¿Qué es preferible? ¿Cobrar el dividendo de la empresa o que esta dedique parte o todo el dinero sobrante a comprar sus propias acciones? La respuesta es difícil de simplificar porque ambas formas de retribución al accionista tienen sus ventajas e inconvenientes. A escala mundial y según datos ofrecidos por Janus Henderson, las empresas destinaron prácticamente la misma cantidad de dinero en 2022: 1,31 billones de dólares para recompras y 1,39 billones en dividendos.

Las compañías europeas tradicionalmente han apostado más por el dividendo, frente a los estadounidenses donde la adquisición de sus propias acciones para luego amortizarlas (destruirlas) cuenta con una gran tradición. Por ejemplo, si nos detenemos en España, el pasado año se amortizaron acciones por valor de 11.762 millones de euros, mientras que los dividendos sumaron 25.276 millones que fueron a parar la cuenta corriente de los inversores o que se convirtieron en nuevas acciones (caso del scrip dividend). Los grandes bancos, Repsol o Telefónica fueron el pasado año los protagonistas de las recompras de acciones, a la vez que abonaban sus dividendos. Para ver cómo esta tendencia cuaja entre los valores cotizados españoles, por ejemplo en 2016 la recompra ascendió a 6.224 millones.

Pero ambas son formas alternativas de retribuir al accionista. En el caso del dividendo la retribución es directa y el inversor recibe en uno o varios pagos la parte que la compañía destina de su beneficio a retribuir al capital. La recompra de acciones es indirecta, ya que se basa en que al reducir el número de acciones, los ratios mejoran para el inversor: el más claro es el incremento del beneficio por acción, al distribuir esta cuantía entre menos acciones. Se trata, pues, de distribuir la misma tarta del beneficio entre un menor número de comensales a efectos financieros, ya que el inversor no percibe nada. De esta forma, si los beneficios se mantienen (normalmente crecen) la acción es más barata que antes de proceder a la recompra de acciones. Existe, pues, la posibilidad de que la acción suba más su precio en el mercado: ese es el objetivo.

Un primer problema que plantea la recompra de acciones es que las arcas de Hacienda no reciben ingresos, mientras que sí lo hacen con los dividendos. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció hace meses un impuesto para las empresas que hagan recompras de acciones, aunque esta iniciativa aún no se ha materializado. A diferencia de los dividendos, donde el inversor paga sus impuestos —retención del 19% en el IRPF en el caso del mercado español—, las recompras no soportan ningún impuesto porque el inversor no recibe nada, únicamente disminuye el capital en la compañía de la que es accionista. Hipotéticamente, al haber menos acciones, el valor de la compañía subirá en bolsa y pagará más impuestos porque obtendrá una mayor plusvalía cuando venda estas acciones. Pero está claro que la Hacienda estadounidense no quiere basar su recaudación en hipótesis de plusvalías futuras.

Desde el Servicio de Estudios de Bolsas y Mercados Españoles (BME) explican que “con la amortización de acciones no se elude el pago de impuestos sino que se retrasa, ya que las ventajas de la operación para el precio de la acción supondrán una mayor ganancia por la que el inversor pagará cuando venda, explica. La clave de las recompras de acciones en España obedece sobre todo a realizar reestructuraciones financieras después de muchos años de pagar dividendos mediante la entrega de acciones (scrip dividend). Esto ha supuesto un incremento muy elevado en el número de títulos en circulación de numerosas compañías. También las limitaciones que el Banco de España impuso a las entidades en el pago de dividendos pueden explicar esta fiebre de las recompras, según BME

Si los pronósticos de la subida de la acción se cumplen al haber menos títulos cotizados, al inversor le interesaría más la recompra que el dividendo, pues sería él quien decida el momento de hacer florecer la ganancia y no tener que pagar el impuesto en el momento de recibir el dividendo. Aunque el refrán, “más vale pájaro en mano que ciento volando”, también pesa en favor del dividendo.

Manipulación de la acción

Otro de los posibles inconvenientes de la amortización es que la empresa manipule el precio de la acción. Tiene que adquirir acciones en el mercado y, por tanto, surgen las suspicacias de cómo y en qué momento lo hace para dirigir el precio de la acción.

En España, existe un límite de autocartera del 10% del capital, aunque las restricciones llegaron de la mano de Europa, mediante el Reglamento de Abuso de Mercado que entró en vigor en 2018. Las empresas no pueden tener más de tres años esa autocartera sin tomar una decisión. Estas compras se deben aprobar en la junta de accionistas y, mientras las acciones estén en poder de la compañía, carecen de derechos políticos (voto) o económicos (dividendo).

La CNMV extrema la vigilancia sobre estas operaciones: “Esta operativa deberá ejecutarse exclusivamente al amparo de un programa de recompra o estabilización contemplado en el Reglamento sobre Abuso de Mercado o de un contrato de liquidez. Cualquier operativa con acciones propias que se aparte de lo previsto estará sujeta a actuaciones que pueda realizar la CNMV para comprobar el cumplimiento de la prohibición de manipulación de mercado o de uso de información privilegiada”.

En EE UU también se considera que muchas de las recompras buscan una subida del precio de la acción para que los ejecutivos puedan cobrar sus stock options (opciones sobre acciones), una forma de remunerar a los empleados de una empresa y, en especial, a los directivos en vez de atender el interés estratégico de la misma.