A sus 87 años, el rey Juan Carlos I afronta una de las etapas más duras de su vida. El que fuera monarca de España durante casi cuatro décadas está lidiando con una enfermedad degenerativa que también marcó el final de los días de su madre, María de las Mercedes. El diagnóstico es claro: padece una artrosis avanzada que ha limitado de forma extrema su movilidad, dejándolo prácticamente inmóvil y condenado, según sus propios médicos, a vivir para siempre en una silla de ruedas.
Este deterioro físico no es reciente. El emérito ha pasado por más de una decena de operaciones, tanto en las rodillas como en la cadera, tratando de mantener algo de autonomía. Incluso recurrió a tratamientos con células madre en Suiza, buscando soluciones en la medicina regenerativa. Sin embargo, el avance de la enfermedad ha sido implacable. Su pierna izquierda está completamente rígida, y el dolor crónico forma parte de su día a día.
Los peores momentos de la vida de Juan Carlos I
Más allá del plano físico, Juan Carlos I vive con una profunda soledad emocional. Desde su salida de España, impulsada por su hijo, el rey Felipe VI, ha residido en Abu Dabi, alejado de su entorno más cercano. La relación con su hijo sigue siendo tensa y, aunque ha habido intentos de acercamiento, el regreso a España no parece viable. Se dice que está preparando un traslado a Cascais, Portugal. Pero eso es lo más cerca de España que le dejan residir.
Un exilio que el monarca emérito siente como una humillación. Y que se le ha relegado al olvido sin que se reconozcan lo que considera sus méritos durante la Transición democrática. Como si la imposición de un rey fuera muy “democrático”.
Solo y abandonado
Este sentimiento de abandono ha despertado en Juan Carlos un deseo de reivindicación personal. Sus recientes demandas judiciales, tanto contra Miguel Ángel Revilla como contra Corinna Larsen, no serían más que una muestra de ese pulso que quiere mantener con quienes siente que lo han traicionado o dañado su imagen, así como una forma de llamar la atención de su hijo. Juan Carlos sabe que a Felipe no le gustan estos movimientos. Y sería capaz de dar marcha atrás si se le deja regresar a España. También prepara la publicación de sus memorias, un proyecto con el que busca recuperar el control del relato sobre su figura histórica. ‘Reconciliación’, se titula. Y no es un meme.
A pesar de su dolor, hay un pequeño rincón que aún le da alegría: las regatas en Sanxenxo. Allí, junto a un círculo íntimo y reducido, el emérito encuentra un respiro a su situación. Pero incluso en sus visitas a España evita que se le vea en silla de ruedas. Se apoya en bastones, escoltas o asistentes, porque no quiere que trasciendan imágenes que lo retraten como el hombre débil y deteriorado que es actualmente. Mantener una apariencia de fortaleza sigue siendo clave para él.