El lanzamiento de Sora 2 por parte de OpenAI no es solo un movimiento tecnológico; es una declaración de intenciones. La capacidad de este modelo para generar escenas de calidad cinematográfica, desde persecuciones de acción hasta retratos de un realismo inquietante, ahora acompañadas de audio y diálogos sincronizados, abre un campo de posibilidades hasta ahora restringido a estudios profesionales.

Tan solo en 24 horas, la plataforma ha inundado las redes tradicionales con vídeos que oscilan entre el hiperrealismo y el surrealismo más puro, como la viral secuencia de su propio CEO, Sam Altman, cometiendo un robo en un supermercado. Estos efectos, sin embargo, quedan en un segundo plano ante la auténtica noticia: la creación de una red social vertical independiente dedicada únicamente a los vídeos generados por Sora 2.

Según medios especializados, esta nueva plataforma, que ya se utiliza de forma interna, se parecerá a TikTok en su interfaz, con una página "Para ti" y las opciones habituales de interacción. La principal diferencia es su naturaleza cerrada: no se podrá subir contenido desde la galería del dispositivo. Todo lo que se consuma deberá ser, necesariamente, fruto de la inteligencia artificial.

Uno de los aspectos más polémicos e innovadores es su sistema de verificación de identidad. Este permitiría a los usuarios acreditar su identidad y, una vez verificados, autorizar el uso de su imagen en vídeos generados por IA, tanto por los propios como por otros usuarios que puedan "etiquetarlos". Esta característica, que mezcla la identidad real con la ficción generativa, abre un debate profundo sobre la privacidad, el derecho a la propia imagen y los límites de la creación colaborativa con IA.

La pregunta obvia es: ¿por qué crear una red social nueva desde cero, con los inmensos costos y riesgos que esto conlleva, en lugar de integrarse en las ya existentes? La respuesta reside en tres pilares estratégicos:

-Control total del ecosistema: OpenAI busca crear un entorno donde la experiencia de usuario, la moderación de contenido y, sobre todo, las reglas del juego, estén diseñadas desde cero para la IA. Esto evita las limitaciones y políticas de las plataformas existentes (como las de TikTok respecto al contenido engañoso) y los potenciales conflictos por derechos de autor o desinformación en entornos más generales.

-Propiedad de los datos: En una plataforma propia, cada prompt, cada interacción y cada preferencia de usuario con el contenido generado por Sora 2 se convierte en un dato valiosísimo para entrenar y perfeccionar los mismos modelos, creando un ciclo virtuoso (o vicioso, según se mire) de aprendizaje.

-El futuro del comercio digital: Si este tipo de redes se popularizan, se crearán oportunidades sin precedentes para el comercio. Imaginen una plataforma capaz de generar, en tiempo real, anuncios o vídeos de producto perfectamente personalizados para cada usuario, con influencers virtuales o incluso con su propia imagen verificada. La barrera entre la publicidad, el entretenimiento y la identidad personal se difuminaría completamente.

OpenAI no está sola en esta carrera. El panorama competitivo se ha activado de forma simultánea:

-Meta: La semana pasada presentó Vibes, su propia aplicación social dedicada a la creación y el intercambio de vídeos cortos generados por IA. Con su experiencia en redes sociales y su base de usuarios global, Meta es un competidor directo y formidable.

-Google: A mediados de septiembre, anunció nuevas herramientas gratuitas de IA para que los creadores de YouTube puedan utilizar su generador de vídeos, Veo 3. Su estrategia es diferente: en lugar de crear una red nueva, busca potenciar su plataforma existente con estas herramientas, integrando la IA de forma natural en el ecosistema de los creadores.

-TikTok: En un movimiento que refleja su situación geopolítica y las presiones reguladoras, TikTok ha sido la más cautelosa. Su política prohíbe explícitamente el contenido generado por IA que sea "engañoso sobre asuntos de importancia pública o perjudicial para las personas". Esta posición, aunque más responsable, podría dejarla en desventaja en esta nueva ola si el público abraza masivamente el contenido sintético.

El camino hacia este futuro generativo no está exento de obstáculos. El asalto a los derechos de autor es el más significativo. OpenAI se enfrenta actualmente a una ola de demandas por presuntas infracciones de derechos de autor interpuestas por medios como The New York Times. Esta semana, Disney ha emitido una orden de cese a Character para detener el uso de su propiedad intelectual. Incluso los propios usuarios de Sora 2 han reportado que la aplicación a menudo se niega a generar vídeos debido a sus propias protecciones y filtros de derechos de autor.

Estos hechos evidencian una batalla legal y ética que definirá los límites de esta tecnología. La tensión es palpable: las compañías necesitan grandes conjuntos de datos (muchas veces con material con copyright) para entrenar sus modelos, mientras que los creadores originales luchan por proteger su trabajo. En conclusión, lo que estamos viendo no es solo la evolución de una herramienta, sino la gestación de un nuevo tipo de espacio digital.

La pregunta ya no es solo si la IA puede crear vídeos realistas, sino si la sociedad está preparada para un entorno donde la línea entre lo real y lo sintético, entre la identidad personal y su representación algorítmica, se disuelve en una red social diseñada específicamente para este propósito. La carrera por construir este nuevo mundo ya ha comenzado, y sus reglas se están escribiendo ahora mismo.