Más allá de las estadísticas: el sufrimiento como motor de los ciclos económicos

- Mookie Tenembaum
- Cap d'Agde (Francia). Viernes, 21 de noviembre de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 2 minutos
The Economist publicó un artículo recientemente donde sostiene que ni Wall Street ni los mejores fondos del mundo anticipan el próximo derrumbe financiero. Según ellos, esto radica en que las crisis no se pueden predecir, la volatilidad se comporta como un fenómeno natural, imposible de prever. Los bancos, los algoritmos y los modelos matemáticos solo observan cómo los precios oscilan entre períodos de calma y de turbulencia, pero no cuándo ni por qué cambian de régimen. En otras palabras, miden el temblor, pero no entienden qué lo provoca.
Esa limitación no es técnica, sino conceptual. Los economistas tradicionales suponen que los precios se mueven por factores objetivos tales como tasas de interés, inflación o ganancias corporativas. Sin embargo, lo que llaman “volatilidad” es, en el fondo, una forma estadística de registrar el miedo. No existen oscilaciones sin ansiedad, ni burbuja sin deseo de alivio. Lo que el mercado expresa en números son emociones colectivas. La historia de cada crisis, desde 1929 hasta las criptomonedas, es la misma, un período prolongado de euforia y confianza seguido por un colapso cuando esa ilusión no soporta el sufrimiento subyacente.
Aquí es donde entra en juego la teoría misálgica. Este enfoque parte de una premisa distinta: toda decisión económica surge de la tensión entre sufrimiento y alivio. No se trata de moral ni de psicología individual, sino de una dinámica estructural. El ser humano, como agente económico, no busca maximizar beneficios, sino minimizar malestar. Cuando el sufrimiento que genera la espera supera el alivio que promete la ganancia, se produce el punto de inflexión.
Aplicada a los mercados, la teoría misálgica ofrece una herramienta para medir tanto los precios así como la energía emocional que los impulsa. En vez de analizar cuántas acciones se compran o venden, se observa cuánto sufrimiento se transfiere. Cada burbuja es un mecanismo colectivo de alivio, y allí está el sosiego de creer que esta vez sí será distinto, que el riesgo está controlado y la tecnología salvará al sistema. Así, cada colapso llega cuando esa ilusión deja de amortiguar la angustia.
Según la teoría misálgica, el ser humano, como agente económico, no busca maximizar beneficios, sino minimizar malestar
Los modelos clásicos predicen los cambios midiendo datos pasados. La teoría misálgica, en cambio, se centra en los procesos internos que generan esos datos. Si se cuantifica el nivel de sufrimiento acumulado en los distintos sectores económicos, mediante indicadores de incertidumbre, saturación laboral, endeudamiento, discurso mediático o incluso búsquedas en redes sociales; se anticipa con más precisión cuándo un mercado alcanza su punto de saturación emocional. Ese momento, donde el alivio deja de compensar el malestar, es el verdadero umbral de la caída.
No se trata de reemplazar los modelos matemáticos, sino de complementarlos con una variable que hoy no existe, la del dolor económico no expresado. Así como la medicina aprendió que la fiebre no es una enfermedad, sino un síntoma, la economía reconocerá que la volatilidad no es una causa, sino una manifestación del sufrimiento colectivo. Medir solo los precios equivale a medir la temperatura sin entender la infección.
Tal vez, si el análisis financiero incorpora esta dimensión misálgica, las advertencias sobre las burbujas llegarán antes del estallido. La volatilidad, vista desde el sufrimiento y el alivio, deja de ser un misterio y se convierte en un lenguaje humano. En ese sentido, el próximo paso de la economía quizás no consista en mejorar los algoritmos, sino en aceptar que los números, por sí solos, nunca predicen el miedo.
Las cosas como son.