El barrio de Sant Antoni está de luto, después de que este miércoles conociera la muerte de la mítica quiosquera Milagros Carballo a los 90 años. Después de toda una vida vendiendo dulces a los niños y explicando anécdotas en la esquina de la calle de Villarroel y la ronda de Sant Antoni, son muchas las generaciones de vecinos del barrio que la apreciaban. Y muestra de eso son las flores y velas que algunos han depositado en el pequeño quiosco, que ahora está cerrado.

También le han dedicado un emotivo mensaje de despedida, agradeciéndole su presencia y amabilidad, y también, haber "resistido" a las transformaciones que ha sufrido la ciudad en los últimos años. "Gracias, Milagros, por tu amabilidad, por ser una gran vecina de esta esquina soleada," empieza el escrito, que recuerda a la quiosquera como una "gran conversadora" y una persona "resistente a toda transformación del barrio en los últimos años". "Sentimos tu marcha y extrañamos tu presencia", concluye, deseándole que "vuele alto" y "descanse en paz".

Más allá de las muestras de agradecimiento materiales en el quiosco, las redes sociales también se han llenado de mensajes de pésame y de recuerdo de esta señora, que marcó la vida de muchos barceloneses. 

Despido Milagros Carballo quiosquera
Mensaje en recuerdo de Milagros Carballo en su quiosco. Foto: Twitter

¿Quién era Milagros Carballo?

Otro cartel pegado en el quiosco de golosinas recuerda quién fue Milagros. Se trata de una breve entrevista que le hizo el año pasado la revista L'Antònia, en la cual la quiosquera, nacida en 1933 en el pueblo gallego de Pedrafita do Cerbeiro, relataba que llegó en Barcelona con 22 años, huérfana de madre y dejando al padre en Galicia. Los primeros años trabajó de sirvienta, sirviendo en varias casas de la ciudad, pero después de casarse con un hombre andaluz, se trasladó a Sant Antoni. El hombre había adquirido el pequeño quiosco unos años atrás, y a partir de 1962 Milagros se empezó a dedicar al negocio. Y así pasaron las décadas, hasta llegar a mantener 61 años el mismo empleo. Los últimos años, sin embargo, reconocía que el quiosco ya no era tanto un negocio como un entretenimiento, que le permitía disfrutar de ratos con los vecinos y seguir activa en el barrio.