Los cambios bruscos de temperatura, fenómeno cada vez más frecuente debido a las variaciones climáticas globales, tienen un impacto significativo en la salud humana. Estos cambios repentinos entre el calor extremo y el frío intenso pueden afectar tanto a nuestro bienestar físico como mental, provocando una serie de respuestas en el cuerpo que pueden comprometer nuestras defensas y alterar funciones vitales.

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Nuestra temperatura interna no debería superar los 37,5º/ Foto: Unsplash

 

Mientras que el cuerpo humano tiene una capacidad impresionante para adaptarse a diferentes temperaturas, los cambios bruscos pueden ponerlo a prueba

 

Adaptación y respuestas del cuerpo

El cuerpo humano está diseñado para mantener una temperatura interna estable, aproximadamente entre 36.5 °C y 37.5 °C, a través de un proceso conocido como termorregulación. Cuando nos enfrentamos a cambios bruscos de temperatura, el sistema de termorregulación se activa para adaptarse al nuevo ambiente, ya sea generando calor mediante temblores y una mayor metabolización de alimentos en climas fríos, o liberando calor a través del sudor en condiciones de calor.

 

Efectos del frío repentino

La exposición repentina al frío puede conducir a varios problemas de salud. Uno de los efectos inmediatos es el estrechamiento de los vasos sanguíneos periféricos, un proceso conocido como vasoconstricción, que ayuda a preservar el calor corporal central. Sin embargo, este mecanismo aumenta la presión arterial y pone a prueba el corazón, lo que puede ser peligroso para personas con condiciones cardíacas preexistentes.

Además, el sistema inmunológico puede verse comprometido, aumentando el riesgo de infecciones respiratorias como el resfriado común y la influenza. Las bajas temperaturas también pueden exacerbar condiciones como la artritis y el reumatismo, aumentando el dolor y la rigidez en las articulaciones.

 

Efectos del calor repentino

Por otro lado, el cambio repentino a temperaturas más altas puede provocar estrés térmico, agotando los líquidos corporales y los electrolitos debido al aumento de la sudoración. Esto puede llevar a la deshidratación, golpes de calor y agotamiento por calor si no se maneja adecuadamente, especialmente en personas mayores, niños y aquellos con enfermedades crónicas.

El calor extremo también puede agravar problemas de salud preexistentes, como enfermedades cardiovasculares, respiratorias y renales, debido a la mayor carga de trabajo que impone al cuerpo para mantenerse fresco.

 

Impacto psicológico

Además de los efectos físicos, los cambios bruscos de temperatura también pueden tener un impacto psicológico. La falta de luz durante los meses más fríos puede afectar el estado de ánimo, contribuyendo a trastornos afectivos estacionales. Por otro lado, el calor extremo puede provocar irritabilidad, fatiga y dificultad para concentrarse.

 

Medidas de prevención

Para minimizar los efectos adversos de los cambios bruscos de temperatura, es fundamental adoptar medidas preventivas. Estas incluyen una hidratación adecuada, vestimenta apropiada que se pueda ajustar fácilmente a cambios de temperatura, y la aclimatación gradual al exponerse a nuevos ambientes. También es crucial prestar especial atención a los grupos vulnerables, como los ancianos, los niños y las personas con condiciones de salud preexistentes.

 

En conclusión, mientras que el cuerpo humano tiene una capacidad impresionante para adaptarse a diferentes temperaturas, los cambios bruscos pueden ponerlo a prueba. Entender estos efectos y tomar medidas preventivas apropiadas puede ayudarnos a mantenernos saludables y seguros frente a la variabilidad climática creciente.