Yo creo que ya ha llegado el momento de explicaros el porqué del nombre que le he dado a mi colaboración periódica con ON ECONOMIA. El Pacto Verde Europeo es, y sigue siendo a pesar de la guerra en Ucrania, la apuesta estratégica de la Comisión Europea presidida por Ursula von der Leyen. En el campo de la agricultura y la alimentación, se concreta en dos estrategias, la de Biodiversidad y la de De la granja a la mesa.

Un poco de terminología europea. Creo que conviene explicar a los que no están familiarizados con la terminología europea qué son las “estrategias”. En un intento de disminuir el déficit democrático de la construcción europea, la Comisión se ha impuesto una serie de procedimientos para favorecer la transparencia y la participación de la sociedad civil. Toda propuesta de nueva ley comunitaria (llamada “Reglamento” si es directamente aplicable y “Directiva” si requiere de transposición nacional) tiene que ir precedida de una consulta pública y un análisis de impacto. Para preparar el terreno, la Comisión suele compartir con anterioridad su visión global de la jugada en un intento de integrar tanto las actuaciones que dependen de ella como los compromisos y políticas de todos y cada uno de los Estados miembros. Esta visión es lo que se llama en Bruselas una “estrategia”. Presenta su análisis de la situación y una serie de posibles futuras propuestas de reglamentos y directivas.

Estas estrategias son presentadas y discutidas tanto por los correspondientes ministros en el seno de los consejos correspondientes como por el Parlamento Europeo. Lógicamente, la Comisión deberá revisar su estrategia, su plan de trabajo, en función de los resultados de estas discusiones.

La estrategia Farm to Fork (F2F)

La estrategia De la granja a la mesa quiere promover una “transición a un sistema alimentario sostenible de la UE que proteja la seguridad alimentaria y garantice el acceso a dietas sanas con origen en un planeta sano”. Para ello, la Comisión propone estar a la altura de lo que la propia Europa propone en los foros internacionales y, seguramente, de lo que requiere el reto climático con el que se enfrenta la supervivencia de la humanidad en este planeta.

Esta transición requeriría profundos cambios en los comportamientos de todos los actores de la cadena alimentaria, desde los productores agrarios, la logística, la distribución, la industria alimentaria y de suministros y los consumidores. Los cambios culturales son los más difíciles de realizar y, aunque son pocas las voces que se han atrevido a poner en entredicho la necesidad de estos cambios, las resistencias son grandes.

La Comisión concretó sus reflexiones con unos objetivos ambiciosos. Para tomar sólo dos ejemplos, al horizonte 2030 propone una reducción del 50% del uso de plaguicidas químicos y que la agricultura ecológica cubra el 25% de la superficie agraria europea. Es verdad que la cuantificación de los objetivos ha sido política sin análisis de su practicabilidad. El ejemplo de la agricultura ecológica es ejemplarizante.

En el año 2018, la agricultura ecológica cubría 13,4 millones de hectáreas en Europa, o sea 7,5% de la superficie agraria total. El crecimiento registrado en los años anteriores puede ser calificado como “espectacular”, desde los 9 millones de hectáreas del año 2010 a los 11,1 millones de hectáreas del 2015. En 9 años, el porcentaje de aumento fue casi del 50%, lo cual es un muy buen resultado. Ahora, la Comisión propone un “gran salto hacia adelante“, del 233% entre el 2018 y el 2030.

En los pasillos de Bruselas se sabe, además, que los gabinetes respectivos de los comisarios de Medioambiente y Agricultura habían pactado, en acuerdo con los representantes de los agricultores ecológicos europeos, un objetivo del 20% pero que los dos comisarios, reunidos sin su equipo, decidieron por su cuenta añadir 5 puntos más. Estos “artistas” trabajan sin red.

Con amigos como estos…

Como solo se trata de una estrategia, la Comisión no está obligada de acompañar su documento con un análisis de impacto, pero ello no exime de la necesidad de contar con “el principio de realidad”. Rápidamente, los “negacionistas” se apoderaron de esta debilidad, del carácter voluntarista de estos objetivos, para negar la mayor y frenar, cuando no intentar revertir, las ambiciones anunciadas.

Mi tesis es la contraria. Flaco favor nos hace a los que estamos convencidos de la necesidad de la adaptación al cambio climático, y su mitigación, la aparición de “artistas” que juntan la Improvisación con el Desparpajo y la Inconsistencia (I+D+i).

Pero no se debe tirar al niño con el agua del baño. A pesar del “fuego amigo”, estoy convencido que una política agraria no tiene sentido en el siglo XXI, que esta debe evolucionar hacia una política agraria, alimentaria y territorial (PACALTER) y que la estrategia De la granja a la mesa es hoy el camino que podemos recorrer en este sentido.

Por esto he recogido el nombre de esta estrategia para titular esta colaboración periódica y seguir así levantando alto esta bandera que nos concierne a todos.