No se puede decir nunca la última palabra sobre la obra de un artista, y menos si se trata de alguien como el fotógrafo Francesc Català-Roca (Valls, 1922 - Barcelona, 1998), integrante de la gran estirpe fotográfica de los Català, junto con Pere Català Pic (Valls, 1889 – Barcelona, 1971), además de hermanos y descendientes. Si hace unos meses era noticia, una muy buena noticia, que el Departament de Cultura de la Generalitat había adquirido el fondo fotográfico Català-Roca, formado por 167.701 negativos en blanco y negro y color, 3.109 diapositivas a color, cerca de 14.000 hojas de contacto y 2.000 copias de época de autor, ahora es noticia la edición de un libro que Català-Roca dejó maquetado y prácticamente terminado, La Pell de Barcelona (Grup Enciclopèdia - Ajuntament de Barcelona, 2023), un particular homenaje del pintor a la ciudad que ve la luz cuando ya ha pasado un cuarto de siglo de su muerte.

Se trata de una obra de fotografía total, ya que es un volumen que solo contiene imágenes, sin ningún texto, tal como quería Català-Roca, que se acompaña de un libro anexo con textos de contexto a cargo de la historiadora de la fotografía Laura Terré; Guim Costa Calsamiglia, decano del Col·legi d'Arquitectes de Catalunya; el cronista Lluís Permanyer; un fragmento de las memorias del mismo Català-Roca, y un artículo del músico y fotógrafo Andreu Català Pedersen (Barcelona, 1963), hijo de Francesc Català-Roca. Este último atiende a un equipo de ElNacional.cat en el Cafè de l'Òpera de la Rambla de Barcelona, un espacio muy céntrico que refleja la estima de Català-Roca por la ciudad: "Estaba absolutamente enamorado de Barcelona", afirma con el libro en las manos, una gran muestra del amor del fotógrafo por la ciudad. Lo acompaña en la entrevista, para contextualizar la obra, Joan Ricart (l'Hospitalet de Llobregat, 1969), director editorial de Enciclopèdia Art i Grans Obres.

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Andreu Catala muestra fotografías de su padre, Francesc Català-Roca en el libro anexo de 'La pell de Barcelona' / Foto: Pau Venteo

¿Primero de todo, como se tiene que entender este libro que, por una parte, es un volumen solo fotográfico y por la otra contiene muchos textos contextualizadores?
Joan Ricart:
Es una coedición de Enciclopèdia y el Ayuntamiento de Barcelona y fue un hallazgo así como por azar, porque queríamos hacer otro libro, pero Andreu recordó que había las fotografías de una maqueta inédita de Francesc Català-Roca, que había trabajado durante muchos años y cuando la archivista del Col·legi d'Arquitectes de Catalunya nos la trajo y vimos que aquel material era muy interesante, cambiamos de proyecto. Ha sido una edición muy difícil porque los negativos se han tenido que limpiar y restaurar, con una tarea de edición gráfica muy importante y con el criterio principal de la edición que ha sido la fidelidad absoluta a los deseos de Català-Roca, que siempre había querido hacer un libro limpio de textos, sin ningún tipo de intervención externa.

¿Siempre supieron que existía este libro o fue una sorpresa?
Andreu Català:
En su despacho tenía unos estantes en que tenía quizás media docena u ocho proyectos, uno sobre imagen, uno sobre personajes, otro de blanco y negro, otro de color... Y evidentemente tenía uno de Barcelona, porque estaba absolutamente enamorado de Barcelona, que conocía desde que el año 31 vino la familia. Entonces, aquí teníamos, por ejemplo, una maqueta de tauromaquia, tenemos otra maqueta de Nueva York, pero digamos que este es un libro que empieza en el año 48, que hay fotos de las que le sirvieron para ganar el Premi Ciutat de Barcelona, como la Estació de França, y hasta los últimos meses que pudo ir para Barcelona e hizo fotografías con la cámara pequeña.

 

¿Todavía hay alguna obra inédita que podría ver la luz en un futuro?
A.C.:
Sí, por ejemplo, una tauromaquia para veganos. Él estaba a favor más del toro que del torero, es un tema muy sensible y él hizo una tauromaquia extraordinaria, y no lo digo solo porque sea su hijo.

