Mientras que la semana pasada seguíamos capítulo a capítulo el devenir del globo chino en los cielos de EE. UU. y Antony Blinken, Secretario de Estado de EE. UU., cancelaba su viaje al país asiático, comenzaron a surgir las dudas sobre el impacto que esto tendría en la maltrecha economía internacional.

El reciente acercamiento entre las dos potencias no responde a motivaciones altruistas ni filantrópicas. Se debe más bien a una situación de debilidad para ambos. Debilidad interna de sus líderes, malos resultados económicos causados por la situación global y las medidas anti-Covid, escalada de conflictos internacionales y entre ellos. El acercamiento se traduce más como un pacto de no agresión por el beneficio de ambos.

La política estadounidense de los últimos años ha tratado de bloquear de forma clara algunos sectores empresariales estratégicos en China. Como ejemplo, los acuerdos con Países Bajos y Japón para limitar la venta de maquinaria a la potencia asiática, con el fin de limitar la competencia y el desarrollo en la fabricación de chips y semiconductores. O las nuevas normas aprobadas para reindustrializar EE. UU.

Un Xi Jinping en horas bajas, con su población cansada de las estrictas medidas para luchar contra la pandemia, se enfrentó a un crecimiento pírrico en 2022. Tan solo un 3,3%, el resultado más bajo desde 1.976, excluyendo 2020. Pero no solo estas cifras fueron una señal de alarma. Por ejemplo, Alibaba, el gigante online chino, mantuvo en secreto por primera vez las ventas en el Singles Day, en sus 14 años de existencia. Comunicaron que estuvieron en línea con las de 2021, que fueron las de menor crecimiento hasta la fecha. Esto muestra la debilidad del consumo interno en el país.

Tras la apertura de China, cambiarán las tornas, al menos así ha sido durante este primer mes. Pues el consumo interno aumentará, impulsado por la tasa de ahorro acumulada en los años de pandemia. Pero existen dudas respecto a la reacción en L de la economía china, ya que la crisis económica internacional puede afectar a su cifra de exportación.

Prueba de ello es la evolución de las transacciones internacionales del último año, los impactos en las cadenas de suministro y los cantos contra la globalización que se escuchan en algunos discursos.

Además, es curiosa la evolución de algunas variables como el ICOR. El índice de producción de capital incremental (ICOR) explica la relación entre el nivel de inversión en la economía y el consiguiente aumento del producto interno bruto. En China ha subido exponencialmente desde 2019. Cuanto más alta sea, más ineficiente es el capital o más baja su productividad. Y hay una corriente de inversores internacionales que abogan por trasladarse del país. La incertidumbre con las medidas aplicadas en los últimos años ha hecho que muchas empresas decidan pagar un mayor coste de producción en otro territorio, pero apostar por mayor seguridad.

China no es como Las Vegas. Lo que pasa en el país no se queda allí, sino que nos afecta a todos de forma directa. La vuelta a la normalidad de su economía va a tener un probable impacto en la inflación mundial. Pensemos que hasta ahora el consumo de energía y de materias primas del país estaba restringido porque su economía no funcionaba en condiciones normales. Un país de ese peso, demandando petróleo, gas y minerales de nuevo, a su volumen habitual, va a incrementar seguro el precio de esos productos en los mercados internacionales. Y, por lo tanto, los bancos centrales echarán mano de nuevo de los tipos de interés para tratar de controlar los precios.

Además, en el medio plazo, China se enfrenta a un grave problema demográfico, puesto que los resultados de su política del hijo único, causarán un envejecimiento de la población muy considerable, que comprometerá su capacidad de producción y generación de riqueza si no se toman medidas.

La posición china en la guerra de Rusia es otra cuestión clave. Tradicionalmente China ha hecho negocios con países sin inmiscuirse mucho en cuestiones políticas o sociales, pero con Rusia se trata de un aliado tradicional. Sin embargo, el impacto de la guerra en la economía mundial afecta al bolsillo del país asiático. Sobre todo, si sigue alargándose el conflicto.

¿La nueva paz diplomática entre EE.UU. y China será tan frágil como el globo derribado o harán la vista gorda por necesidad económica? Lo veremos en siguientes temporadas.