Para que mis alumnos comprendan las implicaciones para el bolsillo de los consumidores de los pactos de precios entre empresas, les pido que lean noticias de prensa sobre estas prácticas restrictivas de la competencia y que consulten a la página web de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia los expedientes sancionadores. Es un ejercicio que les hago hacer cada curso académico, y es curioso constatar que algunas empresas son sancionadas de manera recurrente con multas millonarias.

En el ejercicio les pido que indiquen el tipo de colusión (pacto de precios o condiciones comerciales, limitación de la producción, distribución de clientes o áreas geográficas), así como el beneficio potencial que obtienen los participantes como consecuencia del pacto. Este último dato los obliga a asumir hipótesis y realizar cálculos. El primer objetivo del ejercicio es que vean que este beneficio potencial equivale exactamente al perjuicio ocasionado a los consumidores, que pagan precios superiores a los que pagarían si hubiera competencia de verdad. El segundo objetivo del ejercicio es que comparen este beneficio potencial con el importe de la multa. Es entonces cuando entienden por qué algunas empresas reciben multas millonarias cada año y siguen pactando precios: el beneficio potencial supera con creces el importe de la sanción.

Finalmente, les pregunto qué harían para evitar que estas prácticas persistan. La mayoría de soluciones apuntadas pasan por endurecer las penas. Que además de sancionar las empresas, los tribunales puedan dictar la disolución o inhabilitar a sus directivos o incluso imponerles penas de prisión. Entonces los hago notar que eso solo sucede en los EE.UU., y no siempre. Y que en el Estado español el Tribunal Supremo ha dejado sin efecto algunas sanciones millonarias por defectos de forma muy menores. Finalmente, los animo a comprar acciones de las empresas que encabezan el ranking de multas. "Al menos de esta manera quizás recuperaréis como accionistas una parte de lo que perdéis como consumidores", los digo.

El Tribunal Supremo ha dejado sin efecto algunas sanciones millonarias a empresas por defectos de forma muy menores

Estos días hemos sabido que la Inspección de Trabajo está llevando a cabo inspecciones en Glovo porque la empresa sigue utilizando falsos autónomos, aunque en septiembre del 2021 entró en vigor la llamada ley rider. Esta ley pretendía que los trabajadores de las empresas de reparto a domicilio fueran asalariados y no autónomos, ya que dependen totalmente de la aplicación de la empresa. Varias fuentes periodísticas han adelantado que Glovo se enfrentaría a una multa de 80 millones de euros. Con esta sanción, Glovo ya acumularía 300 millones de euros en multas. Para ponderar adecuadamente las cifras, hay que recordar que el 2022 Glovo facturó 970 millones de euros, pero perdió 412. Las mismo fuentes apuntan que es posible que después de estas inspecciones el Ministerio de Trabajo denuncie Glovo en la Fiscalía por la vía penal. Por su parte, la matriz de Glovo, la alemana Delivery Hero, ha dotado una provisión de unos 400 millones de euros para afrontar las multas.

El modelo de negocio de Glovo es inviable si los repartidores son asalariados. Los falsos autónomos son un coste variable, mientras que los asalariados serían un coste fijo

¿Entonces, por qué Glovo no cumple la ley rider y convierte a todos los repartidores en asalariados de la empresa? Por una razón diferente de la que justifica los pactos de precios. Los pactos de precios persisten porque el beneficio potencial de chocar es superior al importe de la sanción. En el caso de Glovo, el modelo de negocio es inviable si los repartidores son asalariados. Los falsos autónomos son un coste variable, mientras que los asalariados serían un coste fijo. Si Glovo utiliza falsos autónomos los tiempos muertos entre servicio y servicio y el tiempo adicional de los desplazamientos largos son asumidos por el repartidor, pero si tiene asalariados son asumidos por la empresa. Glovo y las otras plataformas han convertido en variables los costes fijos de personal, una conversión que es el sueño húmedo de muchos empresarios pero que no es factible operativamente en una mayoría de empresas.

No sabemos si Glovo dejará de perder dinero algún día, y qué impacto tendrán las multas, ni si la vía penal tendrá recorrido. De momento, sin embargo, Glovo ha conseguido dos hitos: popularizar un estilo uno vida ("estoy en casa, me da pereza salir, alguien me traerá la cena") y ha evidenciado que nuestra sociedad está polarizada entre los que se pueden permitir que alguien pedaleando les traiga la cena y una nueva esclavitud que no tiene otro salida que pedalear.