La trayectoria de Irene Urdangarin ha sido inestable desde el bachillerato. Las notas apenas alcanzaban el mínimo. Estuvo cerca de no graduarse. Solo lo logró gracias a la insistencia de su madre y un último esfuerzo. Pero fue insuficiente como base.

Aun así, aspiraba a entrar en uno de los centros más exigentes de Europa: la École Hôtelière de Lausanne, en Suiza. Una escuela de élite, orientada a la alta dirección hotelera. El acceso no es fácil. Se exigen buenas calificaciones, experiencia previa y una actitud comprometida. Además, el coste del grado supera los 85.000 euros.

Irene Urdangarin fracasa tras su paso por bachillerato

Irene no pasó la admisión. No logró superar las pruebas, ni reunió la experiencia práctica solicitada. Para intentar salvar el proceso, su familia le buscó unas prácticas de última hora. Fueron breves y mal aprovechadas. Su actitud fue calificada de “poco profesional”.

Irene Urdangarin
Irene Urdangarin

Incluso su abuelo, Juan Carlos I, movió hilos. Llamó a conocidos. Intercedió. Pero ni siquiera él pudo influir en el resultado. La escuela mantuvo su decisión: Irene no era apta.

Tras ese primer fracaso, decidió tomarse un año sabático. Se marchó a Camboya, supuestamente para colaborar en proyectos solidarios. Sin embargo, quienes la conocen aseguran que fue más una aventura personal que un compromiso real. La estancia fue corta. Y el impacto, nulo.

En 2024, probó suerte en Inglaterra. Se inscribió en un curso privado de Organización de Eventos, en Oxford. Parecía una nueva oportunidad. Un reinicio. Pero pronto volvieron los mismos problemas.

Irene Urdangarin en Camboya
Irene Urdangarin en Camboya

Su paso por Oxford tampoco está siendo muy satisfactorio

En lugar de centrarse en los estudios, Irene se convirtió en una habitual de las fiestas londinenses. Mientras tanto, en clase, acumulaba ausencias, bajo rendimiento y exámenes fallidos. Algunas asignaturas clave terminaron con suspensos. Otras, apenas aprobadas. El balance académico fue claro: no apta.

El centro, al ser privado, no expulsa a sus alumnos. Mientras se pague la matrícula, pueden continuar. Pero el mensaje fue firme: debe mejorar. Recibió una advertencia formal.

En casa, el ambiente no es mejor. La decepción familiar crece. Su madre, la infanta Cristina, esperaba que este año marcara un cambio. Su padre guarda silencio. Y su abuelo, pese a las llamadas, ha visto que ni su influencia sirve ya.