El anuncio se hizo hace un año y ahora el Ayuntamiento de Barcelona hará realidad el homenaje a Juan Miguel Gervilla Valladolid, el agente de la Guardia Urbana asesinado por ETA hace veinte años, en el 2000. La propuesta será con una placa que dará nombre en una calle de la ciudad y ha sacado adelante después de la presión del grupo municipal Barcelona pel Canvi, el PP y el sindicato CSIF o el Sapol de este cuerpo de policía barcelonés.

La Ponencia del nomenclátor, encargada de tramitar los cambios de nombre, avaló la semana pasada el cambio de denominación de la calle del Instituto Frenopático, situado en el barrio de Les Corts, que ahora rendirá homenaje a la víctima de ETA. El acto se quiere hacer coincidir con el aniversario de su muerte con un homenaje y la inauguración de la calle. Gervilla murió en la avenida Diagonal con la calle Numància cuando se acercó al vehículo averiado que conducían dos etarras, los mismos que unos días antes mataron al socialista Ernest Lluch.

El fatídico 20 de diciembre del 2000

Gervilla se acercó para dar ayuda a los dos etarras. Conducían uno Fiado de color rojo que se había averiado e interrumpía el tráfico en el lateral de la Diagonal.Els etarras del grupo Barcelona, Fernando García Jodrá y José Ignacio Krutxaga, empujaban el coche y el agente colaboró empujando para que no obstaculizara el paso de vehículos que, en un momento de gran afluencia de tráfico en plena hora punta, había provocado una larga cola de coches. Algunos conductores, incluso, hicieron sónar el claxon. Juan Miguel Gervilla se dio cuenta de que el automóvil se había bloqueado porque no tenía puesta|posada la llave de contacto, entonces.

En este momento, García Jodrá intentó sacar una pistola y se inició una disputa que provocó la caída de los dos en el suelo. El otro asesino de la banda, José Ignacio Krutxaga, no dudó y disparó a Gervilla en la cabeza. A continuación García se levantó y lo remató a sangre fría con un segundo sacado. El agente recibió dos impactos de bala en la cabeza y en el pecho y murió al acto mientras los terroristas emprendían la huida a pie en dirección a un metro.

Atemorizados, algunos de los conductores atrapados en el atasco que fueron testigos de los hechos y dejaron abandonados en medio de la calle sus vehículos durante varios minutos. El vehículo llevaba una bomba con trece kilos de explosivos dentro de una olla a presión que iban ser utilizada en un atentado inminente. En la bomba sólo le faltaba una última conexión para ser accionada a distancia.