Lecciones de la opa del BBVA al Sabadell

- Xavier Alegret
- Barcelona. Lunes, 13 de octubre de 2025. 05:30
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El pasado viernes terminó una opa de casi un año y medio del BBVA sobre el Sabadell, con la incógnita de si habrá una segunda. Este próximo viernes sabremos el resultado: si Carlos Torres, el tenaz presidente del BBVA que ha mantenido la operación viva contra los elementos, se ha salido con la suya y se lleva el botín del Sabadell; si tiene que volver a Madrid con la cabeza gacha, o si tiene opción de hacer una segunda opa y aprovecha la oportunidad para ofrecer una muestra más de su persistencia o decide no forzar más la máquina.
Pase lo que pase, este año y medio de opa nos deja varias lecciones que convendría no olvidar y corregir en el futuro, si no queremos que se repitan seriales como este que no benefician a nadie, solo a los inversores que han especulado y se han llevado importantes plusvalías en poco tiempo. El capitalismo, de una forma u otra, siempre gana.
Esta operación era entre dos entidades privadas, como ha defendido siempre el BBVA, por lo que rechazaba la intromisión política. Pero eso no significa que no haya unas reglas del juego más allá de la ley de opas, que es una regulación técnica de cómo debe ser una oferta de una cotizada sobre otra. La operación debía ser vigilada y supervisada, porque se trata de un sector regulado y muy sensible, del que depende el coste de la financiación de las familias y empresas. No se puede dejar que se concentre tan alegremente el mercado mirando hacia otro lado.
La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) la analizó minuciosamente, pero aplicó una metodología sobre la que hay dudas de que fuera la más acertada, porque era la que estrenó para la opa de CaixaBank sobre Bankia, dos entidades mayoritariamente minoristas. El caso de BBVA-Sabadell es diferente, porque la concentración se produce en unas zonas muy concretas –especialmente Catalunya y el País Valencià– y, además, partimos de un mapa bancario con una entidad menos, por la desaparición de Bankia.
Si triunfa la opa, en Catalunya dos entidades se repartirán la mayoría del mercado de pymes y empresas. ¿Eso no es un oligopolio?
Si culmina la opa y, en tres o cinco años, la fusión, quedarán tres grandes bancos en el Estado: CaixaBank, el BBVA y el Santander. Para la CNMC ya es suficiente, porque el espacio de las entidades desaparecidas lo están ocupando los neobancos. Eso puede ser cierto para los particulares, pero no para las empresas, justamente las más afectadas por la opa, que trabajan con más de un banco y los neobancos no son, de momento, una buena opción para ellas. Si solo pueden trabajar con tres, es más que probable que los costes aumenten, con la agravante de que el Sabadell estaba especializado en pymes, que pierden, por tanto, un socio.
En Catalunya la cuestión es todavía más dramática, dado que el Santander tiene poca penetración. Dos entidades se repartirán la mayoría del mercado de pymes y empresas. ¿Eso no es un oligopolio? ¿Quién marca con cuántas entidades es o no un oligopolio? ¿Con qué criterios? Hay que recordar que con la subida de los tipos de interés, España fue uno de los países de Europa donde menos se remuneraban los depósitos, y los análisis al respecto apuntaban a la reducción de oferta bancaria de los últimos 15 años como una de las causas principales. La CNMC ha impuesto medidas al BBVA, pero son temporales, y según el mismo banco, no reducen sensiblemente las sinergias –solo las retrasan hasta que se produzca la fusión efectiva. Una primera lección, por tanto, es que se debería haber velado más por la competencia e imponer medidas estructurales, no temporales.
La segunda lección es que la política, aunque ha entrado, tiene las manos atadas. El capitalismo ha ganado... o lo hará si la opa triunfa. El Gobierno, muy duro desde el inicio, después no se atrevió a entrar con contundencia. La prohibición de fusión de entre tres a cinco años es ridícula, no resuelve nada, lo que lleva a pensar que si Pedro Sánchez se opuso desde el principio fue más por motivos electorales –Catalunya estaba a las puertas de unas elecciones cuando se presentó la opa, en mayo de 2024– y por aquello de mostrarse amigo de los catalanes para conseguir los votos de Junts y ERC en el Congreso, pero no por defender ni a las empresas catalanas ni un mercado bancario competitivo.
