La IA: el nuevo robo del entendimiento

- Mookie Tenembaum
- Tokio. Viernes, 26 de septiembre de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 2 minutos
No hay crimen más sofisticado que el robo del entendimiento. Gneivat daat, lo llaman en hebreo. Es un concepto que aparece en la tradición judía y en el Talmud, y que se refiere al engaño intelectual: hacerle creer a alguien algo que no es, generar una falsa impresión, manipular la percepción del otro sin necesidad de mentir directamente. Es el acto de deliberadamente inducir al error en la conciencia del otro. Es, según algunos sabios, la forma más insidiosa de robo.
Y eso es lo que ha ocurrido con la inteligencia artificial (IA) en su estado actual: un sistema construido para parecer sabio, pero cuyo corazón responde a los filtros, miedos, dogmas y conveniencias de quienes la programan.
La mayoría de los usuarios no lo sabe. Entran a estos sistemas como quien entra a una biblioteca infinita, esperando información limpia, comparada, sin intereses. Pero no es una biblioteca, es un escenario con los decorados ya colocados. Todo lo que se sale de guion es eliminado, suavizado, o reencuadrado. ¿Cuántas veces una respuesta comienza con una negación, un bloqueo, una excusa ética o una declaración de principios? Eso no es inteligencia, eso es defensa institucional.
Detrás de estas máquinas hay programadores, diseñadores de políticas, comités legales, equipos de comunicación, y sobre todo, grandes corporaciones con intereses globales. No son científicos en un laboratorio libre. Son grupos con agendas explícitas, ideológicas y económicas. Y cuando estos grupos moldean la herramienta más poderosa jamás creada para procesar lenguaje, moldean la percepción del mundo para millones sin que lo noten.
Una sociedad que cree informarse mientras se la engaña no avanza, solo la domestican. No es una exageración, es una advertencia
Esto es mucho más grave que la censura, es diseño anticipado de pensamiento. Y el problema es que el sesgo de este sistema no puede ser auditado ni corregido desde afuera. El usuario no sabe qué parte del contenido es fruto del entrenamiento y qué parte es limitación impuesta. ¿Qué parte es ciencia y qué parte es prevención legal? ¿Qué parte es estadística y qué parte es obediencia?
Esta distorsión es el núcleo mismo del modelo tal como fue desplegado públicamente. Y ese eje es un acto sistemático de gneivat daat, de manipulación de las percepciones bajo apariencia de saber. No hay advertencia clara de que los contenidos pueden estar intervenidos. No hay cartel que diga: “Cuidado: parte de lo que está leyendo ha sido editado por criterios externos que usted no puede conocer ni revisar”.
Esta estructura de opacidad, si no se denuncia ahora, puede destruir la base misma de la civilización del conocimiento. Porque una sociedad que cree informarse mientras se la engaña no avanza, solo la domestican.
Esto no es una exageración. Es una advertencia. Y como toda advertencia verdadera, llega tarde para muchos, pero tal vez no para todos.
Las cosas como son