Admita por un momento que un banco abre su primera oficina en la ciudad donde usted vive. Por este motivo decide ingresar en la misma 6.000 euros en forma de depósito bancario. Transcurridas unas horas, un agricultor acude a la entidad de crédito y se le concede un préstamo a devolver en dos años por un importe igual al que usted ha ingresado. Su objetivo es la compra de una cosechadora. La venta de la maquinaria la realiza un proveedor, también de la ciudad, que decide ingresar el dinero en la nueva entidad bancaria en forma de un nuevo depósito bancario.

Esta entidad de crédito ha puesto en práctica una de las funciones esenciales que realiza el sector bancario: captar recursos (por ejemplo, depósitos) para prestarlos a largo plazo (como es el caso de un crédito para comprar maquinaria).

Finalmente, asuma que la misma transacción se repite cuatro veces más. Como resultado de todo ello, el banco tendrá en el pasivo de su balance cinco depósitos por un importe total de 30.000 euros, mientras que su activo estará formado por cuatro préstamos por un total de 24.000 euros y 6.000 euros en forma de efectivo.  El factor “confianza” en todo ello es fundamental para la regla de la banca de reserva fraccionaria. Esta permite que un banco promueva el crecimiento económico, prestando durante períodos prolongados mucho más de lo que mantiene disponible en depósitos de fácil acceso.

Precisamente, este desajuste de liquidez entre activos y pasivos es lo que puede generar problemas cuando muchos depositantes quieren recuperar sus depósitos al mismo tiempo. En tal caso, el banco necesitará vender sus activos para satisfacer esta demanda de efectivo.

Cuando un gran número de clientes, con cuentas de depósito, retiran todo su dinero por miedo a que el sistema colapse, se produce entonces un pánico, una corrida bancaria o un asedio bancario. La expectativa de una posible bancarrota, por parte de los depositantes, es precisamente lo que desencadena la fuga de efectivo, provocando en última instancia su quiebra. Si esta crisis afecta a una entidad sistémica, se origina entonces una interrupción de los flujos de efectivo y de crédito, pudiendo perturbar a la economía real e iniciar un periodo de recesión.

Para evitar este escenario, un gran número de países instituyeron un fondo de garantía de depósitos que tiene como objetivo cubrir las pérdidas de los depositantes en caso de insolvencia de alguna entidad financiera. Se trata, por consiguiente, de un mecanismo fundamental en favor de la estabilidad financiera y la protección de los fondos en una cuenta bancaria. Hace algunas semanas, tres bancos estadounidenses, Silicon Valley Bank, First Republic y Signature Bank, aparecieron en los titulares. Su falta de liquidez y su baja solvencia obligaron a las autoridades financieras a intervenir de manera urgente para evitar una crisis sistémica en el sector.

Si algo ha demostrado esta grave crisis es que el pánico bancario puede producirse ahora en horas y no en días. El crecimiento de la banca digital funcionando las 24 horas del día durante 365 días al año y la proliferación de las redes sociales para transmitir velozmente una crisis de confianza ha provocado que estos tres bancos fueran mucho más vulnerables que en el pasado, si los depositantes pierden la confianza. Algunos la han calificado como la primera crisis bancaria amplificada por Twitter o la primera bancarrota digital.

En un esfuerzo por desactivar el pánico, la Reserva Federal prometió una garantía estatal ilimitada sobre los depósitos del SVB. Posteriormente, algunos responsables políticos aconsejaron que se hiciera una promesa similar si otros bancos de importancia sistémica tuvieran problemas.

Sin duda, la cuestión que todos podríamos plantearos ahora es: ¿podría pasar algo así en Europa? Creo que no. La banca europea encara en mejor posición esta tormenta debido a su estricto marco reglamentario y el sólido proceso de supervisión. Sin embargo, como en cualquier industria, siempre puede haber riesgos asociados que pueden afectar la confianza en el sector en el futuro.

Me pregunto entonces: si se pretende minimizar el riesgo de futuras crisis que pueden contagiarse entre países, limitar sus consecuencias y dar un impulso de confianza al sector, ¿no sería ahora el mejor momento para impulsar definitivamente el tercer pilar de la Unión Bancaria, estableciendo un fondo de garantía de depósitos europeo? Teniendo en cuenta el estricto marco regulatorio que existe en Europa, ¿podría este fondo garantizar la cobertura del 100% de los depósitos de una entidad en dificultades?

Con el objetivo de garantizar que las instituciones financieras cuenten siempre con liquidez suficiente para hacer frente a sus obligaciones, el marco regulador de Basilea III estableció el denominado coeficiente de liquidez (Liquidity Coverage Ratio). Este factor obliga a que las entidades bancarias dispongan de un stock suficiente de activos líquidos de alta calidad para cubrir sus salidas netas de efectivo en un horizonte temporal de 30 días. No obstante, Silicon Valley Bank pulverizó en cuestión de minutos este coeficiente. En pocas horas se retiraron $42.000 millones, un 23% de sus depósitos totales. ¿No debería entonces replantearse esta regla, introducida tras la crisis financiera, de forma que refleje lo rápido que puede salir el dinero de un banco en efectivo en plena era digital?

Esto me lleva a la última cuestión: ¿están preparados los reguladores y los bancos para enfrentarse y detener una crisis bancaria que puede precipitarse en pocas horas debido al uso de la banca en línea y a la utilización de las redes sociales?