Vivimos en una sociedad que nos presiona para que demos lo mejor de nosotros mismos. Sin embargo, no lo hace animándonos a mejorar en aquellos aspectos de la vida que nos parecen significativos, sino haciendo que le tengamos miedo a la idea de fracasar.

La intolerancia al fracaso es la consecuencia de que se nos eduque constantemente para que cada uno de los pasos que damos en nuestras vidas den una imagen de triunfo. En este artículo veremos por qué este fenómeno cultural se reproduce generación tras generación y qué debemos hacer para no dejar que nos afecte de un modo asfixiante.

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Cómo aprender a no temer a los errores

Para llegar a desarrollar el talento es necesario fallar innumerables veces, y de hecho durante el proceso de aprendizaje los fallos son la norma. Sin embargo, aunque en teoría somos conscientes de esto, lo olvidamos con frecuencia; actuamos como si no fuese verdad. Lo que hay que hacer es, pues, volver a entrar en razón y olvidarse de los viejos complejos y con el perfeccionismo extremo, que nos llevará a bloquearnos y a no intentar empezar ninguna iniciativa.

Para entrar en esta nueva filosofía de vida, te será de utilidad seguir estos consejos.

1. Replantéate tus intereses

Para empezar, es necesario tener la seguridad de que aquello que constituye la actividad desde la que juzgamos quiénes somos y hasta dónde podemos llegar sea algo que realmente nos motiva. Si no es el caso, es normal que el empeño que se le ponga no sea suficiente, y por consiguiente solo quede la sensación de que se fracasa.

2. Establece metas asequibles

Si te propones objetivos realistas y a corto plazo, tendrás muchas menos posibilidades de obsesionarte con los pequeños fracasos que vayan sucediendo a medida que avances.

3. Deja constancia de tu progreso

Documenta el progreso de tus proyectos, para que así sea más fácil y sencillo tener en cuenta lo que has ido consiguiendo. De este modo tendrás la capacidad de ver que los errores que cometes son relativos, ya que al fin y al cabo son parte de una tendencia general de mejora.

4. Crea rutinas de modificación de creencias

Es necesario hacer que el exceso de perfeccionismo desaparezca, y para ello es necesario modificar creencias. Aunque este proceso es mucho más sencillo y eficaz con la ayuda de atención psicológica personalizada mediante el servicio de profesionales, puedes intentar hacerlo por tu cuenta.

La intolerancia al fracaso es la consecuencia de que se nos eduque constantemente para que cada uno de los pasos que damos en nuestras vidas den una imagen de triunfo

Para ello, dedica un par de momentos de la semana a dejar por escrito tus impresiones acerca de la relación entre tus logros y tus fracasos. Primero escribe cómo percibes tus fallos, y luego compara esto con cómo deberías percibirlos de un modo más razonable, en el que quede claro que los errores son parte del proceso de aprendizaje, y no obstáculos.

Luego, reflexiona sobre esos patrones de pensamiento que en tu día a día te hacen caer en la intolerancia al fracaso. De este modo, sabrás identificar los momentos en los que esas creencias aparezcan.