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Andreu Català en compañía de Joan Ricart, director editorial de Enciclopèdia Arts i Grans Obres / Foto: Pau Venteo

¿Qué discurso visual recoge La pell de Barcelona?
A.C.:
Se ve claramente que empieza con las entradas de las casas. Esto son cosas que se ven a la entrada. Son figuras que hay en la fachada que parece que te saluden al entrar. Y si vamos al final de todo, son precisamente las vallas, es el final. Él siempre trabajaba para el espectador inteligente y que fuera descubriendo. O sea, él se consideraba un profesional. Era una persona que se había ido al mundo a ver información relevante, era capaz de captarla, era capaz de transmitirla y esperaba que realmente hubiera un público interesado, no simplemente una persona que deglutiera, sino que mirara las fotografías como quien mira un espejo y se interroga a sí mismo. La persona que se interroga, cuanto más tiempo pasas, descubre cosas nuevas. Hace falta esta actitud proactiva del público, no simplemente un consumidor o una persona que vea etiquetas.

 

¿No es una paradoja el hecho de que Francesc Català-Roca haga un libro solo de fotos, y después sea necesario un libro de texto para contextualizarlo?
J.R.:
Es como una obra autónoma, es decir, esto es como un facsímil, incluso el título aquí es como realmente a él le hubiera gustado, es el título en catalán y ya está. Lo que hemos hecho es intentar ser muy, muy fieles a lo que él quería, y él lo expresa en sus memorias. Hay un fragmento que se reproduce aquí, donde él expresa su deseo de hacer La pell de Barcelona y hacerlo así, un libro sin textos. Nos pareció que lo que teníamos que hacer era respetar al autor y lo trató como este doble artista que es, en hacer la foto y en combinarla. En este caso, lo único que hicimos es el mismo formado de sus cartulinas, el mismo orden con lo que lo encontramos, hemos añadido solo una cubierta con la tela que él acostumbraba a utilizar en los libros de Destino. Pero también nos parecía que no explicar nada de eso quedaba cojo, por eso todo ello nos pone en contexto y ponemos los pies de foto y explicamos el proceso de todo eso, que es importante también para entender el libro.

Barcelona es un festín para una persona que tiene ansiedad de ver cosas. Es una invitación constante a reflexionar"

¿Cómo definiríais la relación de Francesc Català-Roca con Barcelona? Se ha dicho que era el gran retratista de Barcelona.
A.C.: Hay pocas ciudades que tengan restos romanos, un barrio gótico, una villa olímpica, un modernismo... Aparte de haber sido uno de los puertos importantes del Mediterráneo en contacto con todo el mundo. Hemos estado en contacto con todo por todo el mundo y en este libro, por ejemplo, salen fotos que muestran que había gente que no sabía hablar ni leer porque se ve, por ejemplo, una tienda que tiene una camisa en la fachada, o un grifo, o sea, era todo muy visual. Barcelona es un festín para una persona que tiene ansiedad de ver cosas. Es una invitación constante a reflexionar. Català-Roca hace un libro para la persona inquieta que vea que pueda pasar horas mirando y reflexionando como quien está delante de un espejo preguntándose qué eres tú, pues depende de lo que busques en la fotografía descubrirás como eres tú.

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El libro contiene dobles páginas de fotos barcelonesas que dialogan entre ellas / Foto: Pau Venteo

En uno de los fragmentos del libro el mismo Francesc Català-Roca dice que la intención del libro es "mostrar el paso del tiempo en las fachadas de la ciudad", pero al final no es solo un libro de fachadas.
A.C.: Se llama La piel de Barcelona y la piel implica tacto, implica vista, implica olor. Si has estado en la Boqueria, implica también incluso el olor, dejarse cautivar por las formas. La luz que acaricia y que nos explica, es un festín, tal como era ir con él por la calle y decir: "Fíjate aquello de allí, ahora lo vemos muy bien y nos ha llamado la atención porque es el momento óptimo de luz, dentro de cinco minutos pasarás por aquí y ni te darás cuenta de que existe eso". Y tiene una frase que a mí me hace mucha gracia, que alguien se lo puede tomar mal, pero decía: "Ganar dinero es muy fácil, lo único que hace falta es que estés las 24 horas pensando en ganar dinero y acabarás ganando dinero, y yo soy buen fotógrafo porque me paso las 24 horas, 365 días al año pensando en fotografía, por eso sé de fotografía" y realmente iba muy avanzado. Hace 25 años que murió, pero es que esto es de una calidad extraordinaria.

