneas de expresión que con el paso de los años se convierten en arrugas.