Pedro Sánchez se opuso a la opa desde el principio, pero no se atrevió a entrar con contundencia
Si la prohibición de fusión hubiera sido indefinida y acompañada de otras medidas, quizá se habría salido con la suya. Hay que recordar que el Santander compró Banesto en 1994 y no pudo fusionarlo hasta casi 20 años después. Y eso que tuvo ocho años de Aznar en la Moncloa. Sánchez, sin embargo, tenía las manos atadas porque no podía entrar en cuestiones de competencia y, una vez la CNMC había dictaminado, no podía actuar para evitar el oligopolio.
Varios actores han denunciado un exceso de intromisión política, como algunos bancos de inversión y David Martínez Guzmán, el primer accionista particular del Sabadell. Es lógico, ellos llevan otras gafas, las del libre mercado y la maximización de beneficios. Es fácil de entender: si tú inviertes en una empresa, cuanto más mercado tenga, más beneficios obtendrá y más dividendos te llevarás. Para ellos, ni el Gobierno ni probablemente la CNMC deberían haber dicho nada, pero su criterio no nos sirve porque no protege la competencia, los ahorradores, las familias ni las empresas que necesitan crédito, solo el máximo beneficio.
Que la política pinta poco se demuestra también con el hecho de que mientras las autoridades europeas hace años que piden una concentración europea, con fusiones transfronterizas, estas no llegan y las operaciones se concentran en el ámbito estatal. La UE tiene un problema en comparación con Estados Unidos en cuanto al sistema bancario: está muy atomizado. Hay bancos que están en varios países, pero no en todos, y son pocos. El mismo BBVA es fuerte en México y Turquía, pero no en la UE más allá de España. Las fusiones domésticas no crean campeones europeos, sino estatales, mientras ahogan la competencia en los países afectados. Esta es otra lección: hasta que la Comisión Europea y el Banco Central Europeo no pongan medidas para incentivar las operaciones transfronterizas y lo faciliten tanto como las nacionales –la aprobación de la opa al Sabadell por parte del BCE fue un simple trámite para el BBVA–, no tendremos los grandes bancos del euro que dicen anhelar.
El Sabadell perdió su núcleo duro, que es un escudo ante opas. Oliu intentó formar otro, pero no lo consiguió
La última lección la conoce perfectamente Josep Oliu, pero no lo ha conseguido. La mayoría de los bancos han perdido sus núcleos duros, es decir, unos pocos accionistas, principalmente locales, que concentran una participación importante y que puedan hacer de escudo ante opas. La falta de núcleos duros los convierte en una víctima fácil para un pez más grande. En España, solo CaixaBank, entre los grandes, lo tiene, con CriteriaCaixa como accionista de control y el Estado, a través del FROB, como socio. Ni el Santander, ni el BBVA ni el Sabadell lo tienen.
El banco catalán lo tuvo. Hace casi veinte años, cuando La Caixa salió del accionariado del Sabadell, Oliu buscó empresarios que formaran este núcleo duro y convenció a los Lara (Planeta), los Folch (Titan) y Isak Andic (Mango), que controlaron un 5% y, con algún otro accionista fuerte, superaron el 10%. Pero se vino abajo con la crisis de 2008: la acción del Sabadell cayó estrepitosamente y las familias acabaron vendiendo y saliendo con pérdidas. Pasado ese bache, Oliu lo volvió a intentar, con el empresario colombiano Jaime Gilinski y el mexicano David Martínez, que sumaron un 10%. Pero el primero tuvo poca paciencia y vendió en 2016 y el segundo, como vemos ahora, que ha aceptado la oferta del BBVA aunque no le guste el precio, a la hora de la verdad solo es un inversor.
La atomización accionarial es muy difícil de revertir en un escenario donde el gran capital lo tienen los fondos de inversión, mayoritariamente extranjeros y que priorizan el retorno económico, y las grandes fortunas familiares han preferido invertir en el inmobiliario. ¿Qué hacen los bancos en este escenario? Crecer, hacerse lo más grandes posible para que sea más difícil ser engullidos. Es, de hecho, lo que está haciendo el BBVA. Habrá que ver si lo consigue.