La hipotensión es tener la presión arterial más baja de lo normal. Generalmente, se considera que la presión normal, en reposo, está entre 90/60 mmHg y 130/80 mmHg. Si nos encontramos por debajo de 90 mmHg de presión sistólica o de 60 mmHg de presión diastólica, estamos en presencia de hipotensión.

La fatiga y el ortostatismo (dificultad para acostumbrarse a pasar de estar acostado o sentado a estar de pie) son los dos síntomas más comunes de la hipotensión. A veces da mareos o alteraciones visuales como la visión borrosa.

Síntomas de la hipotensión

En general, la hipotensión provoca un cansancio importante que se denota en los bostezos y una sensación de falta de energía. Es esta fatiga la que generalmente impulsa a quienes la padecen a consultar a un médico.

La presión arterial baja provoca bajadas de tensión al levantarse (hipotensión ortostática) o después de una comida (hipotensión posprandial). La cabeza da vueltas, se puede tener la impresión de que se está a punto de caerse, o no ver a los lados, sino solamente lo que hay delante de uno mismo (tunelización de la visión). Menos frecuentemente, pueden ocurrir caídas inexplicables o repetidas.

Las manifestaciones de la hipotensión no siempre tienen la misma intensidad y pueden sentirse de manera muy diferente según la persona. Algunos la padecen a diario, mientras que a otros, con valores idénticos a la hora de medir la presión arterial, apenas les molesta y se adaptarán a ella sin ningún problema.

Hombre presión arterial : Pixnio
Hombre presión arterial / Pixnio

Causas

Algunas personas tienen una presión arterial más baja que el promedio de las personas de manera neutral, pero no se sabe por qué. La hipotensión también es más común en mujeres jóvenes.

El cuerpo tiene varios sensores de presión arterial, o barorreceptores, ubicados cerca de las arterias carótidas del cuello y del corazón. Cuando estos receptores detectan un cambio en la presión, como ponerse de pie y que fluya más sangre a las piernas, envían esta información a través de los nervios al cerebro. Este, a su vez, adapta la presión a esta nueva situación contrayendo las fibras musculares de las paredes de los vasos de las extremidades a través de nervios del sistema nervioso autónomo, que funciona de forma automática y no voluntaria.

El cerebro también controla indirectamente la producción de hormonas que influyen en la presión arterial (renina, angiotensina y aldosterona). Estas hormonas interactúan con los riñones, que participan en la regulación del volumen de sangre circulante y, por lo tanto, de la presión arterial.

Las disfunciones en cualquiera de estos lugares pueden causar hipotensión. Por ejemplo, podemos culpar al deterioro de los barorreceptores, que distorsiona la percepción y regulación del cuerpo de su propia presión arterial. Asimismo, se puede hablar de daño, por diversas enfermedades, de los nervios que transportan información hacia o desde el cerebro.

También puede ser por una disfunción de las glándulas que producen las hormonas que actúan sobre los riñones o una alteración de las señales enviadas por el cerebro a estas glándulas. Ciertas enfermedades, como la enfermedad de Parkinson, la enfermedad tiroidea o la anemia, pueden inducir hipotensión ortostática por diferentes mecanismos. Finalmente, la deshidratación, al disminuir el volumen sanguíneo, también puede disminuir la presión arterial.