 

También se menciona en algún momento del libro que prácticamente nunca llegó a preparar fotos excepto algún caso puntual. Quizás son preparadas en el sentido de esperar el momento adecuado.
A.C.: El truco de Català-Roca es que no es una persona, son dos. Está Pere Català Pic, su padre, que ya era una persona que le habría gustado ser filósofo. Los dos, Català Pic a los 12 años, Català-Roca con la guerra a los 13 años, no pudieron continuar los estudios. No obstante, continuaron toda su vida con inquietudes y estudiando mucho. Él decía, tú haces una casa, haces un cuadro, haces una canción, pero en ningún caso la fotografía también la puedes hacer; puedes coger a una persona, vestirla o no sé qué, un objeto aquí, mover de sitio, pero también lo puedes captar, y eso no lo puedes hacer con la pintura, no lo puedes hacer con las cosas. Ya en los años 20-30 Català estaba en medio de todo eso, quería romper con la tradición pictórica. Como si las fotografías tuvieran que ser herederas de la pintura. No, la fotografía tiene unas posibilidades que no tienen las otras expresiones artísticas. Català-Roca quería que la fotografía se expresara al máximo. Por eso, en sus libros, si hay papel llega hasta el final. No tienes que poner una foto aquí enmarcada en blanco como si fuera un grabado. Un grabado lo hacen y después cortan el papel que sobra, pero en fotografía, hazla grande. Por eso sus primeras exposiciones del año 53 ya son grandes, con grandes paneles. Él no quería enjaular las fotografías dentro de un marco, un cristal o un paspartú. Siempre buscaba la máxima expresión.

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Un momento de la entrevista en el Cafè de l'Òpera, en la Rambla / Foto: Pau Venteo

¿Qué relación profesional tuvo usted con su padre? En su texto del libro escribe que "estábamos generacionalmente distanciados pero acabamos siendo grandes amigos". ¿Desde el punto de vista profesional, como fue la relación?
A.C.: Recuerdo ya a los 12 años acompañarlo a reproducir cuadros, pinturas de Antonio Saura en Cuenca. Lo ayudaba a hacer los montajes de películas, o sea, ya tenía las manitas para utilizar la empalmadora, la truca, la moviola... Pensemos que aquí estábamos en una dictadura, pero, en cambio, mi madre era danesa y venía de un lugar mucho más avanzado. Había bastante diferencia de edad, pero se separaron y yo a los 15 años, aunque él tenía la custodia, me fui a vivir con mi madre. Teníamos maneras diferentes de verlo. Yo me acuerdo de pequeño ir por la calle y veía cómo alguien le daba coscorrones a un niño, lo conociera o no. Había unas cosas que se daban por sentadas, un machismo imperante, una jerarquía, una ostentación de poder. Yo si veía mi padre cuándo abroncaba con un trabajador, quizás era una cosa normal entonces, pero a mí no me gustaba ver cuándo abroncaba a mi hermano. Pero el padre supo evolucionar. Y por eso acabamos siendo grandes amigos, porque llegamos a compartir del 76 al 98, más de 20 años de colaboración, de trabajo, de escribirle las cartas, acompañándolo. Y él veía, mira, eso estaría bien hacerlo, no sé qué, y pam, ya tenía una cámara preparada para hacer fotografías. Yo lo admiraba muchísimo como fotógrafo, muchísimo.

 

Al final del año pasado, el Departament de Cultura compró el archivo Francesc Català-Roca. ¿Qué valoración hacen?
A.C.:
Nos tenemos que felicitar todos, porque imaginaos, por ejemplo, Gaudí muere en el año 26 y 10 años más tarde le queman el obrador en la Sagrada Familia y se pierde material. De Bach también resulta que hubo partituras que aparecieron en un mercado que las utilizaban para envolver la carne. La familia somos conscientes de que es un caso extraordinario.

¿Con qué doble página se quedan cada uno de ustedes?
J.R: A mí, la que me gusta mucho es la de la publicidad y el pantocrátor, todo el libro está lleno de juegos que propone Català-Roca, hay muchas doblas páginas, es decir, es doblemente artista, es hacer la foto, pero aquí también es combinarlas, ¿verdad? Y hay muchas cosas que te hacen como pensar. ¿Qué me quería decir con esta doble página?

 

A.C.: Es que cualquiera me gusta. Mira, ya has escogido esta, pues mira, la que sale de la Fundació Miró y la niña. Mira, aquí hablábamos de las personas. Sí, exacto. Esto también es piel de Barcelona. Oh, mira, esta que es... Cada cristal de estos tiene la misma medida y es negro, pero no, aquí no, tú tienes que darte cuenta de que Català ha visto una cosa, pero si esto tiene más colores que el Arco Iris, a ver, busco la de la Fundació, oh, es que no pararía, todas. Pero he dicho esta de la niña... será la última que sale. Mirala. Miró es color. Y, en cambio, aquí, la entrada de los arcos estos que hay en la Fundació Miró, que precisamente la Fundació Miró está en el lugar de Barcelona donde los colores están más vivos, es maravilloso, pues aquí la gama de grises.