La visita real a la localidad navarra de Tudela, con motivo del festival de cine de la localidad y de un homenaje a Pilar Miró, ha sido jugosa. Tanto que podrías mojar pan y no te lo acabas. Y no, no es una frase hecha. Especialmente por todo lo que rodea a la figura de Letizia, que hace sombra a su marido Felipe. Ha llamado la atención en todo momento por dos motivos que son clásicos del género: por su elección de vestuario y por sus formas con los escoltas. La consorte, empeñada últimamente en destacar sobre el resto de mortales, se ha atrevido con un modelo de falda que ha quedado bautizada para siempre como "la del agujero". Uno bien grande a la altura de la rodilla izquierda, para ser más exactos. Discreta, muy discreta. No ha sido, sin embargo, tan sutil con el empujón que le ha propinado a uno de los escoltas del séquito real. Le cerraba el paso al salir del coche y se lo ha sacado de encima con un "quita, coño" de manual. El guardaespaldas, por cierto, un armario empotrao, pero ha salido disparado por el toque de la reina. Leti's style.
Lo que no hemos visto, desgraciadamente, ha sido la reacción de la mujer de Felipe al ver el particular recibimiento de un fan que la esperaba durante el baño de masas de la jornada. Entre la afición de la Corona que se ha reunido en la localidad de la ribera del Ebro hemos visto a un súbdito cargando un obsequio de grandes dimensiones. Descomunales, y no es broma. Seguro que Letizia ha visto la estampa y se ha quedado a cuadros. Ya le pasa a menudo: el tema de los regalos no lo lleva nada bien. Algunos de los presentes que le han querido hacer llegar a lo largo de su carrera le han perturbado, como aquel traje de flamenca, unas botas de agua o un pijama de franela. Pongos, esta es la descripción adecuada.

Ahora bien, el de este 2 de noviembre es todavía más pongo que nunca. ¿Dónde narices poner este objeto tan friki? Haría falta el maletero de un coche sólo para transportarlo a Zarzuela. Eso sí, tendría solucionado el desayuno durante algunas semanas, porque estamos hablando de un alimento perecedero. ¿Espárragos de Tudela, mundialmente famosos, como aquellos que se llaman "cojonudos"? ¿Otros productos de la huerta navarra? ¿Cogollos? ¿Alcachofas? Frío, frío. Volvemos al inicio: decíamos que mojaríamos pan con el obsequio. Mucho pan. Una barra delirante con su nombre inscrito en letras hechas con más pan. Harina a go-go. Ideal para la dieta de la reina. Pero en Tudela no se están por tonterías, ni mucho menos. Son más papistas que el papa, va en su carácter. Y si hacemos un pan para regalar, será el pan más bestia. Como este en concreto.

El autor del obsequio sonreía a los fotógrafos mientras sostenía la pieza, a la espera del paso de la consorte. Era su momento de gloria. No hemos encontrado, sin embargo, ningún documento gráfico del encuentro ni de la entrega del ejemplar, pero para que se hagan una idea, hablamos de un pan que equivale a 4 cabezas del señor en cuestión. Todo el mundo se habrá hecho el longuis para no tener que cargar con el muerto. La primera, ella misma. Una cosa es estar fuerte y otra arrastrar el mamotreto. Tampoco el servicio. Tonto el último.



Con lo tiquismiquis y finita que es Letizia con la comida, pagaríamos por verla haciéndose un bocadillo con este pan tan primitivo, rústico y gigantesco. No hemos tenido suerte, lástima.