¿Podemos vivir hoy sin la IA? (y II)

- Pau Hortal
- Barcelona. Sábado, 17 de mayo de 2025. 05:30
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Finalizaba un artículo de título análogo publicado hace algunas semanas con una referencia al hecho de que la inteligencia artificial (IA) nos permite almacenar, analizar y gestionar como nunca antes habíamos imaginado. Gracias a ella hoy ya muchas de las actividades humanas podemos hacerlas con mucha más eficiencia y seguridad.
Todo ello me permitía afirmar que es posible que los algoritmos se conviertan en el referente del siglo XXI, de la misma forma que podemos definir el siglo XIX como el de la literatura y el XX como el de la imagen. Mencionaba también que el proceso de implantación de la IA ha de realizarse desde la constatación de que las capacidades de imaginación, curiosidad y creatividad son innatas de los seres humanos. Unas capacidades que constituyen, sin ninguna duda, la base de la inteligencia humana y el sustrato de la evolución que hemos vivido desde la aparición de nuestra especie.
La incorporación de la IA como soporte a las actividades humanas plantea, sin embargo, desafíos y consideraciones éticas. Debemos asegurar que su implementación sea transparente, justa, que no se vea impactada por sesgos de todo tipo y respete el derecho a la independencia y a la libertad personal inherentes a la vida humana. Aunque estos frenos no puedan ni deban convertirse en rémoras para la incorporación de este tipo de herramientas.
Respecto a los ámbitos referidos a la gestión de personas y del empleo (que como sabéis son los que me ocupan e interesan profesionalmente) debemos de tomar consciencia que la IA puede permitirnos sustituir actividades y tomar decisiones que hoy se desarrollan artesanalmente con un mayor volumen de subjetividad y más inversión en términos temporales y de costes: por ejemplo, en la redacción de un modelo de CV, la gestión del reclutamiento y la selección de personal, y los procesos formativos, entre otros. Hoy es posible conseguir en segundos una base coherente para construir sistemas más eficientes, desarrollar las tareas más rutinarias y de menor valor añadido, además de facilitar que las personas puedan dedicarse a aspectos de mayor valor.
Sabemos que en el futuro nada será igual, aunque no tengamos certezas absolutas sobre cómo será
Las cosas cambian. No podemos seguir manteniendo los conceptos y criterios antiguos ni, mucho menos, otorgarles el mismo significado. A pesar de que todos sentimos como estamos cuestionando muchos de los criterios que han conformado la existencia humana, todavía no hemos tomado la consciencia de que hemos de desarrollar nuevos conceptos para afrontar las nuevas realidades. A título de ejemplo: empleo/trabajo y formación/aprendizaje. El debate sobre dónde y cómo aprendemos y sobre cómo y dónde trabajamos está ya presente entre nosotros. Necesitamos modificar sus dinámicas sobre la base de que son elementos esenciales para el desarrollo homogéneo de la vida humana. Tenemos que enfocar nuestras realidades desde un planteamiento de humildad. Y esto, que es válido para todos los ámbitos de nuestra vida, lo es también para el del empleo y su gestión.
Otra particularidad de la IA es la de que se está convirtiendo en el motor de los propios procesos de innovación. Y este potencial innovador deriva no solo de su utilidad para el análisis, sino que se fundamenta también en su capacidad para sorprendernos. Quiero recordaros la anécdota que ya os cité (‘¿Debemos tener miedo a la IA?’) protagonizada por Lee Sedol, campeón mundial de Go: en una de las 14 de 15 partidas ganadas por la IA en el transcurso del combate entre esta y un ser humano, realizó una jugada tan inusual e imprevista que todos los humanos en la sala la interpretaron, inicialmente, como un error. Solo al acabar la partida fueron conscientes de que esa jugada fue la que decidió la victoria.
Sin embargo, la inteligencia artificial tiene sus límites. Ni resolverá todos los problemas ni podrá sustituir los roles que hoy ejercen los seres humanos. No va a ser capaz de desarrollar el trabajo hecho por las personas, sobre todo en la prestación de servicios a otros seres humanos. Lo que no es óbice para que debamos afrontar y encontrar correctamente soluciones que nos permitan entender las nuevas realidades y aprender a activar los sistemas humanos para crearlas, controlarlas y dominarlas. Y por ello es necesario establecer políticas y regulaciones que aborden aspectos como la privacidad de los datos, la equidad en la contratación y los entornos y formatos, que minimicen los sesgos de todo tipo y que generen entornos laborales adecuados.
Nos dirigimos a un mundo mucho más complejo, con multitud de cambios. En la ética, en las normas y en los nuevos modelos de relación, familia, actividad y empleo. ¡Hay quien afirma que el cambio será brutal! Sabemos que en el futuro nada será igual, aunque no tengamos certezas absolutas sobre cómo será.