Desde este 20 de junio, cuando compremos un smartphone o una tableta debe aparecer su etiqueta energética, similar a la que poseen los electrodomésticos, donde se especifique su consumo, duración de la batería, resistencia a las caídas… o la facilidad de reparación. De esta forma, las autoridades europeas buscar promover un consumo tecnológico más responsable.

Si los fabricantes quieren seguir vendiendo sus productos en la UE, están obligados a ponerles estas etiquetas informativas y cumplir con ciertos requisitos de diseño tal como establece el Reglamento de Diseño Ecológico y el Reglamento de Etiquetado Energético. Estas normativas de la UE favorecen la economía circular e incentivan la fabricación de dispositivos más duraderos y que sean reparables.

Las etiquetas permiten conocer características del producto antes de comprarlo. Solo hay que mirar los iconos, símbolos y datos. Así se interpretan:

• Lo primero que se ve en la etiqueta es un código QR que conduce a la página que contiene la información del producto. Esta información consta en el Registro Europeo de Productos para el Etiquetado Energético (EPREL, por sus siglas en inglés).

• Debajo se muestra la clasificación energética del producto, que indica su eficiencia energética en un rango que va desde la 'A' –mínimo consumo– hasta la 'G' –máximo–. Este rango se acompaña de colores: los tonos verdes o fríos son más intensos cuanto más cerca están de la ‘A’ mientras que los rojizos o cálidos ganan intensidad a medida que se acercan a la ‘G’. Este sistema permite conocer con un simple vistazo, antes de la compra, el consumo de energía del producto, que puede depender del procesador, tipo de pantalla o de la gestión del ciclo de carga.

• El icono de la batería muestra cuantas horas puede funcionar el producto antes de necesitar una recarga. Se calcula en condiciones homogéneas de funcionamiento: brillo de pantalla, nivel del volumen y aplicaciones activadas.

• La vida de la batería muestra la cantidad de veces que puede cargarse y descargarse, o sea, el ciclo de carga, antes de empezar a perder capacidad. Con ello, los usuarios pueden saber la longevidad que el fabricante estima de la batería del producto, que ha de mantener un 80% de su capacidad inicial pasados los 800 ciclos de carga.

• También se puntúa la resistencia a las caídas. El índice para conocer la robustez del producto va desde la ‘A’ (máxima) a la ‘E’ (baja). En el caso de los smartphones, la normativa establece que, para obtener el mínimo rango de resistencia, el dispositivo debe superar hasta 45 caídas sin funda ni protector de pantalla y continuar con su funcionamiento habitual.

• También se especifica el índice de reparabilidad, o sea, las facilidades que ofrece el fabricante y el diseño del dispositivo para permitir arreglar componentes o la sustitución de piezas. Con ello se busca "fomentar la economía circular y maximizar la vida útil" de smartphones y tabletas, al promover el arreglo y reacondicionamiento frente a la compra de nuevos terminales, según precisó la compañía SPC a Europa Press. Así, el índice de reparabilidad se calcula teniendo en cuenta cuestiones como la facilidad de desmontaje, la sustitución de piezas y el acceso a la información técnica necesaria para llevar a cabo las reparaciones. Al igual que otros puntos de la etiqueta, este índice viene marcado por un sistema de letras, que va de la 'A' a la 'E' (máximo y mínimo grado de reparabilidad respectivamente). Cuanto más sencillo sea repararlo, más se acercará a la letra 'A'.

La resistencia al polvo y al agua. Hacen referencia a la certificación Ingress Protection (IP) que se expresa con dos números: el primero corresponde a la resistencia frente al polvo, siendo seis la protección máxima, y el segundo a la resistencia frente al agua, con el nueve como máximo. Los smartphones que se vendan en la UE deberán asegurar un mínimo de resistencia IP44, lo que equivale a resistencia frente salpicaduras de agua desde cualquier dirección y partículas sólidas de más de 1 mm. A las tabletas se les exige un mínimo de resistencia IP40.

El número de regulación del producto (código con el que el producto está inscrito en el Registro EPREL) aparece al final de la etiqueta.