La empresa catalana Hercal (acrónimo de Hermanos Calleja, sus fundadores y directivos) nació el año 2006 facturando unas decenas de miles de euros y especializada en movimientos de tierras, necesarios a la hora de preparar los terrenos para la construcción. Dos años después, en 2008, empezaron a hacer derribos, negocio que les ha llevado a toda España y en Portugal y a contratos tan potentes como el del derribo del Camp Nou o de parte de la central nuclear de Zorita. En 2012 empezaron a hacer obra civil y en el 2019 invirtieron 19 millones en la fábrica H-Zero en Terrassa, que sirve para reciclar los escombros y hacer con ellos el árido necesario para hacer hormigón.
Todo el hormigón de la misma fábrica es reciclado y en torno a un 25% de la obra civil que hacen es de origen circular. El hormigón está hecho de grava y arena, que son los ingredientes que Hercal hace a partir de escombros, además de cemento, agua y aditivos. Parte de los escombros que recogieron del Camp Nou fueron a parar a esta fábrica y otra parte la reutilizó otra empresa desde el mismo recinto in situ. Y así, con todas las demoliciones que hacen, que han tenido clientes como la nuclear de Zorita o la térmica de Andorra, en Teruel. La empresa facturó 90 millones el año pasado con un ebitda de 10 millones. Tiene una deuda también de 10 millones y espera crecer en torno a un 8
Pero el gerente de la empresa, Miguel Ángel Pérez, alerta de que la revalorización de residuos para hacer áridos que se puedan reciclar en el hormigón "todavía no es rentable". Y no lo es por varios motivos. El primero, que "en Catalunya es muy barato" llevar los escombros al vertedero. Pérez dice que mientras que en algunos países de Europa puede costar entre 60 y 70 euros por tonelada, "en Catalunya solo se pagan 3,20 euros por tonelada". "Tenemos que competir con las canteras, que ponen un petardo en una montaña y no tienen que invertir más para tener árido. Nosotros, necesitamos comprar primero un terreno industrial y después hacer toda una inversión en la fábrica y en personal", desarrolla Pérez.
Además, dice, las administraciones públicas catalanas no están cumpliendo la ley aprobada por la Agencia de Residuos de Catalunya, que obliga a hacer un 5% de la obra pública con materiales reciclados. "Ningún residuo tiene que ir al vertedero y, mientras se puedan reciclar residuos, no se tendrían que explotar montañas. Nuestra función es racionalizar el uso de las pedreras y evitar que los escombros vayan al vertedero", defensa Pérez. Por todo ello, de las 2.000 toneladas al año que se podrían revalorizar en la planta H-Zero, solo se procesan 800, un 40%. La fábrica solo supone un 13% del negocio de Hercal, aunque una parte va destinada a la obra civil, que representa un 27,9%. La demolición y el movimiento de tierras, con un 24,9 y un 27,3%, completan un negocio que en el 2024 fue de 90 millones con un ebitda de 10.

La empresa prepara un plan estratégico por|para este año que prevé un crecimiento del negocio de reciclaje de residuos, pero insisten a las administraciones para que lo faciliten y han estado en el Parlament exigiéndolo. En Catalunya, defiende el gerente, no hay ninguna otra fábrica como la de Hercal, mientras que en ciudades como Londres hay 20. "Si se apostara, se podrían hacer diez más como esta, seríamos rentables y otras empresas nos copiarían", dice.
En algunos casos, las administraciones sí que han optado por obra pública reciclada y han contratado a Hercal. Es el caso del Ayuntamiento de Barcelona, que apostó por hormigón con 100% de áridos reciclados en la obra del Paseo de Colón de Barcelona llevado a cabo por Hercal. También han hecho con la misma técnica un carril bici en Terrassa y lo que une Barcelona y Sant Adrià.

Aunque el reciclaje de residuos será apuesta estratégica de Hercal, las demoliciones (de las cuales salen los escombros que después reutilizan) son una de las partes de las centrales del negocio y también quieren crecer. En pleno proceso de desmantelamiento nuclear, invertirán 6 millones por|para la que será máquina de demoliciones mayor de España, una Liberr R-980, que les da capacidad para destruir a alturas de 60 metros y "más opciones por optar a demoliciones de centrales nucleares".