La consejera delegada de Bankinter, María Dolores Dancausa, declaró hace pocos días, en relación al nuevo impuesto a la banca: “Vamos a recurrir al día siguiente de pagarlo. Es discriminatorio y confiscatorio”. En parecidos términos se han expresado muchas otras entidades financieras. Y lo mismo va a suceder con el mal llamado “Impuesto de Solidaridad”. Varias Comunidades Autónomas, como la de Madrid, ya ha expresado su intención de pelear por la inconstitucionalidad del mismo, debido a la intrusión del Gobierno Central en competencias cedidas a los Gobiernos Autónomos.

Pero al Ejecutivo no le importa. Como se dice vulgarmente: “Tira, que te vas”. En Catalunya, “Qui dia passa, dia empeny”. Ambos vienen a decir: me dan igual las futuras consecuencias, de momento obtengo lo que necesito y más adelante ya veremos. Pero sí pasa algo. Y tanto que pasa.

Hace unos cuantos años, en España se decidió eliminar de un plumazo y sin previo aviso todas las desgravaciones y deducciones por inversión en energías renovables. Hubo muchísimos fondos de inversión extranjeros afectados que, literalmente, dijeron: “nunca más volveremos a invertir en España”. 

La seguridad fiscal de un país es tanto o más importante que la seguridad jurídica. De hecho, es parte de ella porque la fiscalidad es parte del conjunto de normas que rigen a un país determinado. Cambiar normas de forma frecuente por motivos ideológicos, del partido político de turno que accede al poder, convierte a un país serio en un país de pandereta para los inversores. El dinero necesita pocas cosas para escoger la tierra donde germinar y crecer. Y una de ellas es la estabilidad fiscal. Es como cambiar las normas de juego a mitad de partido de futbol y mientras se está jugando. Justo después de chutar y marcar gol, se le dice al delantero: los goles con la zurda valen la mitad.

Es lamentable la aparición de estos dos impuestos en un año de recaudación récord en España, donde las arcas públicas han sido la principal beneficiaria de la inflación. Se ha recaudado más dinero que durante los años de la burbuja financiera.

El problema de todo esto, como sucedió con el impuesto de la plusvalía en compraventa de inmuebles o con la no prescriptibilidad de los activos no declarados fuera de España y que el TJUE también tumbó, es que, al cabo de un tiempo, cuando la Justicia pone las cosas en su sitio, hay que devolver lo cobrado, y con intereses. Con lo que, al final, lo recaudado no solo es inexistente, sino que acaba costando más dinero al ciudadano de a pie, que es quien habrá de pagar el coste del error.

Lo llamo la política del Ctrl-Z, la tecla de “deshacer” de los ordenadores personales. Son rápidos y dejan las cosas como estaban. Pero en el mundo económico no es así. Hacer para deshacer después es una política no solo ineficiente, sino irresponsable y temeraria. En economía, las decisiones deben ser firmes y seguras en la mayor medida de lo posible y, sobre todo, irreversibles. Sucede igual en el mundo empresarial. Un directivo que tome decisiones para ganar hoy 100 y que, mañana, en los tribunales suponga devolver 120 será automáticamente despedido. Porque ya no solo se está produciendo una destrucción de valor y descapitalización, sino que, además, ha orientado la organización hacia una dirección equivocada y nos ha hecho contar con unos recursos de los que, en realidad, no disponíamos. El daño no es solo económico, es un daño estratégico, pues se confunde a la organización, a los recursos que se le suponen y a sus propios derechos.

Hacer para deshacer después es una política no solo ineficiente, sino irresponsable y temeraria. En economía, las decisiones deben ser firmes y seguras en la mayor medida de lo posible y, sobre todo, irreversibles

En España nos encanta la política económica del Ctrl-Z. Somos de los países europeos donde más veces nos llaman la atención desde Bruselas y que mayor número de contenciosos tenemos abiertos por modificaciones arbitrarias de fiscalidad. Pero nunca pasa nada. Porque cuando te hacen deshacer una decisión, siempre tienes el recurso fácil de hacer otra que, aunque sepas que también desharán más tarde, te cubre el coste del anterior error. Errores con errores se arreglan.

Y así nos va.

Dos nuevos impuestos confiscatorios y que la justicia tumbará en el año de mayor aumento recaudatorio de nuestra historia fiscal moderna.