Siempre causa un cierto desconcierto cuando se advierte la presencia de un importante número de puestos vacantes en las empresas sin que se lleguen a cubrir, a pesar de la existencia de un volumen muy importante de parados. En estos momentos, según los datos del INE, el número de vacantes sin cubrir alcanza prácticamente las 150.000, con un número total de parados de en torno a los 2,8 millones. Más sorprendente es que esto se produzca con la existencia al propio tiempo de un importante flujo de jóvenes de muy diversa cualificación profesional que optan por buscar empleo y asentarse de manera relativamente permanente fuera de nuestro país. A pesar de que tenemos datos relativamente contrastados que nos permiten conocer la situación, sin embargo, se trata de uno de los asuntos en los que las valoraciones resultan de lo más discrepantes entre las organizaciones sindicales y empresariales, internamente entre diversos ministerios del mismo Gobierno, así como entre analistas conocedores de la materia. Posiblemente, se deba a que todos tienen parte de razón y, por extraño que parezca, sus posiciones opuestas se complementan.

Para empezar, se discute la trascendencia del fenómeno, por cuanto unos lo minimizan en tanto que otros lo magnifican. A tal efecto, es obligado comenzar destacando que España tiene uno de los porcentajes más bajos de vacantes sin cubrir de toda Europa; según datos de Eurostat tenemos un 0,9% de vacantes sin cubrir respecto del total de la población asalariada, cuando la media europea se sitúa en el 2,7% y la media de la eurozona, en el 3%. Al mismo tiempo, la cifra absoluta de vacantes sin cubrir se muestra bastante reducida respecto del volumen total de contratación laboral a lo largo del mismo período de cómputo, pudiéndose entender que no resulta muy impactante respecto del volumen total de desempleo.

Es obligado destacar que España tiene uno de los porcentajes más bajos de vacantes sin cubrir de toda Europa, pero está creciendo

Frente a ello, aparecen otros datos que hacen necesario tomar nota de que el fenómeno puede agudizarse, de no adoptarse medidas adecuadas que lo contengan. De un lado, se aprecia que el volumen de vacantes sin cubrir está creciendo significativamente, de modo que se ha duplicado desde el año 2020 y es próximo a triplicarse desde el año 2014. Al mismo tiempo, en su proyección al inmediato futuro, el cambio demográfico puede ser muy influyente, de mantenerse la tendencia a un mercado de trabajo sólido con tendencia continuada al crecimiento del empleo, al tiempo que desciende la población en las nuevas generaciones; esto último se cifra en una perceptible tendencia a la disminución de los jóvenes entre 16 y 24 años; es decir, los que se van a incorporar de manera inmediata al mercado de trabajo, sustituyendo a la generación del baby boom que empieza a jubilarse. La permanencia de los flujos migratorios de extranjeros a nuestro territorio, que siguen siendo notables en los últimos años, corrige en parte este déficit, pero con seguridad no puede ser la única política que adoptar cuando seguimos con tasas elevadas de desempleo.

Comprender en sus justos términos esta tendencia al crecimiento de las vacantes sin cubrir requiere ser capaces de identificar las raíces del problema, para acertar en las medidas que corresponde adoptar, anticipando que las causas son diversas, lo que impide simplificar el diagnóstico.

Así, lo más llamativo es que, con gran diferencia, el ámbito donde se detecta mayor número de estas vacantes es en las administraciones públicas, al extremo que más de un tercio de tales vacantes se debe precisamente a un mal funcionamiento de los sistemas de selección en el sector público. Por ello, respecto de este tercio no puede considerarse que sea un problema de ausencia de candidatos a ocupar las plazas, ni de falta de cualificación profesional de los aspirantes a cubrirla, a la vista del elevadísimo número de personas que firman las convocatorias de plazas que se publican. Por tanto, el problema se sitúa en un claramente inadecuado modelo de programación de la reposición de puestos que van quedando vacantes en el sector público, unido a la lentitud en los procesos de resolución de los concursos públicos.

Más de un tercio de las vacantes se deben al mal funcionamiento de los sistemas de selección en el sector público

Centrados en el sector privado, las ineficiencias también son múltiples y conviene tener la capacidad de ponderarlas en su trascendencia. Suelen tener de común que no casan debidamente las ofertas y las demandas de empleo, lo que se hace plenamente compatible con tasas elevadas de desempleo. En ocasiones, sobre todo respecto de trabajos de baja cualificación profesional en sectores claramente identificados (comercio, hostelería), la disparidad se debe sobre todo a que los territorios donde se produce mayor demanda de empleo son al propio tiempo aquellos en los que la tasa de desempleo resulta más baja; a estos efectos, lo que se demuestra es que tenemos resistencias a la movilidad territorial por múltiples razones: bajos salarios, alto coste de la vivienda, dispersión familiar que dificulta atender a las responsabilidades familiares, oportunidades de empleo mayoritariamente temporales por responder a períodos de temporada o estacionales que no resultan suficientemente atractivas.

Existen otros sectores productivos donde los salarios no son tan bajos, como es el caso de la construcción, pero que, probablemente por falta de otros atractivos, comienzan a manifestar dificultades de casar oferta y demanda. No por ello resulta casual que en el último catálogo de ocupaciones de difícil ocupación aprobado por el SEPE, se han incorporado a ciertos oficios técnicos de la construcción, lo que abre paso a una mayor facilidad en este ámbito para conceder los correspondientes permisos de trabajos a extranjeros.

Algunos apuntan, adicionalmente, a la situación de despoblamiento de ciertos territorios. Ello, sin dejar de ser preocupante por muchas razones, no parece que se confirme con los datos comparados de vacantes sin cubrir, ya que estas parece que se concentran en las comunidades autónomas más pobladas.

Tenemos resistencias a la movilidad territorial por múltiples razones, como salarios, vivienda y familia

De otra parte, los desajustes se producen también por la presencia de necesidades de empleo en actividades profesionales donde faltan personas con formación disponibles para ocuparlas. En particular, se empiezan a detectar carencias en actividades científicas, tecnológicas, de ingeniería y matemáticas, resultado que nuestro empleo está creciendo significativamente en estas profesiones y ya no responde solo a un mercado de trabajo de baja productividad. A tal efecto, dos medidas complementarias deberían adoptarse. De un lado, diseñar programas de recuperación de los jóvenes de alta cualificación profesional y ya importante experiencia profesional fuera de nuestras fronteras; si bien, para ello habría que cambiar el rumbo de la calidad del empleo en estas actividades, que indiscutiblemente se han deteriorado notablemente en los últimos tiempos, tanto por la tendencia a la contratación como autónomos, a las ofertas de empleo temporales y, especialmente, al deterioro de los salarios en estos trabajos. De otro lado, dar respuesta a la falta de formación adecuada entre nuestra población en edad de trabajar, donde se observan claros desajustes formativos e insuficiencias de los programas de reciclaje profesional de quienes pierden su empleo en actividades sin futuro previsible.

Como contrapunto de todo lo anterior, lo que no existe entre nosotros es un fenómeno asimilable a la llamada “gran dimisión” producida en el mundo anglosajón, que provoque abandono del trabajo por cierta población sin alicientes para trabajar. La pulsión de la necesidad de tener medios de subsistencia suficientes sigue primando entre nosotros. Ningún dato de los disponibles manifiesta que tengamos un problema similar a la gran dimisión en Estados Unidos. En particular, la estabilidad en el número de dimisiones y bajas voluntarias parece descartar que un fenómeno de esta naturaleza se encuentre detrás de nuestras cifras de vacantes sin cubrir y de su tendencia al crecimiento en el inmediato futuro.