Esta semana, durante la celebración del 35º aniversario de una empresa, tuve la oportunidad de escuchar al presidente de Pimec, Antoni Cañete, entre otros presidentes de patronales e instituciones educativas y públicas que asistieron al acto. Su intervención fue breve, pero me quedé con una frase que considero que deberíamos todos tener presente y adoptar en nuestra cultura empresarial. Dijo que las pymes son pequeñas y medianas empresas, pero dirigidas por grandes empresarios.

Es decir, distinguió entre el tamaño de la organización y la dimensión profesional de la persona. Y llevaba razón: el empresario al frente de una pyme tiene un mérito enorme. Las dificultades de gestionar un negocio son inversamente proporcionales a su capacidad económica o financiera. Cuando se dispone de pocos recursos, la capacidad de maniobra es mucho menor y, por tanto, la gestión del negocio requiere unas enormes capacidades.

Otro de los temas que abordó durante el coloquio posterior, fue un tema que me parece absolutamente fundamental en España y que hace mucho tiempo que, personalmente, me llama la atención. Y es el pequeño tamaño de la pyme española con relación a otros países de Europa. Tenemos una pyme demasiado pequeña, medida en términos de número de trabajadores o facturación. Nos cuesta mucho, muchísimo, tener empresas medianas. Y es un verdadero problema porque para que un país vea crecer a sus empresas, necesita no solo que las grandes se hagan globales, sino que las pequeñas pasen a medianas para que, luego, puedan hacerse grandes.

Cuando no se produce esta regeneración, cuando el ciclo de vida del crecimiento empresarial no funciona en alguna de sus etapas, se produce un auténtico problema económico y social. De la misma forma que existe un ascensor social, basado en la meritocracia y en el esfuerzo, debe existir un eventual ascensor empresarial. Es decir, un país, una sociedad, del mismo modo que busca garantizar la igualdad de oportunidades de sus habitantes, de dar una educación y sanidad universales, no puede limitar la creación de oportunidades empresariales y profesionales al ámbito del emprendimiento.

Tenemos una pyme demasiado pequeña número de trabajadores y facturación. Nos cuesta muchísimo tener empresas medianas

Me explicaré, porque este punto es verdaderamente importante. En España llevamos unos veinte años haciendo una labor intensísima para favorecer el emprendimiento. Se ha avanzado mucho, muchísimo. Hemos puesto todo el foco en que la sociedad española modifique su percepción sobre el emprendimiento y que el fracaso deje de ser una lacra, en caso de producirse. Pero nos hemos olvidado de asegurar también las condiciones para que esas empresas de nueva creación encuentren un entorno favorable al crecimiento.

La capacidad de supervivencia de una pequeña empresa depende de sus posibilidades de crecimiento. Seguramente son muchas las razones por las que nos resulta tan difícil tener más empresas medianas. En economía y en ciencias sociales, los fenómenos son multicausales. Sin embargo, Antoni Cañete dejó entrever una de las razones. Y tiene que ver con la morosidad y los ciclos de cobro.

A pesar de que la legislación obliga en España a pagar en un máximo de 60 días, sabemos que, hecha la ley, hecha la trampa. Las empresas grandes y las compañías globales, en el B2B, no pagan a sus proveedores pymes en ese plazo. Es tan sencillo como producir un circuito de órdenes de compra y burocracia en torno al pedido, de forma que la factura se expida cuando los trabajos ya están en marcha. La pyme española, especialmente en el sector servicios, acepta proyectos sin pedido por parte del departamento de compras. Un correo electrónico de su cliente es suficiente. Y en base al mismo, ha de ponerse en marcha para estar dentro de los plazos requeridos. La pyme podría negarse y no arrancar el trabajo hasta no tener el pedido formal de Compras de su cliente. Pero, si se niega, otro competidor aceptará esas condiciones. La asimetría competitiva lleva a una capacidad de negociación ínfima por parte de las pymes. O entras al juego o te quedas fuera.

La morosidad aboga a la pyme a financiarse a través del sector bancario, lo que se come una buena parte del margen que necesitaría para crecer

Como resultado, las pymes acaban cobrando en horizontes mucho más largos que 60 días. Las estadísticas oficiales aquí no sirven porque los plazos de pago informados se hacen con relación a las fechas de factura, obviando que, en muchísimos casos, se está trabajando sin pedido administrativamente formal.

Esta morosidad y retraso en el cobro aboga a la pyme española a tener que financiarse a través del sector bancario, que es quien, finalmente, se lucra de esta situación. Y eso se come una buena parte del margen que la pyme necesitaría para crecer. Como resultado, tenemos en España un sistema financiero que gana mucho dinero, una empresa global que se expande, pero una empresa pequeña totalmente limitada en su capacidad financiera.

Las patronales están haciendo una labor enorme en este sentido. No desfallezcamos. Pero debemos exigir el cumplimiento de la normativa y solicitar que las prácticas abusivas, basadas en la creación de circuitos anteriores a la emisión de factura, puedan ser denunciadas.

No solo necesitamos un ascensor social. Precisamos, también, un ascensor empresarial.