Esta semana mantuve una más que agradable charla económica con el periodista y director de este diario, Serafí del Arco, a quien felicito desde esta columna por el premio Joan Sardà Dexeus a Mejor Trayectoria Personal en la Difusión de la Economía que concede el Col·legi d'Economistes de Catalunya (CEC).

Durante nuestra conversación, entre otros temas de actualidad, salió a colación cuál era el estado actual del famoso VUCA que, poca gente lo sabe, no proviene del mundo de los negocios, sino del militar y mucho más tiempo atrás de lo que imaginamos. Si bien es durante la década anterior que se metió en los PowerPoint y conferencias de congresos y reuniones de directivos, su origen se remonta a los años 90 y lo acuñó el ejército de los Estados Unidos para referirse a la guerra fría. Una vez más, el management toma prestados términos de lo bélico (táctica, estrategia, objetivo, marketing de guerrillas, estrategia de flanqueo… y tantas otras).

Recordemos, la “V” de volátil se refiere a la velocidad y lo impredecible de los cambios. La “U” de incierto (uncertain, en inglés) se refiere a la dificultad para anticipar o prever el futuro. Como me dijo un catedrático de economía, cuando vienen curvas los modelos econométricos derrapan. La “C” de complejo se refiere a que los sistemas económicos, debido a la globalización e interacción entre empresas, se ha hecho mucho más intrincado de gestionar. Y la “A” de ambiguo hace referencia a que diferentes escenarios pueden perfectamente ser válidos, por lo que tomar decisiones o apostar por una vía concreta puede ser tan bueno o malo como otra cualquiera.

El directivo ha desarrollado una nueva habilidad: se llama desatención consciente. Es consciente de los problemas y las amenazas globales, pero las desatiende. En Catalunya, tenemos un dicho para eso: 'qui dia passa, any empeny'

A partir de la pandemia, en 2020, VUCA empezó a dar paso a otro acrónimo, menos popular, probablemente por aquello de que segundas partes nunca fueron buenas o que quien da primero suele dar dos veces. Se trata de BANI, que pone de relieve, todavía más, la difícil tarea de gestionar negocios en la actualidad.

Así, la “B” de quebradizo (en inglés, brittle) hace referencia a que las cosas son muy frágiles y se pueden romper en cualquier momento. El motivo es la que los sistemas son estáticos y la adaptabilidad no es siempre posible con lo que las cosas se pueden quebrar con rapidez y facilidad. En castizo, y con perdón de la expresión, que todo puede irse a la mierda en un abrir y cerrar de ojos.

La “A” es de ansiedad. Cómo no. Inquietud, impotencia y esta cultura de querer resultados y soluciones rápidas a cualquier problema, característica de las nuevas generaciones, suscita en los profesionales una ansiedad constante que los hace carne de cañón (de nuevo los militares) de los ejércitos (otra vez) de coaching que viven de apaciguar los nervios de los directivos europeos.

La “N” es de no-linealidad. Las relaciones causa-efecto no son lineales, por lo que la disrupción forma parte de lo cotidiano. Enfrentarse a la no linealidad es imposible, pues se asemeja a ese personaje fantástico que aparece y desaparece a voluntad.

Y, finalmente, la “I” de incomprensión, que acaba de rematar el asunto. Debido a todo lo anterior no tenemos capacidad de entender, de procesar, de razonar. Los directivos estamos incapacitados para comprender, según BANI.

Bien, ¿es esta la realidad? Pues le diré algo que les sorprenderá y que fue lo que dije a mi buen amigo y colega Serafí: sí, todo esto es cierto, pero los directivos llevan tres años obteniendo buenos resultados empresariales en la mayoría de sectores e industrias, así que empiezan a resultar insensibles al VUCA, al BANI y al próximo acrónimo que se ponga de moda para advertirnos de que todo se va a hundir y no vamos a saber preverlo ni evitarlo. El empresario o directivo dice, vale, pues cuando eso pase ya llamaré al abogado para convocar concurso de acreedores, pero, mientras tanto, mi objetivo es seguir vendiendo, seguir cobrando, conservar el talento, cuidar la marca y cerrar un ejercicio más en positivo.

La consecuencia no es baladí. El directivo ha desarrollado una nueva habilidad: se llama desatención consciente. Es decir, es consciente de los problemas y las amenazas globales, pero las desatiende. Se centra en soluciones inmediatas a problemas a corto plazo, y deja la eventual devastación de los tsunamis para los abogados y jueces, si es que llega al caso. Total, si no voy a poder evitar ni prever ni entender el próximo giro copernicano de mi industria, ¿para qué dedicarle tiempo, atención y angustia? En Catalunya, tenemos un dicho para eso: qui dia passa, any empeny. El refranero es sabio.

En otras palabras, mientras no se hunda la cosa, mantengámosla saneada.