La salud de Juan Carlos I empeora por momentos. A sus 87 años, el que fuera rey de España durante casi cuatro décadas atraviesa una etapa marcada por un progresivo deterioro físico y mental. Aunque desde Zarzuela no se habla del asunto, como si no existiera el ex monarca o no pasara nada, lo cierto es que el estado del emérito se encuentra en un punto crítico que ya no se puede disimular. Froilán incluso ha dado la voz de alarma a su propio padre, Jaime de Marichalar.

Desde que se trasladó a Abu Dabi, Froilán ha sido testigo directo de la transformación de su abuelo. Pasa largas temporadas con él, y es quien ha visto más de cerca la evolución de sus problemas cognitivos. En una conversación privada con su padre, el joven le habría confirmado lo que muchos temían, que el abuelo empieza a perder la memoria.

Juan Carlos I
Juan Carlos I

El rey emérito Juan Carlos I olvida nombres y recuerdos

El emérito, que en su juventud presumía de una memoria privilegiada, ha empezado a mostrar lagunas preocupantes: confunde nombres, olvida conversaciones recientes y no reconoce a personas con las que ha compartido décadas. Este deterioro cognitivo ha generado una gran inquietud, no solo por su salud, sino por el riesgo de que diga algo comprometedor en alguna conversación.

De hecho, hay fuentes que afirman que su teléfono ha sido intervenido para evitar filtraciones o declaraciones involuntarias que puedan afectar a la imagen pública de la monarquía. La precaución es máxima: cualquier palabra mal dicha por Juan Carlos I podría desencadenar un nuevo escándalo.

Juan Carlos I
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Froilán ha sido testigo en primera persona del deterioro del emérito

La cosa, sin embargo, no se queda en la mente. El deterioro físico de Juan Carlos I también es evidente. A los dolores crónicos en cadera y piernas, se suman problemas de movilidad que le obligan a desplazarse en silla de ruedas, recurriendo ocasionalmente al bastón. Sus residencias en Abu Dabi han tenido que ser adaptadas con rampas y barandillas, un detalle más que demuestra que ya no puede desenvolverse con autonomía. En este sentido, se dice que los problemas físicos son los que estarían mermando su mente. Se siente solo y sabe que ya está en la recta final de su vida.

Sea como sea, Froilán, testigo de primera mano, lo confirma. Tal y como le ha trasladado a su padre, la situación es seria y no tiene marcha atrás. Los médicos que lo tratan también son claros: no hay posibilidad de recuperación, y someterlo a intervenciones quirúrgicas sería extremadamente arriesgado. Todo se limita a tratamientos paliativos que buscan aliviar el dolor sin poder detener el avance del deterioro.