A pesar de la expansión imparable de la inteligencia artificial en todos los ámbitos, incluido el informativo, el factor humano sigue siendo el pilar fundamental de la credibilidad para los ciudadanos españoles. Esta es la principal conclusión de un estudio realizado por el grupo de investigación de la Universitat Pompeu Fabra, en colaboración con la empresa demoscópica Yougov, que desvela una paradoja crucial: aunque la IA es percibida como más neutral, la profesión periodística conserva un capital de confianza muy superior.

La investigación, basada en una encuesta a 2.004 personas de toda España a finales de abril de 2025, arroja luz sobre la compleja relación entre la sociedad, la tecnología y la información en un momento de transformación digital sin precedentes. Los datos presentan una aparente contradicción que define el momento actual. Por un lado, la inteligencia artificial es vista como un agente de verificación más frío e imparcial. Un 37% de los encuestados la califica como "muy o bastante neutral", una cifra que casi duplica al 21% que opina lo mismo de un periodista humano. Este dato sugiere que la ciudadanía es consciente de los posibles sesgos ideológicos o influencias externas que pueden afectar el trabajo de los comunicadores.

Sin embargo, cuando la pregunta se traslada al terreno de la confianza absoluta, el veredicto es claro e incontestable. El 56% de los españoles otorga más credibilidad a un periodista como validador de información, frente a un escueto 30% que confiaría más en una IA. Es decir, casi el doble de ciudadanos se fía más del criterio humano que del algorítmico a la hora de discernir entre lo verdadero y lo falso. El estudio no se limita a cuantificar la desconfianza, sino que ahonda en sus motivos. Entre quienes prefieren al verificador humano, las razones son variadas pero reveladoras:

-Un 35% esgrime motivos relacionados con la profesionalidad y la cualidad humana intrínseca del periodista: su experiencia, su contexto, su empatía y su capacidad de juicio.

-Un 15% alude directamente a los sesgos de programación de la IA, demostrando una concienciación sobre cómo los prejuicios de sus creadores o los datos con los que se entrena pueden envenenar sus resultados.

Por su parte, el 30% que confía más en la IA lo hace fundamentalmente porque cree que “no tiene sesgos”, una percepción que contrasta con las advertencias de numerosos expertos en ética tecnológica. Un 13% adicional argumenta que los humanos son más influenciables.

El informe de la UPF también radiografía el nivel de familiaridad de la población española con una tecnología que, aunque omnipresente, sigue siendo en gran medida una caja negra. Casi la mitad de la población, un 46%, admite tener "poco o ningún conocimiento" sobre inteligencia artificial. Este porcentaje es ligeramente inferior en Cataluña (40%), pero aún así significativo. Solo un 19% de los españoles afirma sentirse bastante o muy familiarizado con la IA.

Esta brecha de conocimiento no impide, sin embargo, que los ciudadanos exijan transparencia. La abrumadora mayoría, 8 de cada 10 encuestados, considera "muy o bastante necesario" que los medios de comunicación informen de forma clara y explícita a su audiencia sobre el uso que hacen de la inteligencia artificial en la generación o verificación de sus contenidos.

El estudio pinta el panorama de un público escéptico y consciente de los riesgos de la automatización, pero que aún no deposita su fe en las máquinas. La inteligencia artificial se percibe como una herramienta potente y neutral en teoría, pero su falta de transparencia y los temores sobre sus sesgos la relegan a un segundo plano frente al juicio humano.

En la encrucijada entre el algoritmo y la redacción, el periodista emerge no como un obstáculo para la innovación, sino como su complemento necesario y su contrapeso ético. La profesión periodística enfrenta así el desafío de integrar estas nuevas herramientas para potenciar su trabajo, sin olvidar que su valor diferencial, aquel por el que más de la mitad de los españoles aún confía en ellos, reside en su humanidad, su profesionalidad y su criterio. La demanda ciudadana es clara: usar la IA con transparencia, pero no rendirse a ella.